Judas Iscariot: una retrospectiva comprensiva
Después de este interesante debate sobre Warrant que me ha dejado asombrado en muchos sentidos, positivos y negativos es hora de ir a las antípodas, o quizás no tanto.
Debo confesar que nunca me he sentido un gran fan del black metal. Por supuesto que hay varias bandas que me gustan y que oigo desde hace muchos años, pero siempre me ha costado entrar. La verdad, esas aficiones por tener una imagen tan visualmente impactante para mí caen con frecuencia en el ridículo o en el terror infantil. Las posturas, debería decir poses, ideológicas del black noruego me han parecido desde siempre precarias e insustanciales. Sin embargo, si a la música me remito, no puedo negar que el black ha tenido un importante aporte en la evolución y en el enriquecimiento estilístico del metal. Hay bandas que de verdad, más allá de sus descaminadas ideologías, han alumbrado álbumes realmente metálicos y dignos de total respeto musical. Entre estas bandas que considero esenciales se encuentra Judas Iscariot. Probablemente la más influyente banda de este estilo que haya provenido de los Estados Unidos.En realidad, como pasa con varios nombres del metal underground, Judas Iscariot es mucho más un proyecto solista que una banda de metal. Surgido a comienzos de los 90 de la mente de Andrew Jay Harris, autodenominado Akhenaten (faraón que condujo una revolución religiosa monoteísta en el antiguo Egipto politeísta), un joven lector de Heidegger y Nietzsche (y según sus palabras, egresado de una facultad de filosofía). Como se sabe, ambos pensadores desarrollaron posturas estéticas muy elaboradas y críticas en el pensamiento contemporáneo acerca de la obra de arte. En particular Nietzsche se abocó a la reflexión musical (Heidegger estaba más interesado en la poesía), Wagner fue uno de sus iconos como artista total. Y claro, el metal es muy wageneriano, o al menos nos gusta pensar que lo es (Walser, 1992). Aprovechando estas conexiones Akhenaton desarrolló un proyecto musical ácido, escéptico y nihilista, tomando para ello la forma del black metal.
De la misma forma que Nietzsche escogió el nombre de Zaratustra, antiguo profeta persa, para darle voz a su transvaloración de todos los valores y sentar distancias con la moral tal como había sido entendida hasta la edad moderna, Andrew Harris toma el nombre de Judas Iscariot, el coprotagonista de la historia de la salvación cristiana del hombre y, si seguimos la interpretación de Borges en “Tres versiones de Judas” y la de Scorsese en “La Última Tentación de Cristo” el verdadero autor de esta salvación, eternamente vilipendiado y por lo tanto verdadera víctima sacrificada. Judas Iscariot se erige así en un proyecto musical mesiánico, en profunda interpretación de las últimas consecuencias del black metal. Mientras que la mayor parte de las bandas de black se agotaron en actos criminales insulsos y políticamente ineficaces, cuando no en ridículas pinturas corporales y hasta en beber pichi; Akhenaten supo entender, como pocos, el ataque black a la moral cristiana y lo que este debe representar sino quiere convertirse en una humorada infantil. Akhenaten creó una estética del anticristianismo. Un alegato desde los abismos del alma humana contra la epifanía utópica de Cristo.
Judas iscariot consiguió algo raro en gran parte del black metal, no sonar a una broma. Lo que nos ofrece en sus producciones es un conjunto de disonancias coordinadas con una precisión instintiva, o si queremos, intuitiva, sobre un fondo sónico muy saturado. Lo que en muchas bandas no resulta ser más que pretencioso ruido sin talento, se convierte en la expresión sonora del mal. Pero no nos quedemos en esta superficialidad que podría ser en sí misma una parodia. Si entendemos el mal y la desolación más allá de la negación del bien, como una entidad en sí misma, no solo como un concepto privativo sino con autonomía esencial, no una negación sino una afirmación de una esencialidad existencial de exasperación y sensación de superioridad contra el resto, podemos decir que Judas Iscariot construye el sonido que sirve para expresar esto. La armonía final no es más que un resultado ancilar de la intención de elaborar este nihilismo.
Su discografía comenzó a llamar la atención con The Cold Earth Slept Below ( el título es la primera línea de un poema de Shelley). Una colección de temas aparecidos en sus demos iniciales y otros nuevos. El sonido es muy crudo y encontramos una fuerte influencia del Burzum de la primera época. Aunque la personalidad del Akenaten se deja oír en el planteamiento vocal y en el concepto general que deja ver a un creador más deliberado en su objetivo. La portada misma es toda una declaración, se trata de un paraje depresivo en el que un solitario y delgado árbol seco y solitario, casi una estaca, se eleva como la señal de un túmulo funerario. Es un homenaje al Judas bíblico. Su muerte en medio de la traición máxima solo es graficable en una escena que trasmite desesperación y agotamiento de la vida: el hombre que muere al creer estar interpretando las enseñanzas de maestro, el cual se convierte en un traidor de su propio discípulo. Pocas veces he visto tanta congruencia entre música, portada y concepto general. Con este disco Judas Iscariot comienza a desmarcarse del black en general. El disco a su vez viene acompañado de una definición de sí mismo que es a la vez un manifiesto de proyecto personal y una declaración de guerra. “Soy filosóficamente un nihilista, la gente a menudo critica esto porque es esencialmente irracional pero lo que ellos no comprenden es que eso no es un argumento en contra de su validez sino un requisito de ella” como ven una transvaloración no solo moral, sino lógica. Por dentro, el disco contiene un poema del romántico inglés Percival Shelley que expresa el dolor por la muerte de la primera esposa del poeta, Harriet Shelley, a los pocos años de matrimonio. El poema en cuestión expresa una profunda soledad y desamparo frente a los elementos de la naturaleza.
Para 1996, Akhenaten produjo su siguiente álbum, menos rabioso que el primero y también menos dado a la confusión, las líneas melódicas se hallan en casi todos los temas y se nota un mejor trabajo al nivel de la percusión, todo por supuesto siguen siendo un trabajo personal. Los títulos de estos temas tienden a ser bastante largos: “Helpless it lay like a worm in his frozen track” o “Writhing upon the wind of mystic philosophy and dreams”. El booklet viene por dentro con una serie de poemas en prosa que podrían tomarse como una odas al individualismo nihilista, además de ataques a la moral cristiana, la mayoría no son muy afortunados líricamente hablando. Los temas sí son buenos.
Distant in a Solitary Night es un hito en la obra de Judas iscariot. Se trata de uno de sus mejores discos y aquele en el que alcanza su madurez estilística. Hay mayor variedad en los sonidos y el esfuerzo de hacer encajar más las evoluciones de las canciones con las emociones que desean ser transmitidas. La voz es más clara que de costumbre, habla, en algunos momentos ordena, en otros es puro sarcasmo. Hay también cierta impronta épica, a lo Bathorhy de la última época. Parecen tiempos de guerra, seguro porque Akhenaten se había ensarzado en disputas ideológicas con integrantes de la escena black noruega y había manifestado apoyo a las bandas black de Polonia, también en abierta oposición a las escandinavas. Akehnaten rechaza tal situación y decide apartarse de todo contacto con las demás escenas salvo algunas personas escogidas (integrantes de Nargaroth, por ejemplo, o de Absu). Desaparece cualquier página web de contacto. To the Black Tower of Victory y la semiexperimental Portions of Eternity for the Eye of Man son dos de los mejores temas del disco, aunque es difícil destacar alguna debido a la calidad homogénea.
Heaven in flames es el disco más conocido a Judas Iscariot, aunque no sé exactamente por qué. Se trata de un buen disco, que retorna un poco al planteamiento vocal de los dos primeros discos pero con la huella épica que acababa de adquirir. La producción es muy mala, imagino que es intencional. (De hecho algo que no me gusta de la movida black en general es esa vocación por el mal sonido que suelen tener y que por momentos ya parece y es pose).
En general estoy hablando de álbums, pero mencionaré un EP que creo que marca el último giro estilístico importante de Judas Iscariot, el Dethroned, Conquered and Forgotten. Con una huella más rockera y con una intención más thráshica, Judas iscariot alcanza la madurez estilísitca. La rabia y misantropía siguen allí pero se han convertido en piezas aceleradas organizadas para golpear con rabia antes que con resentiminento. La producción sigue siendo algo mala, pero tiene la suficiente capacidad para mostrar todos los sonidos. El comienzo con Descent to Abyss es brutal y una melodía en tonos altos te va acompañando por el tema para que no seas aplastado por el ruido. Benevolent Whore, Detrhoned for Eternity sigue en esa línea y da más para saciar el deseo persiste del tema anterior: es ya black thrash. Journey througth Visions of War es el hito más importante del disco y prefifura temas posteriores.
To Embrace the Corpse Bleeding es el último trabajo de larga duración de Judas Iscariot, es su testamento musical. En este, se acentúan las líneas trazadas en el disco anterior. La vena rockera se hace más dominante, pero claro en una versión acelerada. Insensible a los acomodos y transformaciones del resto del black metal, Judas Iscariot continúa con sus formas algo arcaizantes. Bethed in Clouds of Blood nos presenta uno de los temas más épicos del black metal y creo que la perla negra del disco y de toda la carrera de este proyecto es In the Valley of Death I am their King. Pocas veces he sentido tanto sobrecogimiento y emoción ante una canción (ni siquiera ante Cherry Pie, je). Un medio tiempo melódico cantado por una voz lastimera y poderosa. La majestad de un reinado solitario, ausente de todo reconocimiento, trágico en el viejo sentido griego. El tema tiene una coda a toda velocidad que expresa el poder de tal reinado. Notable cierre para una carrera que irrumpió en el metal insularmente y que dejó un trabajo memorable.
Andrew Jay Harris enterró también a Akhenaten, desde esa época comenzó a aparecer como AJH en los demás trabajos en los que ha seguido participando. Su carrera musical ha sido muy amplia y para tener una visión de ella podrían consultar este enlace, además claro de los Metal Archives. Para leer el cuento de Borges al que aludo al inicio hagan click acá
. Para el poema de Shelley que da nombre al primer disco de Judas Iscariot, acá.