Y Judas Priest nos trajo el metal, gloria a Judas Priest
Nada puede competir con un show de Judas Priest en importancia para el metal. Con el respeto que merecen absolutamente todos los promotores por su sacrificada y loable labor de mantener el metal vivo, Judas Priest es aún el nombre absoluto para la cultura metal en todo sentido. Por ende constituía un verdadero deber acudir al único concierto que la banda daría en Lima hace unos días. Todos los asistentes concluirán que el concierto fue simple y llanamente épico. Una experiencia estética y metálica completa.
Ser objetivos es virtualmente imposible al haber sido formados en el metal por los himnos de su más poderosa agrupación. Antes hemos tenido por estos lares a Tim “Ripper” Owens en varias oportunidades, y era un interesante sucedáneo, el hombre es un cantante extraordinario y parte del legado de Priest. También hace 8 años en un polémico show que comenzó dos horas más temprano (y que por eso se lo perdió la mitad de los asistentes) tuvimos a Halford, pero no todavía a Judas Priest. Así que las emociones contenidas por ver por fin a la banda número 1 del metal en el escenario era demasiada.
Hubo (felizmente pocos) quienes argumentaron que la ausencia de los dos guitarristas originales restaba relevancia al show. Evidentemente sí resta en términos de significado simbólico, pero en términos reales suma gracias a su juventud y energía. Además ¿qué se puede hacer? ¿Viajar atrás en el tiempo? Absurdo. La banda vino con suficiente crédito original gracias a la presencia de Ian Hill, el miembro más antiguo en Judas Priest; Rob Halford, su incuestionable vocalista histórico y uno de los padres fundadores del metal; y Scott Travis quien va en la banda desde Painkiller allá por el 90, casi 30 años atrás. Pensemos en qué habremos hecho mal para no haber podido traer a Judas Priest antes, en los varios tours que han hecho en el siglo XXI por Sudamérica. Además, y esto es lo relevante, los guitarristas actuales son de primer nivel y están a la altura correspondiente. Andy Sneap, quien está apoyando en esta gira y de quien no se sabe si será incluido permanentemente, tiene un memorable pasado en la banda thrash inglesa Sabbat, uno de los más originales grupos de aquella década, y ahora en Hell, además de ser uno de los productores del actual disco. Richie Faulkner él sí integrante permanente, por su parte no tiene un pasado de la misma envergadura (estuvo en Dirty Deeds en los 90); él está construyendo un nombre y una trayectoria desde Priest. Pero qué tal trabajo que viene realizando. Se ha erigido en uno de los pilares más importantes de la formación actual y ya lleva varios años con ellos. En realidad, en este momento tenemos a los mejores Priest del siglo XXI.
Dicho lo anterior es evidente entonces la magnitud del evento de la pasada noche del 30 de octubre.
Llegamos temprano al lugar del concierto, una explanada de tamaño mediano al costado del circuito del hipódromo del Jockey club del Perú. El espacio estaba bien organizado y lucía muy ordenado, pero más pequeño con respecto de otros escenarios en los que hemos visto a Judas en otras capitales de Sudamérica. Se había ofertado una venta de 4500 localidades, así que asumo que el espacio acotado podría contener unas 5 mil personas o un poco más. Al momento de llegar se veía aun relativamente poco público pero la parte delantera de la zona frontal ya estaba atiborrada de los más fanáticos y leales priestianos. Conforme avanzó la noche aumentó la asistencia considerablemente.
El ambiente era, como de costumbre, de hermandad. Estaban los clásicos de la mayoría de conciertos metálicos de Lima. Nos reencontrábamos una vez más, a algunos desde el Lima Metal Fest, otros desde shows previos. Había bastante presencia de gente de la vieja escuela, gente de los 90 y también muchos jóvenes. Hermoso encontrar tanto metalero junto y ver actualizada una vez más nuestra cultura en su interacción. Un show de Judas tiene esta característica. No es una banda under por lo que no van a ir solo doscientas personas, pero tampoco es Iron Maiden que van a ir 30 mil, pero de todo tipo de inclinación musical. Un concierto de Priest es hoy por hoy el evento más grande de la cultura metal en sí. Como dije hace unos días, Maiden es de muchos, Priest es nuestro.
La banda de apertura fueron los clásicos M.A.S.A.C.R.E., la banda más persistente del heavy metal peruano, la cual tuvo una inspirada presentación en la que nos trajeron 6 temas, las clásicas Hasta el Final y Fuego en el Alma de su debut Sin Piedad, con el que abrieron y cerraron su participación respectivamente, y en medio los temas Morir de Pie, Brutalidad, La Oscuridad y En el Infierno, tema que Adrián del Águila suele interpretar con una especial furia. Detrás de ellos una bandera peruana con la leyenda M.A.S.A.C.R.E. era sostenida por su equipo.
Luego de 40 minutos aproximadamente comenzó la actuación de Judas Priest. La emoción era extrema. Abrieron con el tema Firepower, una excelente elección dada la calidad superlativa del último disco, algo que ha sido reconocido por la totalidad de los fans. La gente explotó con cierta contención aún, quizás porque todavía no creían lo que estaban viendo. Yo mismo cuando distinguí a Halford al frente cantando, hasta lo vi diferente de las fotos y videos (creo que ha perdido peso) que siempre he visto.
La presentación fue un directo continuo, sin descansos prolongados ni un verdadero encore y con varios cambios de atuendo de Halford. El concierto tuvo tres etapas distinguibles. La primera que comenzó con Firepower y que contuvo varios de los clásicos más antiguos. Luego una segunda sección más moderada que inició con Turbo Lover y que incluyó medios tiempos clásicos y nuevos, y una tercera parte en la que retomó la aceleración y que inició con Freewheel Burning.
En la primera parte incluyó temas algo más antiguos y fundacionales del metal mundial como Running Wiild, Grinder y Sinner. Quizás el momento más épico de esta sección haya tenido lugar al momento de interpretar la genial The Ripper. Un tema que es de por sí apabullante. El video que aparecía de fondo estaba muy bien planteado, con notas de los diarios ingleses de la época, y figuras sugerentes de los crímenes que sacudieron Whitechapel que quedó casi como un opening para una película sobre el tema. Estos videos de fondo fueron muy logrados en otros temas también.
La segunda parte, algo más moderada, comenzó con el hoy clásico Turbo Lover, tema atípico en la discografía de Priest, y que en su época fuera denostado como el epítome de la comercialización del metal. Hoy en día hace saltar a casi todo el mundo. Lo que hace el que algo se convierta en clásico. La hermosa y serena Desert Plains continuó mostrando otra faceta de la banda. Un tema en apariencia casi setentero incluso. Luego apareció la rítmica No Surrender un tema muy rockero, casi sleaze del último disco. Para alguno es el mejor corte del Firepower. Antes del tema, Halford mencionó que la letra era sobre lo que significa ser metalero. Y nuestra capacidad para no rendirse jamás y seguir adelante.
La sorpresa de la noche hasta cierto punto fue The Green Manalishi, cover de Fleetwood Mac que en realidad ya es asumido como un tema más de Judas Priest. Hasta el momento no había estado apareciendo en otros conciertos de la gira. La sección estaba llegando a su fin primero con Night comes Down probablemente el momento más emocional de la noche. En este tema se pudo apreciar una interpretación realmente sentida y conmovedora de Halford. Aprovechó cada uno de los matices y momentos del tema. Luego remató con un corte del nuevo disco, otro poderoso medio tiempo, Rising from the Ruins.
La velocidad volvió con Freewheel Burning. Tema cuya parte inicial cantó ligeramente diferente al corte original, un poco más linealmente. Fue uno de los momentos más intensos de la noche. De ahí en más ya serían los clásicos incontestables. Los temas de rigor. Freewheel empalmó directamente con You’ve got Another Thing Comin’ con una pequeño solo de Faulkner entre ambas. El moshpit se armó a lo grande en varias partes del público. Por momentos parecía que estaba tocando Slayer.
Como parte del show no podía faltar la moto en Hell Bent for Leather, sobre la que entró Halford al escenario con un fuete en la boca. Para luego dar lugar al tema absoluto del metal Painkiller, que también llevó a la gente a un nuevo nivel de paroxismo. Halford lo hizo muy bien, en un tema que todos sabemos que siempre ha sido muy exigente.
El momento que más intensamente sentí fue el de Electric Eye, tema siguiente del set, sobre todo la línea que todo el mundo canta con furia “I’m made of metal” Imposible no cantarla echando toda tu alma headbanger en ella. El show había alcanzado su clímax y pronto terminaría. Las más rockeras Breaking the Law y Living After Midnight cerrarían, como suele suceder, el más importante concierto de metal que hoy por hoy se pueda expectar. En el último tema llamó la atención el curioso tributo a Ozzy que Halford realizó al llevar en la boca un murciélago de juguete, un detalle un tanto cómico, humor británico al parecer.
Con respecto a la performance cabe alegrarnos hasta la euforia de que la voz de Rob esté en tan alto nivel. Para nadie es un secreto que algunos años atrás andaba disminuida, al parecer por algún problema de salud. Esta vez todo salió bastante bien y se pudo ver a un Halford que cantó con comodidad y esfuerzo normal. En los instrumentos se hicieron notar Scott Travis con un ejercicio de precisión realmente alucinante y Richie Faulkner en la guitarra, ahora convertido en uno de los pilares de Priest merced tanto a su ejecución como a su carisma y talento. La capacidad de pararse adelante incluso de Halford, le ha hecho ganar varios puntos a él y a la banda desde su inclusión. Maravillosa juventud. Ian Hill estaba detrás haciendo lo que suele hacer, todos sabemos que no es especialmente llamativo, sin embargo su presencia es siempre reconfortante. Andy Sneap, el guitarrista que está apoyando a Priest en esta gira y que es el productor de tantos discos del metal actual además de su carrera en Sabbat y Hell cumple con creces como músico. Personalmente lo noté un poco ensimismado y menos conectado con la gente. O será que mantiene la dureza de su thrash metal primigenio.
A nivel de la producción podemos decir que el show fue ampliamente satisfactorio. El espacio era cómodo, permitía una buena visibilidad desde diferentes puntos. Las luces fueron excepcionales y engrandecieron notablemente la presentación. El sonido en líneas generales estuvo bien, aunque creo que el volumen dado a la voz de Halford estuvo un poco, solo un poco, bajo. Más allá de eso todo ok. Un sonido de buen nivel.
Con respecto a la asistencia, al principio me asusté un poco porque había bastantes claros el público, pero luego se fue llenando. Al final lucía bastante concurrido. Para nuestro país que no es particularmente destacado en audiencias rockeras o metaleras se cumplió. De hecho la ventaja de que no vallan 10 mil es que puedes ver a la banda un poco más cerca y con algo más de comodidad.
Eso sí el diseño de los polos oficiales un poco pobre la verdad. No estaban muy memorables. Eso se podría haber hecho mejor.
Los tiempos no fueron exactos a los anunciados pero tampoco hubo una demora escandalosa. Antes de las 11 de la noche el show había terminado.
Ojalá haya por lo menos una próxima vez.
Agradezco a la producción de Work Shows y a Fátima Foronda en particular por las facilidades otorgadas para realizar esta reseña. Igual a mi colaborador gráfico el gran Ricardo Choy Kifox a quien debemos estas fotos.
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