Cuando la blanquirroja paralizaba al Perú en un mundial
El retrato era el mismo desde el Salón Dorado en Palacio de Gobierno hasta el mercado de flores, ubicado junto al Estadio Nacional. Cientos de hinchas se quedaban hipnotizados frente a las pantallas de los televisores, a veces grandes, a veces pequeñas, a colores o blanco y negro, eso era lo de menos, todos querían seguir cada jugada de nuestro seleccionado, jalarse los pelos, comerse las uñas, sentir esas emociones de alegría o tristeza que ahora son tan ajenas, casi extrañas.
Era 1982, el Perú se jugaba -luego lo sabríamos- su último mundial en España. Esa mañana del martes 15 de junio tocaba enfrentar a Camerún. Allá el seleccionado peruano hacia lo suyo, tratando de dejar todo en la cancha de La Coruña; mientras tanto, aquí la hinchada nacional apoyaba firme a la blanquirroja, dejando las calles desiertas, cambiando horarios en los ministerios, hospitales, en las agencias bancarias, cerrando tiendas por un par de horas, regalando televisores en los colegios para que el alumnado pueda verlos y en los barrios populares la gente se acomodaba en las puertas de sus casas con sus televisores, todo con tal de seguir al team peruano y gritar esas palabras mágicas ¡Gooool peruano! Pero esa vez no se pudo gritar, una mala señal que se convirtió en el comienzo de nuestra larga derrota.
Si ese mundial nos dejó un sinsabor a todos, uno que hasta ahora no pasa, también nos dejó estas postales donde los protagonistas son los hinchas, los que están al otro lado de la cancha, los que también la sufrieron desde el lugar donde se encontraban. Sin saber que años más tarde se convertirían en los últimos privilegiados en ver, gritar y llorar por la bicolor en un mundial.
INGENIO. Bares, restaurantes o picanterías colocaban atractivos letreros que anunciaban la transmisión del partido a color. “Vea el Mundial a color”. La clientela estaba asegurada.
DESDE PALACIO. En el Salón Dorado en Palacio de Gobierno, el presidente de la República, Fernando Belaúnde Terry, junto con su comitiva hicieron un alto a sus labores y se contagiaron de la fiebre mundialista. “El partido está tenso… y estamos esperando el gol, el gol, no el golpe”, bromeó el presidente.
EN EL MERCADO CENTRAL. Muchos comerciantes instalaron televisores en sus puestos para seguir el encuentro Perú-Camerún. Con botella en mano, los hinchas esperaban gritar ¡Goool! Esa vez no tocó llorar ni reír.
EN LOS HOSPITALES. En el Guillermo Almenara y en el Edgardo Rebagliati la expectativa no fue menor: los pacientes, las enfermeras y los empleados administrativos confundieron sus emociones y tensiones durante los noventa minutos de juego.
CALLES VACIAS. Lima lucía desierta, y los pocos transeúntes que andaban les tocó ver el encuentro desde alguna tienda abierta que, por cierto, eran muy pocas.
NO IMPORTA EL TAMAÑO. Los comerciantes del mercado de flores del Estadio Nacional no se hicieron problemas, todos muy acomodados en sus respectivas bancas miraban inquietos en su televisor a blanco y negro de 10 pulgadas cada jugada del seleccionado.
EL MUNDIAL EN EL COMERCIO. Hipnotizados frente a los televisores con antena de conejo y a blanco y negro, los trabajadores de El Comercio también siguieron las incidencias de los tres partidos de la bicolor en el Mundial ‘82.
(María Fernández Arribasplata)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio