"Coco" Chanel: La elegancia hecha mujer
Eran las 9 de la noche del domingo 10 de enero de 1971, cuando Gabrielle Bonheur “Coco” Chanel, una de las revolucionarias de la moda, partió para siempre. Han pasado 40 años, y su legado sigue intacto. Ni el tiempo ha sido capaz de borrar la sofisticación de sus diseños, donde la elegancia es sinónimo de simple y práctico. Ése es el triunfo de Chanel, el cual la acompaña más allá de la muerte.
A punto de lanzar su colección primavera-verano de 1971 ella partió. Pero el éxito colosal de esta presentación póstuma fue el mudo testigo de lo que en vida fue Gabrielle Bonheur Chanel, la reina de la alta costura francesa. Construir ese reinado no fue nada fácil. “Me molesta escuchar decir que tuve suerte. Nadie trabajó más duro que yo”, declaró alguna vez, resaltando en cada palabra su lucha constante en la vida.
Desde pequeña, esta menuda mujer de grandes ojos negros y cabello corto, supo lo que era sobrevivir. Nacida en un hogar muy pobre en Francia, sin padre ni madre y con cuatro hermanos, la pequeña “Coco” fue enviada a un orfanato dirigido por monjas. Con los recuerdos de una infeliz infancia en la memoria viajó a Paris; tenía 16 años y muchas ilusiones, pero también la firme decisión de cambiar su destino.
Al llegar a la Ciudad Luz los ojos le brillaron más que nunca. Empezó confeccionando sombreros en 1910, y de la mano de sus creaciones vinieron los amores. Etienne Balsan fue el primero en ayudarle durante sus inicios como modista. Corría el año 1913, y a su vida llegó Arthur ‘Boy’ Capel, quien la introdujo en la sociedad británica y con quién abrió la primera boutique de moda en Dauville. Dos años más tarde abriría la segunda tienda en Biarritz.
Este mismo hombre, al que ella consideró el amor de su vida, le ayudó a formar en 1916 su primer taller en la emblemática calle Rue Cambon, el primer ‘arrondissement’ (distrito) parisino, y desde donde se presentaba como toda una revolucionaria de la costura.
Hace muy poco acababa de terminar la Primera Guerra Mundial, eso significó el inicio de un mundo de cambios, a lo cual la jovencita Chanel nunca fue ajena, y bajo el lema de que “si el mundo cambia, la moda también”, empezó la batalla. Su mayor contendor era el gordito Poiret, el creador de las faldas–pantalón, y quien no perdía la oportunidad de menospreciar los diseños de “Coco”, los que calificaba de pobres, insignificantes y “sin nada de chic”, y las mujeres vestidas por la menuda diseñadora le parecían “pequeñas telegrafistas anémicas de clase media”.
Y es que Poiret no entendía que en la nueva moda debía haber juventud, simplicidad y una nueva y ágil elegancia, y hasta economía para los bolsillos gastados por la guerra. Chanel ganó la batalla. En 1916 compró jerseys para elaborar faldas y chaquetas con detalles, eso era algo inimaginable en sus tiempos. Sin embargo, se volvió un elemento indispensable de la alta sociedad parisina.
Paralelamente a su trabajo, los amores iban y venían en la vida de Chanel. En 1920 fue muy amiga del promotor de ballet Serguei Diaguilev y años después vivió un romance con el compositor Igor Stravinsky. Pero el amor no era su motor, tal vez por eso nunca se decidió por el matrimonio. Para ella su única felicidad era su trabajo, y afirmaba cada vez que podía que si se casaba con algún millonario no sería feliz.
Empeñada en ser la mejor, siguió avanzando y empezó a incursionar en otros negocios. En 1921, lanzó el primer perfume de la línea Chanel, y también el más clásico de todos: Chanel No. 5, llamado así curiosamente por la fecha en que fue presentado, el 5 de mayo. Sin embargo, también se dice que el número cinco significa la quinta prueba de una mezcla de esencias que ella aceptó como la final.
En 1926 impuso “la pétite robe noire” (el pequeño vestido negro) en creppe, de corte simple y recto, que pasó a ser un clásico en el vestuario femenino del siglo XX. Dos años después hizo del tweed un paño moderno con el que confeccionaría sus primeros trajes.
Sin embargo, a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, en 1940, Coco cerró su casa de modas, al parecer para siempre. A fines de la guerra se exilió en Suiza pero retornó a París a los 71 años de edad, su inactividad no podía durar un día más.
En 1954 Chanel abrió otra vez su taller de la Rue Cambon, y con su clásica formula: juventud, confort, jersey, perlas en el collar y perfección en los detalles volvió a triunfar no solo en las colecciones de lujo, sino en las calles de Paris, Roma, Nueva York y en todas partes donde las mujeres aspiraban a una elegancia simple y práctica, ese fue el gran triunfo de Chanel.
Tras su muerte se escribieron libros, biografías, filmaron películas y hasta series televisivas, contando detalles de su vida, a veces exagerando y otras limitando ciertos pasajes. Sin embargo, para nadie es innegable que fue una de las mujeres que marcó en la historia del siglo XX, y cuyos lineamientos siempre regirán en el vestir de la mujer elegante.
(María Fernández Arribasplata)
Fotos Archivo/ Agencia AP