Elizabeth Taylor y las décadas que la llevaron al estrellato
Se han apagado los ojos violetas más bellos del mundo. La diva que hipnotizaba con un gesto, con una palabra; la mujer que deseaba abarcarlo todo, y que confiaba en su revelador genio. Elizabeth Rosemond Taylor (1932-2011), inglesa de nacimiento, pero de padres estadounidenses, ha sido la actriz de Hollywood más querida de su generación. A los 79 años la muerte acabó hoy con su vida, iniciando así el mito. Recordemos las dos primeras décadas de este ídolo del glamour cinematográfico. Una admirable historia, que la llevó a su primer premio Óscar.
Tenía diez años cuando pasó un casting en los estudios de Universal. Parte del mundo se deshacía en el torbellino de la Segunda Guerra Mundial, y Elizabeth (Liz) Taylor participó en su primera obra, una comedia dirigida por Harold Young.
Los iniciales años ‘40
La Universal no vislumbró el genio, pero sí lo hizo la Metro Goldwyn Mayer, en cuyos estudios la pequeña Liz acarició el pelaje de la perra Lassie, la verdadera protagonista del filme de Fred M. Wilcox, “La cadena invisible”, de 1943. Con la famosa perrita también haría, del mismo Wilcox, “El coraje de Lassie”, de 1946.
La pequeña Elizabeth y Lassie en la película “La cadena invisible”.
Desde un inicio, la Taylor fue un torbellino. Participó en películas muy recordadas, y que sirvieron de remanso al público norteamericano ante la barbarie bélica de entonces. Llegaron así, de Robert Stevenson, “Alma rebelde” (o “Jane Eyre”) de 1944, y el mismo año, “Las rocas blancas de Dover”, de Clarence Brown, donde la pequeña estrella intervino precozmente.
Parece que ese año de 1944, los vientos fueron propicios para la carismática niña. La crítica está de acuerdo en que la película “Fuego de juventud” significó un verdadero reconocimiento a su talento actoral. Dirigido otra vez por Clarence Brown, coprotagonizó la cinta al lado de la estrella Mickey Rooney.
En “Mujercitas” interpretó a la adolescente Amy March.
Pero estos filmes le dieron a Elizabeth la seguridad en sus propias capacidades, y todo antes de cumplir los 20 años. Con el candor, pero también con una joven madurez, actuó en otra comedia, “Vivir con papá”, de 1947, una obra de Michael Curtiz, junto con el protagonista William Powell.
Dos años después, en 1949, y apenas con 17 años, intervino en la clásica versión de “Mujercitas”, dirigida por Meryyn LeRoy, en la que actuó al lado de June Allyson, Janet Leigh, Margaret O’Brien, entre otros.
Los adorables años ‘50
La década de 1950 comenzaba con fuerza y esplendor. La inquieta niña se había convertido en una mujer hermosa y de carácter fuerte. Ya casada con el millonario Nick Hilton Jr., las puertas de Hollywood estaban abiertas para ella, y supo cubrir todas las expectativas de esa meca del cine.
Elizabeth lucía una asentada juventud, pero a la vez una inusual madurez. No tardaron en llegar las ofertas fílmicas, en las que intervino maravillosamente, como en “El padre de la novia”, de 1950, de Vincente Minnelli y protagonizada por Spencer Tracy; y “El padre es abuelo”, del mismo Minnelli. “Un lugar en el sol”, de 1951, dirigida por George Stevens, le permitió coprotagonizar con Montgomery Clift, quien sería uno de sus mejores amigos.
Taylor compartió roles con Rock Hudson en la película “Gigante”.
Con “Ivanhoe”, de 1952, dirigida por Richard Thorpe, compartió roles con Robert Taylor, Joan Fontaine y George Sanders. Luego vino, del director Curtis Bernhardt, “Beau Brummell”, de 1954. Y ese mismo año estrenó “La última vez que vi París”, de Richard Brooks. En esta cinta la eterna Liz compartió cámaras con Van Johnson, Donna Reed, Walter Pidgeon y Eva Gabor.
“Gigante”, de 1956, fue otro punto de quiebre actoral. Allí, el director George Stevens reunió a la Taylor con James Dean, Rock Hudson (otro amigo cercano), Carroll Baker y Jane Withers. Al lado del enigmático Dean, la diva se lució al demostrar una gran profundidad en su personaje.
Al año siguiente, en 1957, participó en el filme “El árbol de la vida”, de Edward Dmytryk; en esta cinta vimos actuar otra vez a Montgomery Clift, junto con Eva Marie Saint, Nigel Patrick y Lee Marvin. En 1958 llegó otro clásico, dirigido por Richard Brooks, “La gata sobre el tejado de zinc”, aquí apareció Liz al lado de Paul Newman, Burl Ives, Jack Carson, Judith Anderson, entre otros.
Redondeó su gran década con la película “De repente, el último verano”, de 1959, dirigida por Joseph L. Mankiewicz, que la reunió de nuevo con su querido amigo Montgomery Clift, además de Katherine Hepburn.
Con estos tres últimos filmes -por los que fue nominada al Óscar-, Elizabeth Taylor ya estaba preparada y segura de tener una de las estatuillas doradas en su hogar. “Una mujer marcada” (conocida también como “Una Venus en visón”), de Daniel Mann, le permitió en 1960 ganar el Óscar a la mejor actriz. Era lo justo.
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Fotos: Agencias AP/ REUTERS