El Jirón de la Unión, tres décadas de peatones libres
“Es el Jirón de la Unión boceto de un pintor mago… con calor de corazón y un orgullo muy peruano… calle angosta y caprichosa… vereda de sol y sombra…”, interpretaba el criollista de extraordinaria e inolvidable voz, Rafael Matallana, sin imaginar que el 20 de noviembre de 1982, después de sucesivas gestiones ediles, esa artería limeña sería ampliada y convertida en un paseo exclusivo para peatones.
Han pasado 30 años, desde que el entonces alcalde de Lima Eduardo Orrego Villacorta, ejecutara la promesa “futura” que hiciera el gobernante edil Arturo Cavero en 1976, y que sería pospuesta por Enrique Falconí en 1978.
Los años maravillosos
Corrían los años veinte y el Jirón de la Unión era el centro de distracción para la aristocracia limeña que paseaba por sus calles de Mercaderes, Espaderos, La Merced, Baquíjano y Boza; lugares donde se ubicaban la Casa Courret, el cine-teatro La Merced, el Café Leons, la Botica Francesa y el Palais Concert.
Era usual encontrar caballeros elegantemente vestidos a la última moda; luciendo ternos a la inglesa con relucientes relojes Omega y Longines. Las damas de sociedad modelaban abrigos con cuellos de piel y visón; no les faltaba el reloj Vulcaín que vendía la acreditada Casa Zettel y Murguía, ubicado en Espaderos.
Los atardeceres eran recibidos en el Palais Concert, en donde se disfrutraba de la sabrosa chismografía capitalina o de los avatares de la política peruana. Los jóvenes se apostaban en las esquinas para lanzar piropos a las bellezas limeñas, quienes pulcramente vestidas transitaban por la vía.
Un jirón que cambia con el paso del tiempo
Pero el abandono de las autoridades, la invasión de vendedores ambulantes convirtieron a esta famosa arteria en un inseguro y desordenado mercado de espacios reducidos, donde el transeúnte debía esquivar los vehículos y a delincuentes que hacían paso diario.
El primer atisbo de un cambio a futuro, fue el 5 de mayo de 1976, cuando el alcalde, general (r) Arturo Cavero, anunció que el Jirón de la Unión “será destinado solo al tránsito de peatones”. El reordenamiento había empezado.
Ya para marzo de 1977, se había prohibido la circulación de vehículos y se estableció el enlosetado de cinco cuadras del jirón. La obra tendría una duración aproximada de seis meses. Tiempo que no se cumplió.
Los comerciantes empezaban a exigir que se retiren primero a los ambulantes, y el nuevo alcalde general (r) Enrique Falconí se dedicó a esos pedidos, descuidando el proyecto cuando en 1978 anuló la ordenanza municipal vigente que impedía la circulación de vehículos por el Jirón.
Manos a la obra
Hacia diciembre de 1981, con Eduardo Orrego en la dirección municipal, el Consejo de Lima tomó la decisión definitiva de cerrar el paso de los vehículos. El objetivo se concretaría a que el Jirón de la Unión fuera un “hermoso paseo peatonal”.
La organización de las autoridades y de los comerciantes del Jirón de la Unión, permitió que el 1 de agosto de 1982 se iniciaran los trabajos, que tendrían una duración de 100 días, pero por diversos acontecimientos, como el descubrimiento de un cañón del siglo XVI, se retrasó la obra.
Y así llegó el 20 de noviembre de 1982, el tan ansiado día, donde cientos de limeños se reunieron frente a la Plaza de Armas para observar el corte inaugural de lazos a manos del alcalde Orrego.
Tal como recuerda el diario La Crónica de esos años, “Lima ahora tiene su jirón hermoso con 38 jardines, libre de ambulantes y del tránsito vehicular, con iluminación de primera que le da nueva vida y atracción multicolor”.
El Jirón de la Unión es una vía histórica presente en el imaginario popular y construida por cada peruano que se desplaza por sus calles a diario en busca de distracción.
(Katia Miñan Santos)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio