Los 40 de un joven llamado Juan Diego Flórez
El 13 de enero de 1973 nació el que para muchos es el más grande tenor peruano del siglo XXI. Su nombre: Juan Diego Flórez Salom, un genio de la lírica que el Perú ha regalado al mundo. Nuestro músico cumple 40 años en los que la lucha, perseverancia y grandes triunfos no han dejado de marcar su vida. Huellas Digitales evoca su historia y algunos recuerdos de infancia vividos en su barrio miraflorino.
Nació en Lima, con más precisión, en Miraflores. Hijo del cantante y guitarrista Rubén Flórez y de María Teresa Salom; de don Rubén parece haber heredado el talento musical; y de doña María Teresa la fortaleza de carácter y tenacidad.
Esta conjunción anidó a un tenor de potente voz y carisma escénico excepcionales. Su familia y amigos vieron aflorar en el, desde muy temprano, esa vena artística y la pasión por la música.
Su infancia miraflorina transcurrió al lado de su madre y dos hermanas, Milagros y Rocío: ellas fueron personajes claves y cómplices de aquel joven delgado y carismático, que soñaba en aquellos años en ser un gran músico.
Estudió en el colegio Santa Margarita, en donde conoció al cantautor Gian Marco, otro talento de la música nacional.
El nuevo nacimiento de Juan Diego
En los años decisivos para perfeccionar su talento, Juan Diego Flórez y Luis Fernando Valcárcel, su compañero en el Conservatorio Nacional de Música, viajaron a Estados Unidos con poco dinero, pero dispuestos a audicionar en las mejores escuelas de música.
En aquella aventura Juan Diego, acicateado por el ajustado presupuesto y su decidido espíritu por salir adelante, llegó a prestarse una guitarra y cantar canciones napolitanas en el Metro de Nueva York, para obtener así algunos dólares.
A su retorno, los dos jóvenes viajeros visitaron la redacción del diario El Comercio, el 18 de junio de 1993, allí dieron una emocionante noticia: habían sido aceptados en el prestigioso Instituto Curtis de Filadelfia.
La nueva preocupación entonces fue conseguir la bolsa de viaje, para lo cual recurrieron a la buena voluntad de las instituciones y a algunas personas que ofrecieron su desinteresado apoyo. El objetivo para él estaba trazado: ser el mejor.
Chico de barrio
En Miraflores, los muchachos de ayer -hoy padres de familia- recuerdan a un adolescente flaco, siempre con una guitarra en la espalda, escénico y muy expresivo. Cuentan que a Juan Diego le gustaba jugar fulbito o, como dicen, “pichanga” en la pista y también jironear por horas. No sabía silbar, pero sí cantar covers de The Beatles y Led Zeppelín. ¡Era un recordado palomilla de barrio!
Era, además, distraído y travieso, y él mismo menciona siempre en sus entrevistas que era un “mataperro”; pero sacaba buenas notas en el colegio. Las profesoras le tenían mucho cariño, siempre participó en las actividades del colegio, donde demostró su gusto por la música pop.
Su “gran maestro”, Andrés Santa María, lo ayudó a definir su futuro: ¿cantar música lirica o música popular? La de Juan Diego fue una sabia elección.
“Míster bis”
El apodo de ‘Mister bis’ nació en el Teatro La Scala de Milán. Cuentan que al terminar de cantar, el público le pidió que repitiera la pieza. Después se daría cuenta de que había roto un veto de 75 años desde que el público pidiera un “bis” en el gran teatro milanés.
Sin lugar a dudas, es el primer fenómeno de la ópera del siglo XXI, para algunos el heredero de Luciano Pavarotti, pero Juan Diego es muy crítico con su talento, graba algunas de sus presentaciones para corregir siempre los pequeños detalles.
Tras cuatro décadas de incansable trabajo y dedicación, el mundo se rinde a la voz melódica de aquel niño delgado y pelucón. Y hoy, casado con Julia Trappe, una ex modelo australiana, y padre de Leandro de año y medio, el tenor peruano busca vivir una existencia más moderada, con menos viajes y giras por Europa.
La ópera le agradece a Juan Diego con teatros llenos y una agenda recargada de presentaciones. Es por eso que el mundo seguirá admirando a aquel muchacho con visión y autocrítica. Quienes lo conocen, jugaron o compartieron con él, guardarán bellas anécdotas de quien es hoy, como se dice, un Gran Artista.
(Marleny López)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio