La voz de Lavoe en Lima
Un 29 de junio de 1993, hace 20 años, el mundo de la salsa se vistió de luto, pues uno de sus máximos exponentes, el gran Héctor Lavoe ‘La voz’, nos dejó para convertirse en leyenda. Huellas Digitales recuerda su visita al Perú, sus apoteósicas presentaciones en el Gran Estelar de la Feria del Hogar y su triste final.
Héctor Lavoe. Crédito: El Nuevo Día/ GDAHéctor Juan Pérez Martínez, nacido en Ponce – Puerto Rico (1946), tuvo desde muy pequeño la influencia artística de sus padres y de su abuelo, el trovador Juan Martínez, todos aficionados a la música popular.
Estudió en la escuela Libre de Música “Juan Morell Campos” de Puerto Rico. Sin embargo, la gran oportunidad de convertirse en estrella llegaría cuando se muda a Estados Unidos, la tierra de las grandes oportunidades.
Como todo inmigrante realizó duros trabajos, hasta poder dedicarse a lo que el más amaba, la música. En ese ínterin conoció a Willie Colón, otro muchacho de genialidad innata para el arte musical, con quien formó el binomio más exitoso del mundo de la salsa. Ambos son fundadores de la gran familia discográfica de Johnny Pacheco, la Fania All Star.
Junto a Colón, cosechó grandes éxitos en su carrera. Imprimió un estilo callejero y desafiante a sus temas. Le cantó a los mafiosos en “Juanito Alimaña”, a los casos sociales en “Calle luna, calle sol”, a las penas que marcaron su vida en “El día de mi suerte” o al desamor en “Periódico de ayer”. Todas sus canciones fueron extraídas de la realidad latina en Nueva York y de su natal Puerto Rico, recitados con gran sentimiento e improvisación, notables narraciones convertidas en canciones.
El Perú le entregó su cariño de a gratis
El 5 de de agosto de 1986 podría pasar como una fecha desapercibida para nuestro calendario, pero no para los miles de fanáticos del “Poeta de la calle”.
El niño mimado de la Fania aceptó realizar seis presentaciones seguidas, nada menos que en uno de los principales y más importantes escenarios de la escena musical limeña, El Gran Estelar de la Feria del Hogar.
Miles de seguidores de la música afro-caribeña se dieron cita desde tempranas horas en el recinto ferial durante los días programados para sus presentaciones. Con banderolas y pancartas alusivas, la gente salsera del Callao se preparaba para recibir y corear a voz en cuello los más grandes éxitos de su ídolo.
Las funciones de una hora con diez tuvieron un lleno total. Héctor Lavoe dio cátedra de buena salsa durante casi una semana (del 5 al 10 de agosto), siendo ‘Periódico de ayer’ el tema infaltable en cada una de ellas. Fue presentado por Luis Delgado Aparicio, un gran conocedor de este género y además director en ese entonces del Gran Estelar.
Sus conciertos fueron memorables por el buen uso del refraneo y su gran facilidad para conectarse con el público, en el estado más simple y coloquial, utilizando el lenguaje universal de la calle, la lírica del lumpen. En esas noches Lima y el Callao se rindieron ante él, tanto así que le perdonaron un pequeño desliz mientras cantaba ‘Mi Gente’, pues en una de sus improvisaciones mencionó a Ecuador en lugar de Perú.
Sin embargo, visitar nuestro país era algo que el genial Héctor no tenía en mente, debido a que en una primera oportunidad de acercarse a los escenarios limeños fue timado por un seudo productor de espectáculos, lo cual le dejó un mal precedente de nuestros empresarios.
Además desconocía la magnitud de su pegada entre los fanáticos de la salsa en nuestro país. Lavoe creía que el público peruano tenía otros ídolos, como Rubén Blades.
Este mito se desvaneció cuando pisó la tarima aquella noche de agosto en 1986. Los miles de fans reunidos en el recinto ferial corearon todas sus canciones y vitorearon al unísono del “Chimpún Callao”, a lo que él retribuiría con un sonoro “Perú, los quiero de a gratis”. Días después declararía a la prensa extranjera su experiencia en Lima, “fue una cosa salvaje, me hicieron sentir como en mi casa”.
Todo tiene su final
En pleno auge de su carrera, Lavoe prueba lo bueno y lo malo de la fama, cayendo en los excesos de la droga y la bebida, que sumados a las malas influencias de productores inescrupulosos y a sus tragedias familiares (las muertes de su hijo, su padre y su suegra), dan comienzo al fin de una estrella que va perdiendo poco a poco la luz.
Lamentablemente, durante los años siguientes invadido por la tristeza de la pérdida de su hijo y tras una discusión con su esposa, se arroja desde el noveno piso del Hotel Regency de Puerto Rico (1988). Se salva de milagro, pero los huesos de sus brazos y piernas quedan destrozados. Todos estos sucesos mellaron su salud, su estado de ánimo y su carrera.
Fallece el 29 de junio de 1993, en quiebra y aquejado por males depresivos, producto de su adicción a las drogas, sus problemas personales y un diagnóstico de VIH. Fue despedido por miles de seguidores en su natal Ponce.
Triste final para un genio de la salsa. Sin duda, Puerto Rico y el mundo perdieron a una de las más grandes leyendas de la verdadera música latina urbana, que vivirá por siempre en los recuerdos de sus miles de seguidores.
(Rosa Hermoso Alvarado)
Foto: El Nuevo Día/ GDA
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