Ana Frank y el diario personal que impresionó al mundo
Hace 85 años, un 12 de junio de 1929, nació Ana Frank en Francfort del Meno, Alemania. A corta edad escribió sobre la persecución a los judíos y todo lo que vivió durante la Segunda Guerra Mundial. Gracias a su diario se pudo conocer la percepción de una niña de 13 años sobre este conflicto. “Mis padres solo se fijan en si estoy sana, en que no sea demasiado fresca y en si me divierto”, contaba. Hoy Huellas Digitales recuerda a la pequeña escritora que estuvo escondida en plena guerra durante dos años junto con su familia.
Los padres de Ana, Otto Frank y Edith Holländer, se casaron el 12 de mayo de 1925 en Aquisgrán, Alemania. Después de su viaje de bodas a Italia, la pareja se estableció en Francfort del Meno. Se instalaron cerca de dos años en casa de la madre de Otto. Un año más tarde, el 16 de febrero de 1926, nació su primera hija Margot, quien era ordenada, tranquila, destacada en la escuela y soñaba con ser enfermera.
Después de tres años, el 12 de junio de 1929, una nueva integrante formó parte de la familia Frank: era Ana, quien oficialmente se llamó Annelies Marie. Bromista, intranquila y muy sociable, Ana y su familia tuvieron que enfrentar los serios problemas económicos que soportaba Alemania.
El partido nazi era antisemita y odiaba a los judíos. Para ellos, todos los problemas se solucionarían si no vivieran los judíos en el país. En julio de 1932, el partido de Adolf Hitler ganó las elecciones con 37% de los votos. Otto Frank recordaba que las tropas del NSDAP pasaban cantando ‘cuando salpica del cuchillo la sangre judía’.
Traslado a Holanda
El padre de Ana decidió trasladarse a Holanda en el verano de 1933. Se establecieron en Ámsterdam, donde trabajó en una empresa para la venta de Opekta, un gelificante con el que las amas de casa podían hacer mermelada. Mientras tanto Margot y Ana vivían en casa de su abuela materna en Aquisgrán. En noviembre, su madre encontró una vivienda recién construida en la plaza Merwedeplein.
El 4 de enero de 1934, Margot asistió por primera vez a la escuela Jeker, próxima a la plaza Merwedeplein. Dos semanas más tarde, Ana viajó a Holanda y fue el regalo de cumpleaños de Margot. “Después de lo que habíamos experimentado en la Alemania nazi, en Holanda recuperamos nuestras vidas. Las niñas iban a la escuela y pudimos volver a empezar”, dijo la madre de Ana.
En abril de 1934, Ana comenzó a ir al jardín de infancia de la escuela Montessori. Otto Frank decía que Ana tenía una cualidad bastante molesta: hacía preguntas continuamente, no solo cuando estaban solos, sino también en presencia de otros.
Lo bueno era que toda la familia estaba reunida, aunque los judíos comenzaron a tener más restricciones. Debían entregar sus bicicletas; no podían viajar en tranvía ni en auto; solo podían hacer compras de tres a cinco de la tarde; y estaba prohibido salir a la calle desde las 8 de la noche hasta las 6 de la mañana. No debían ir al teatro, cine, piscina, pistas de tenis o entrar en casa de cristianos.
Rumbo a la clandestinidad
Un día se acercaba el cumpleaños número 13 de Ana, y sus padres se preguntaban qué podían obsequiarle. Entonces decidieron comprarle un diario. Nadie imaginaría que años más tarde sería el libro más leído en el mundo. Ese día, Ana salió con sus amigos a tomar un helado en Oase, uno de los pocos lugares a donde podían ir los judíos.
Sin embargo, malas noticias se avecinaban: el 5 de julio de 1942, a Margot le llegó una citación, al igual que a otros mil judíos de Ámsterdam. Tenía que ir a un campo de trabajos forzados en Alemania.
La familia Frank no permitió que Margot trabaje en un campo de concentración. Por eso, se escondieron en la casa de atrás del edificio de las oficinas de Otto. No solamente estuvo la familia, también hubo amigos. Con lo único que Ana se distraía era con sus estudios y libros. Y como no tenía ninguna amiga con quien compartir sus intimidades, escribió extensas cartas en su diario a una amiga imaginaria llamada Kitty.
Ana también se dedicó a escribir cuentos. Algunos relatos los leía en voz alta a sus compañeros del refugio.
Quisiera ser periodista…
Ana Frank ansiaba ser escritora o periodista al finalizar la guerra. Ella decía que no le gustaría dejar de escribir aunque ejerza una profesión o se desempeñe en alguna otra cosa. “No puedo imaginarme que tuviera que vivir como mamá y todas esas mujeres que hacen sus tareas y que más tarde todo el mundo olvidará. Aparte de un marido e hijos, necesito otra cosa a la que dedicarme. No quiero haber vivido para nada, como la mayoría de las personas”, escribió.
El 28 de marzo de 1944 el ministro holandés Bolkestein anunció que, una vez finalizado el conflicto bélico, se haría una recolección de diarios y otros documentos para preservar la historia del pueblo holandés durante la guerra. Ana se emocionó y todos sus compañeros pensaron inmediatamente en su diario. “Imagina lo interesante que sería publicar una novela sobre ‘la casa de atrás’. El título daría a pensar que se trata de una novela de detectives”, dijo.
Desde ese anuncio Ana tomó en serio su tarea, comenzó a transcribir todo su diario hasta el 4 de agosto de 1944, en que su familia fue detenida.
La partida de Ana
El 8 de agosto de 1944 fueron trasladados en un tren al campo de Westerbork por no haberse presentado voluntariamente. Ana y Margot fueron deportadas al campo de concentración de Bergen-Belsen (Alemania). La tristeza y el dolor de la familia se hacía cada vez más grande. Pasaron los meses y ninguno sabía cómo se encontraban. Hasta que las hermanas Frank no soportaron las condiciones del lugar y fallecieron en marzo de 1945.
Otto Frank fue el único sobreviviente de la familia, había perdido a sus hijas y a su esposa. “Cuando vi que muchos de mis compatriotas alemanes se convertían en hordas de criminales nacionalistas y antisemitas salvajes, me di cuenta de que Alemania no era el mundo y abandoné el país para siempre”, dijo.
El 25 de junio de 1947 Otto Frank publicó el diario de Ana en Holanda, con el título de ‘La casa de atrás’. Esta pequeña dejó su diario para no olvidar cada uno de los momentos que sufrieron los judíos. Hasta el día de hoy, Ana es recordada por sus cuentos, frases y su gran historia, que grandes y niños leen. Un diario personal que pasó a ser parte de todos.
María Chávez Chuquimango
(Archivo El Comercio)
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