Memorias de la intensa vida de Oriana Fallaci
Hace 85 años Italia parió a una de sus hijas más polémicas, Oriana Fallaci. Mujer de guerras, maestra de la entrevista y crítica feroz del islamismo radical. Su curiosidad y coraje la llevaron a sentarse frente a poderosos políticos como Henry Kissinger y Yasser Arafat, entre otros. Aquellas conversaciones históricas quedaron registrados en su famoso libro “Entrevista con la Historia”. En el 2006 el cáncer se la llevó; sin embargo, su obra sigue vigente.
Oriana Fallaci detestaba las entrevistas. Comenzando por las que hacía a los poderosos de la tierra, así los llamaba; tampoco quería ser entrevistada, decía que manipulaban sus respuestas. Sin embargo, fue el género periodístico en el que más se lució. Para Fallaci un periodista tenía que introducirse, hundirse en el corazón del entrevistado, y ella supo cómo hacerlo, sus históricas conversaciones a veintiséis personajes políticos del mundo son prueba de ello, quedando como registro su libro “Entrevista con la Historia” (1974).
Era de esas periodistas polémicas y confrontacionales, siempre daba que hablar, y si era en la boca de los poderosos mejor. Alguna vez Henry Kissinger definió la entrevista que le hizo la italiana como “la conversación más desastrosa que he tenido con un miembro de la prensa” a lo que ella no manifestó su malestar sino su total de acuerdo. Durante sus años gloriosos, en 1979, fue una de las pocas mujeres a las que el ayatolá iraní Jomeiny concedió una entrevista. Su fama se acrecentaba cada vez más.
Entrevistando también conoció al compañero de su vida, Alekos Panagoulis por la década del 70. En su nombre escribió la novela “Un hombre” (1979) donde cuenta la vida de este héroe de la resistencia griega quien murió el 1 de mayo de 1976 en un accidente automovilístico.
Fallaci también sabía de guerras, fue corresponsal y siguió todos los conflictos de nuestro tiempo, desde Vietnam hasta la guerra del Medio Oriente. Y cómo no estar tan involucrada si toda su vida desde muy pequeña giró entre la paz y la guerra. Recuerda que su padre fue arrestado y torturado por los nazi-fascistas, desde entonces se unió a la resistencia, su nombre de guerra fue Emilia y tenía 14 años.
Para ella era todo un orgullo ser un soldado italiano, como anécdota cuenta que al salir le dieron 14,540 liras que no sabía si aceptar o no a lo que dijo: “Me parecía injusto aceptarlas por haber cumplido mi deber con la patria. Pero las acepté. En casa, nadie tenía zapatillas y con ese dinero las compramos”.
En 1968 fue testigo de la Masacre de Tlatelolco, en México, donde resultó herida. En su libro “Nada y Así Sea” comenta no haber visto, ni siquiera en la guerra, una matanza de esas magnitudes. Su intensa vida periodística le permitió vivir de todo, pero como nada es perfecto, había algo que siempre anheló y le fue ajeno: la maternidad.
Alguna vez confesó que envidiaba a las mujeres que tienen hijos: “Una mujer que lleva dentro otra vida tiene algo poderoso, triunfal, de una belleza incomparable. Nunca he podido tener hijos, se morían antes de nacer. Me pesa no dejar al menos uno”. Sus hijos eran sus libros, siempre lo dijo. A propósito de estos sentimientos en 1975 publicó “Una carta a un niño que no llegó a nacer” un libro sobre la experiencia personal de un embarazo y un aborto, su primer best seller mundial.
En la década del 90 decidió alejarse del periodismo y dedicarse a escribir, se instaló en Manhattan completamente sola, pensaba que la iban a matar. Para esos años la enfermedad del cáncer ya la estaba acechando recuerda que escribía y tosía, pero eso no importaba, dejó de ir a los médicos para seguir escribiendo “La Fuerza de la Razón”, era tan incomprensible que su familia llegó a maldecir el libro: “Maldito, tú eres el responsable” decía su hermana Paola.
En su libro “Oriana Fallaci se entrevista a sí misma” confesó que sus años más felices no eran cuando daba la vuelta al mundo y escribía para los periódicos sino cuando estaba a solas consigo misma y escribiendo sus novelas. Suena extraño viniendo de una periodista como Fallaci. Sin embargo, había un personaje por el que regresaría a las entrevistas, se trataba de Osama Bin Laden.
A quien lo odió más cuando lo vio por televisión aquel fatídico 11 de setiembre de 2001: “Se reían de los muertos (de las torres gemelas), se reían y entonces sentí crecer en mí una repulsión física” confesó en su libro “La Rabia y el Orgullo”. A la mujer que ya no le sorprendía nada en su vida, aquel día esa idea cambió.
Sus últimos libros, desde el 2001, eran una crítica al islamismo radical, la llamada “Eurabia” (Europa más Arabia), un continente que según ella se está convirtiendo “en una provincia del Islam, una colonia del Islam”. Alguna vez dijo: “Nuestro primer enemigo no es Bin Laden, ni Al Zarqaui, es el Corán, el libro que los ha intoxicado. Parecen realmente integrados en nuestra sociedad. Pero, al mismo tiempo, siguen pegando, humillando y, a veces, matando a sus mujeres”.
En el 2006 a los 77 años murió de cáncer en un hospital de Florencia. En sus últimos días no se dejaba ver y apenas hablaba con alguien. Hoy sus libros, o sus hijos como ella los llamaba, prolongan su existencia.
(María Fernández)
Fotos: Agencias
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