44 horas de terror en el Achille Lauro
Palestina ha utilizado distintos medios para expresar al mundo su deseo de existir como Estado. El 7 de octubre de 1985 cuatro milicianos palestinos asestaron un golpe inesperado a Occidente para reclamar a Israel la liberación de 50 “prisioneros políticos”. El crucero Achille Lauro, botado en Holanda en 1946, fue el objetivo de esta misión. A bordo se encontraban en ese momento 511 personas. Frente a las costas de Egipto, cuando la embarcación navegaba entre Alejandría y Port Said, el comando de asalto puso fin a las paradisíacas vacaciones de cientos de turistas, que habían empezado en Génova tres días antes. Los “piratas”, que pertenecían al Frente de la Liberación por Palestina (FLP), amenazaron con ejecutar a los pasajeros si no se aceptaba sus exigencias. Así empezó el drama del Achille Lauro.
Tras hacerse pasar como turistas, el grupo de ataque inició la operación a la 1:15 de la tarde. Empezaron a disparar con sus metralletas y fusiles en todas las direcciones. De inmediato el segundo en el mando llamó al capitán y le avisó sobre el tiroteo. El capitán Gerardo di Rosa se trasladó desde el puente superior del barco, en la proa, hacia el puente inferior, en la popa. En esos breves segundos empezó a oír más descargas e impactos de bala. Los secuestradores, que estaban armados con fusiles kalashnikov y granadas, corrían a través del barco amedrentando a los viajeros y exhibiendo sus explosivos.
Cuando tuvieron controlada la situación, reunieron a los pasajeros y tripulantes en el comedor, y luego subieron al puente de la nave. En esos momentos uno de los secuestradores disparó sobre la cubierta gritando frases en lengua árabe. Otro de los “piratas” exigió a di Rosa que tomaran dirección hacia Tartus. En medio de la dramática confusión, el telegrafista lanzó un S.O.S. antes de ser neutralizado por los asaltantes.
Conforme pasaron las horas el caos amenguó y el trato hacia los pasajeros fue normalizándose, sobre todo con los italianos. Contrariamente, existió una actitud hostil con los viajeros de otras nacionalidades. Sin embargo, tanto unos como otros fueron conminados a permanecer en sus camarotes.
El Comercio informó del hecho en su portada, alertando sobre la posible presencia de dos connacionales entre los cautivos: “Dos peruanos en trasatlántico que secuestró FLP”. Y aunque efectivamente Adriana Gamarra de Carbonell y su hijo Jorge Carbonell habían iniciado la excusión, ambos habían decidido llegar a Puerto Said por tierra y no a bordo del Achille Lauro, salvándose del terrible episodio.
A las 24 horas del asalto el capitán di Rosa envió un mensaje desesperado: “Aquí el Achille Lauro. Tenemos a bordo un número indeterminado de palestinos que reclaman la liberación de 50 de sus detenidos en Israel. Pónganos en comunicación con una radio de El Cairo”. Yasser Arafat, rostro visible de la OLP, Organización para la Liberación de Palestina, tomó distancia de los hechos y deslindó de la autoría intelectual del secuestro, mientras en el crucero un tal comandante Omar se identificaba como el cabecilla del grupo de ataque.
Apenas confirmado el secuestro los gobiernos y las organizaciones involucrados echaron a andar sus estrategias políticas de acción y comunicación. Italia alertó a su Ejército, la OLP se ofreció como mediador y Egipto envió sus barcos para localizar la nave atacada; mientras tanto Estados Unidos condenó el hecho y se mostró vigilante.
Muerte en cubierta
Los acontecimientos, de por sí violentos, pasan a teñirse se sangre. El 9 de octubre el primer ministro italiano Bettino Craxi informó sobre el asesinato de un pasajero judío a bordo del buque, diluyéndose así las esperanzas de un final incruento. La información había sido proporcionada por el capitán de la nave a través de una comunicación telefónica. Sorpresivamente, ese mismo día los milicianos palestinos se rendían a cambio de la entrega de unos salvoconductos para abandonar Egipto.
La única víctima de la crisis de rehenes había sido el ciudadano estadounidense León Klinghoffer, de 69 años, quien utilizaba silla de ruedas, y estaba acompañado por su esposa Marilyn. Uno de los secuestradores, aún con la ropa ensangrentada, confesó el crimen al capitán de la nave. Una radio libanesa propaló la misma versión, indicando que el miembro del comando palestino había golpeado en la cabeza a un pasajero y lo había tirado al mar.
Durante 44 horas el terror y la angustia gobernaron la nave de 23.000 toneladas en medio del mar Mediterráneo, que tras ser liberada enrumbó hacia Puerto Said. Al día siguiente, el 10 de octubre, cazas F-14 de la aviación estadounidense interceptan el avión de Egyptian Airlines que transportaba a los cuatro secuestradores y lo obligan a aterrizar en Sicilia.
El presidente de Estados Unidos Ronald Reagan declara que “este era un mensaje a los terroristas del mundo, quienes pueden huir pero no desaparecer”. En tanto las autoridades italianas anunciaron que procederían a juzgarlos por los delitos cometidos. “Terminó odisea para 511 rehenes de buque italiano”, publicaba el Decano en su portada ese mismo día.
El 30 de noviembre de 1994 el buque italiano fue consumido por las llamas y se hundió frente a las costas de Somalia. Por su parte, Abul Abbas, el hombre que maquinó la operación contra el Achille Lauro, es detenido por fuerzas estadounidenses en Bagdad un 14 de abril de 2003.
(Miguel García Medina)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
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