Brownies para principiantes
Piensa en tus tardes de adolescencia. En esos primeros antojos de ingesta calórica y desmedida. En la ansiedad, casi desesperación, por sacar el pastel del horno y comerlo caliente. Acuérdate de cuando caminabas varias cuadras para llegar a la bodega y comprarte (con la propina que a veces caía) esos dulces que no podían faltar en tu dieta diaria. Sí, dije diaria. Fui muy, muy golosa. Recuerdo cuando un sol era lo único que necesitaba para armar mi combo perfecto: Pícaras y Picolín. Luego estaban los días en los que algún tío te regalaba cinco soles para que “te compres algo rico”. Una fortuna. Porque yo estudiaba, analizaba, dividía y calculaba hasta el último centavo para hacer que esos soles rindan. Rindan en chocolates, principalmente.
Ay, el chocolate. Mi primera pasión.
Entre los 11 y los 15 años debo haber conocido el nivel más alto de azúcar que un cuerpo puede recibir sin llegar al coma. Solo se es joven una vez, ¿no?. Durante esos años fue, precisamente, que empecé a experimentar en la cocina. La repostería era mi objetivo. Pero yo era desordenada; me gustaba improvisar. Y esa fue la primera lección que aprendí cuando me decidí a conseguir que mis postres quedasen bien. NO SE JUEGA CON LAS FÓRMULAS. Hay equilibrio, belleza, casi perfección en los procesos que transforman algunos cuantos ingredientes en objetos de deseo y gula. Por eso, cuando quise hacer una crema pastelera y sustituir la maicena (porque no había en casa) por más harina, fallé. Fallé también cuando preparé una torta de peras, pero en vez de peras utilicé mangos. “¿Por qué no, si también es fruta?”, pensé. Error. Ni yo ni la amiga que me acompañaba (hola, Marita!) hemos olvidado las consecuencias de ese día. Pero de todas las recetas que alguna vez intenté, hay una que ocupa un lugar especial en mi corazón.
La de los brownies de alguna tía misteriosa, cuyo nombre desconozco hasta hoy (creo que era una tía abuela, pero no me hagas caso porque en lo único en lo que pensaba en esa época era en el chocolate), que pasó la receta a otra tía, hermana de mi mamá, quien hizo lo mismo conmigo y mi hermana Sandra. Era una receta de brownies muy básica: harina, cocoa, mantequilla y huevos. La sabía de memoria. Y éramos tan flojas, que la preparábamos en el microondas. Como escuchas. Dos hermanas hambrientas saciaban su apetito por el dulce preparando brownies de microondas. Y había más. Si no los comías en 5 minutos, se ponían duros como piedra. Imaginarás la cantidad de pijamadas que los tuvieron de protagonistas. Bien o mal, los brownies de chocolate definieron mi adolescencia y por eso se merecen todo mi respeto.
Ese respeto se traduce en una receta que se fue perfeccionando con los años. Ahora se hace en el horno, como Dios manda. Y es la oportunidad perfecta para cocinar con las niñas de la familia. Tus hijas, hermanas, primas, sobrinas. Sin ser una receta de tradición, es una receta de familia a su manera.
Con valentía, reuní a dos adolescentes (mi segunda hermana, Maria Grazia, de 14, y mi prima Sabrina, de 13) y a una pre-adolescente, mi ahijada Josefina, de 8 años. Las llevé al mercado, receta en mano, para que me ayuden a comprar. Aquí va una confesión: de niña, yo odiaba los mercados. Cada vez que lo cuento me imagino en esas escenas de las películas, cuando los grupos de autoayuda se reúnen y la gente se levanta a contar sus secretos.
-“Hola, me llamo Nora…”
-“¡Hola Nora! Bienvenida, vamos tú puedes, solo suéltalo”, dicen todos.
-“Me llamo Nora y de niña odiaba los mercados”
-“¡Bien por ti Nora!” “¡Así se hace!” “¡Es mejor decirlo!”, aplauden y vitorean mis amigos imaginarios.
Entiendes la idea, ¿no?. No podía ni siquiera entrar. La imagen de los pollos abiertos, exponiendo sus vísceras me traumó a una edad temprana. Pobres pollitos, no es su culpa, pero yo era muy sensible. Llegar a la puerta del mercado con mi abuela o mi mamá significaba que cierre los ojos, me prenda de su brazo, y entre temerosa de mi destino. Algunas décadas después, la figura es otra. El ambiente compuesto por sacos a granel, colores y olores frescos no lo cambio por nada; te sientes, de alguna manera, en casa. Quedarte conversando con las caseras (poder utilizar la palabra “casera” en un contexto real me encanta), comprarte un par de panties en el puesto de ropa para mujeres (que todos los mercados tienen). Esas cositas.
La tarde del sábado Josefina paseaba por el mercado con naturalidad. “¿Podemos comprar papitas fritas también?”, me dice. ¿Por qué no? Como dije arriba, solo se es joven una vez.
Para preparar los brownies necesitas:
1 taza de harina sin preparar.
½ de taza de cocoa en polvo.
¼ de cucharadita de polvo de hornear.
1 cucharadita de sal.
1 taza de azúcar (puedes mezclar ½ taza de azúcar blanca y ½ taza de azúcar rubia)
½ taza de mantequilla derretida (aprox. un paquete de 100 gramos)
2 huevos
1 cucharadita de esencia de vainilla
¼ de taza de yogur natural o leche, lo cual equivale a unas 4 cucharadas. Le da una suavidad especial al brownie, pero puedes omitirlo si te gusta más “chocolatoso”.
-Primero, enciende el horno a 180° C y deja precalentar. En un recipiente -que llamaremos recipiente 1- mezcla la harina, cocoa, polvo de hornear y sal.
-En otro recipiente -recipiente 2- mezcla el azúcar con la mantequilla derretida. Tremenda dupla. Incorpora los huevos y la esencia de vainilla.
-A continuación, añade la mitad de la preparación del recipiente 1 al recipiente 2. Mézclalo bien. Si quieres añadir las cucharadas de leche o yogur, este es el momento para hacerlo. Añade la mitad que te queda y vuelve a mezclar. No es una mezcla muy agradable de aspecto, pero confía: todo mejora después.
-Enmantequilla una bandeja cuadrada. Vierte la preparación, asegurándote de repartirla bien.
-Llévalo al horno por unos 40 minutos. El tiempo dependerá del horno y del pyrex (yo usé uno de 40 x 30 cm) así que es muy importante que vayas revisando. Ve chequeando metiendo un cuchillo en el centro para ver si ya está cocido. No olvides dejar que se enfríe antes de cortar. Listo, ¡brownies a la mesa!
Ahora viene la parte divertida. Aquí es cuando incorporé un toquecito distinto a la receta clásica. Te sirve por si quieres “pimpear” un poco los brownies, impresionar a alguien o simplemente ceder ante lo que es absolutamente delicioso y darte un gusto. Si te gusta el cheesecake, esto te va a encantar. Pero advierto, solo para golosos.
Puedes servir los brownies con una crema de chocolate hecha con queso. Para eso necesitas paquete y medio de queso crema, media cucharada de esencia de vainilla, 1 taza de azúcar en polvo (esto es SÚPER importante, porque de lo contrario te quedarían grumitos) y media taza de cocoa en polvo. Puedes mezclarlo todo a mano…o usar la batidora como hicimos nosotras.
Si te queda muy espeso, añade un chorrito de leche. Sirve los brownies con una cucharada encima.
Y sonríe.