Escribir para servir
“Escribo para que me quieran”, dice un escritor. Otro sostiene que es una manera de volcar sus demonios y un poeta señala que fabricar poesía lo hace feliz. Puede que así sea en todos los casos y que el conjunto de respuestas tenga validez. Pero no hay respuesta más sublime que aquella que le escuché a un columnista: “Yo solo escribo para servir”. Sí, “servir”, palabreja rara para algunos, pero plenamente vital.
Leo una entrevista que le hizo décadas atrás Hernán Alva Orlandini (“Un alto en el camino del Perú”. 1978) a Luis Alberto Sánchez y en ella el viejo tribuno esgrimía ideas que quiero retransmitirlas por si sirven a algún aspirante a legislador, escritor, jurista, periodista, científico o, simplemente, intelectual (o para lo que sirva usted, en realidad, porque para ser buen padre o buen hijo o ciudadano caritativo se sirve también).
Decía Sánchez que nuestra tarea “no es conquistar el éxito sino servir y para servir hay que tener desprendimiento”.
Le preguntan a Sánchez sobre el éxito y responde: “El éxito es servir. Servir en cualquier capacidad. Realmente gozo sirviendo, me molesta mucho cuando no puedo servir. No me ha interesado mucho el sobresalir. Y he sobresalido sí. Pero yo creo que por razón de que no lo buscaba. Y hoy mismo no busco la figuración, lo que me interesa es seguir sirviendo y seguir haciendo cosas”.
El viejo parlamentario no se daba tregua y decía: “Cuando era muy niño leí, en un libro de Albert Malet en “La Historia Moderna” (1915), un relato sobre la vida de Luis XIV y la expansión colonial de Francia, bajo el ministerio de Colbert. Y a Colbert le llamaban “el buey de trabajo”. Y en ese libro se pinta una escena en la que Colbert está trabajando (trabajaba de sol a sol), creando una Francia expandida. Y una señora fue a pedirle algo y le dijo “de rodillas voy a pedir, señor ministro”. Y entonces Colbert se pone de rodillas ante el estupor de la dama y le replica “de rodillas le pido más bien que respete mi tiempo””
Decía Sánchez que el suyo era “un genio de obrero”, le gustaba siempre hacer cosas. Y este tramo habrá de ser útil a quienes superan la séptima década: “Y si he estado en el Parlamento, estoy siempre haciendo cosas. Y ahora a los 78 años si vengo a este Estudio, es para hacer cosas, nunca pasando el tiempo. Me gusta servir, me gusta trabajar. Creo que es una mística, como cualquier otra”.