Piezas para una historia
Al decir verdad tenía muchos relatos que se entrecruzaban y ningún tejido narrativo que diera coherencia al conjunto. Según el profesor X, el eje no debería ser el amor sino la guerra. Yo creo que el mejor eje es la historia de amor en medio de la guerra.
Pero si prescindimos de la guerra, mejor aún. Me sugirió que recordase de entre mis propias historias de amor aquella que me inspirara en la trama. Repasé algunas de ellas con nostalgia y remembranzas dulces, pero le dije que mi mejor historia de amor está aún por venir. Siempre la expectativa opera mejor que el recuerdo.
“En ese caso, piensa en alguien por quien hoy guardes secreta admiración y fantasea una historia de amor”, dijo alisándose el bigote.
Asentí y señalé que mejor es la realidad, que las fantasías son muy vagas, aéreas, infantiles. Y además no necesitaba una musa para la novela, ellas ya de por sí son escasas para la poesía.
- ¿Por qué dices que son escasas? -preguntó.
- Porque una musa está muy lejos de lo prosaico y banal. Tendría que ser muy delicada. No diré un ángel, pero…
Aunque admití que si caben en mi mano algunas de ellas que conozco de cerca o lejos, suma y suma las hay.
X me dijo que mejor olvidara el asunto, que el dulzor (Sic) de un amor nuevo podría echar a perder mi historia, que quizás era mejor separar la ficción de la vida real. El profesor retrocedió, trató de remendar el asunto, quizás temió que mi propensión al romanticismo me llevara por caminos peligrosos. Fue cuando viró la vía hacia el tipo de narrador en la novela. Según él, el narrador en primera persona es más intimista y verosímil….
Mientras desarrollaba el tema yo me anclé en el asunto anterior…
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