Redes sociales
Puede ser una necedad, pero según X, nada hay peor para un escritor que las redes sociales. Yo tengo mis cuentas y me lanzo al mar con mis confesiones a cuestas, le dije. A su decir, el escritor debe estar libre de esperar la aprobación de la tribu.
“Si publicas una reflexión aguda, soberbia o audaz es posible, aun con esas, que no seas beneficiario de algún providencial like o de un comentario que te conecte con el otro lado. Serás un solitario que aguarda…”.
Fingí no escucharlo, aunque confieso que mi cuenta personal no es la más popular y que no existe una razón válida para que la sea. No veía cómo una frustración tan nimia podría afectarme como autor. Quizás, el facebook te adiestre en el arte de no esperar nada de nadie, en la habilidad para ser indiferente a la respuesta de un auditorio oculto, te haga más fuerte. Así que yo lo veía de otra manera. En la vida, además, hay que curtirse.
X cerró su cuenta cuando descubrió que la injuria tiene público, como lo tiene la maledicencia o como lo tiene la belleza o la fama. Ser muy cortés o aspirar a lo sublime en las redes es perderse en la selva espesa, lejos de la civilización, en la sombra y más si eres un anónimo sin micrófono, columna o marquesinas. Sus posts sobre el amor y la libertad no capturaron la atención de nadie, debía ser perverso y audaz, hacer daño para darse a notar.
Yo estaba tentado a seguir sus pasos porque la aspiración de un escritor, como la de un navegante de las redes, es tener seguidores como fans tienen las estrellas. Pero de estrellas apenas el chichón por el golpe de la caída de ayer. X llegó a convencerme de abandonar las redes, pero sin desearlo, me persuadió también de abandonar la literatura.
Los lectores son como los seguidores. Los críticos son como los seguidores. Los otros escritores son como los seguidores. Si ellos no te siguen, habrás sido derrotado en mala lid. Aquella fue una brecha en la redacción de mi novela. Mi gurú literario, al disuadirme de tener una cuenta en facebook, me desalentaba de seguir escribiendo mi novela, un pensamiento me llevó a otro: ¿Y si como en el facebook mi novela no logra ventas? ¿Y si los críticos me ignoran y el recuento anual es una victoria ajena? ¿Y si los escritores se callan ante mi obra o solo cruzan el río para vilipendiarla o darle con palo muy a la mala? No pertenezco a círculo literario alguno.
No soy sino la sombra que curva la calle y, quizás, antes que exponerme en esa vasta yerma lo mejor sea abandonar la aspiración. (X, ya ves, todo por explicarle a tus discípulos del taller sobre los riesgos de tener una cuenta en facebook).
Confieso que aún los fantasmas de la duda me acechan. Mientras pujo por la edición de mi poemario como paso previo a mi novela, me tienta correr, pero de los versos no me corro y, menos aún, si son un homenaje póstumo a mi padre. La fuga es, en ocasiones, un preventivo contra la soledad y el dolor. Eso.
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