Dos maneras de vivir
Cada vez que evalúo la vida aparto a Séneca, Sócrates y Kant y busco a Sofocleto. Lo hago por una razón especial (y no es que haya dejado la poesía detrás): el mundo se compone de los que sufren por los parlantes y de los que gozan del festival. De los que se enamoran y de los que son objeto de deseo, de los que escriben cartas y poesía y de los que las inspiran. Incluyo los que corren la carrera y los que esperan sentados en la meta. Sanchos victoriosos y Quijotes fracasados. Bueh…Podría seguir.
Perdonen el término, pero los primeros son los que el comediante peruano (cuyo libro tengo entre manos) llamaba “los cojudos”. Los segundos son inclasificables, pero tienen una risa en la cara.
Bueno ¿Y qué decía Sofocleto en su clásico del humor inteligente?:
“ Al cojudo de profesión le ponen cuernos, lo estafan, lo asaltan, le embarazan a la hija y le devuelven a la hermana. Tiene tías solteronas y va al circo solo, porque se encandila con el payaso, el trapecio y los leones. Es siempre el último de la cola, el que pierde la lotería por un número y camina como pato porque sufre escaldadura crónica…”.
Sofocleto traza la línea para definir al “cojudo” según su edad: “ El cojudo llega a su clímax sobre los treinta años y alcanza la apoteosis a los cincuenta y nueve. De los sesenta para arriba es lo que se llama ‘un viejo cojudo’, lo cual significa que no le falta sino cometer la Gran Cojudez Final que cierre con broche de oro su carrera, antes que algún pendejo de la familia consiga meterlo en el manicomio bajo los cargos de Arterioesclerosis Generalizada”.
Mejor torno mis pasos a la poesía ¿O dije que los poetas entran en la clasificación?