Polémico asunto
Algunos saludaron la crítica de este autor a la obra de Teatro “Chico encuentra chica”, una excelente puesta en escena que aborda el tema del acoso sexual y que le recomiendo no perdérsela. Varios de mis lectores que disfrutaron esta magnífica obra me enviaron algunas interrogantes que por esta misma vía trataré de responder…en cuatro actos:
1. ¿En qué se diferencia el acoso sexual de ”Chico encuentra chica” del que se acaba de abordar a través de una ley en el Perú?
El primero es un acto reiterado, intrusivo, agresivo, persistente y en contra de la voluntad manifiesta de la agredida. Es grave en su sustancia.
El segundo es un acto callejero episódico, un silbido, un gesto, una palabra. Aunque la connotación sexual y la agresión sea denigrante, hay sutiles maneras de distinguir caso por caso y allí es que comienzan los problemas. Una mirada persistente o un piropo cuya elegancia se pueda discutir pueden derivar en consecuencias desproporcionadas con relación a la supuesta causa que las generó ¿Cómo se definen los alcances de lo condenable? ¿Cómo se prueba? ¿Cuál es la garantía de que no medie la subjetividad equívoca o el chantaje? Bien que exista una ley frente a los depravados que enseñan los genitales, a los groseros agresivos, a los feroces lumpenes de la falsa galantería, a los bárbaros de la calzada; hay que sancionarlos, pero estos no parecen ser los únicos supuestos, la norma podría ser elástica y, como bien sabemos, algunas regulaciones que ensanchan los extremos pueden resultar ineficaces.
2. ¿El acoso sexual en la obra de Teatro ocurre desde el momento en el que el protagonista no se detiene en la línea del Stop establecido por ella, como tú dices?
Sí. Cuando la protagonista dice “No te quiero en mi vida”, aquella línea se vuelve visible. El sujeto no puede transponer esa línea, si lo hace se convierte en un acosador. Todo cortejo válido entraña una voluntad doble, a veces tácita, pero subyace siempre un acuerdo implícito. No hay romance a solas. La ambigüedad puede regir al principio o la elusión ser incierta, pero hasta que la línea no haya sido marcada explícitamente por ella el terreno sigue siendo tan amplio como promisorio. Él puede ser no más que un pretendiente empecinado y potencialmente victorioso. Sin embargo, debe tener claro cuándo debe detenerse y dar el juego por perdido. El “No” es determinante, es lo que marca la diferencia.
Algunos se percatan con razón que en perspectiva de justicia, el protagonista de esta buena obra que comentamos puede ser una víctima al inicio. Es un punto de vista original que debo admitir. En efecto, él no persigue el cuerpo de la dama, no va tras un objeto, no la cosifica, su pecado remisible es “acercarse sin espaciar los tiempos”, cosa que hace todo galán entusiasta en un inicio. Más aún, él la entiende a ella como un sujeto y su ratio es conocerla, acercarse, plantear actividades comunes. Nada que no pueda dosificarse con una simple llamada de atención. Incluso, in extremis llega a plantear como alternativa de derrota la opción de la sola “amistad” como la única vía para no perderla. Hasta allí no existe un crimen o un atisbo de canallada, ni una sola razón de descarte más que la pura voluntad de ella y ya saben como llamamos a la “pura voluntad”.
Del ninguneo fiero a la invisibilización del sujeto, del virtual desprecio a su condición intelectual o a su posición en la vida hasta su denigración final solo mediará un paso (esto se aprecia en las primeras escenas). Ella no lo quiere en su vida en ninguna de las categorías de la relación humana (amistad, amor, cercanía, sociedad, etc). Pero nadie lo plantea así, no es políticamente correcto apiadarse de él ni aún en las primeras vistas. Pero, la deshumanización también opera en el desprecio de una persona a través de la negación absoluta. Cuando esta es injustificada y apenas sustentada en la libertad (o en la “voluntad pura”), resulta caprichosa y arbitraria. La calificación moral del hecho es, por tanto, ambivalente: la libertad legítima de excluirlo a él del espacio de su vida no descarta por el lado de ella el fenómeno de la deshumanización y denigración inicial del sujeto.
Si bien cada persona es libre de elegir su entorno, tal libertad no elimina el supuesto explicado. Ella lo niega, lo invisibiliza, lo convierte en “nadie” y, por tanto, lo saca del margen de lo “humano apreciable” para convertirlo en un “mueble descartable”. Si no es deshumanización ¿Cómo podríamos llamar a aquel proceso en el que un ser humano pierde todo su valor como tal y se convierte en un objeto prescindible? La dignidad es genérica, no tiene etiquetas ni exclusividad. Y, en el caso particular, no nos referimos a un villano o a un criminal, sino a un sujeto común y hasta simpático que, tras la negación absoluta y abrupta, se torna en poco menos que un monstruo.
Nadie te obliga a aceptar a una persona en tu vida, pero…ceteris paribus.
3. ¿El stalker es siempre un desquiciado?
Interrogante válida. No necesariamente todo acosador de esta laya es un psicótico. Los sentimientos pueden en sus extremos lindar con una suerte de locura pasional y ceguera circunstancial que lleva al sujeto a confundir el cerco infernal con simple perseverancia amatoria. Ocurre que ella ve lo que él no ve y viceversa. La patología es un tema que debe ser abordado aparte. Se cuentan casos conocidos de obsesiones psicopáticas donde las víctimas suelen ser estrellas de Cine o Televisión. Pero estos son la excepción. Lo común es la pasión persistente de sujetos comunes cuyo error es no saber distinguir la línea de pare.
4. ¿Las visiones de género se excluyen entre sí?
No. El equilibrio siempre es el punto de encuentro entre los puntos de vista. No hay equilibrio sin comprensión, sin empatía, sin conciliación. La imposición nunca nos conduce a la verdad, tampoco el miedo, el mito, la demagogia o la pasión, menos el sexismo de cualquiera de los dos lados. Siempre las personas se excluyen entre sí, en muchos casos por razones claras o aparentes; a veces, sin justificación, pero justo es saber separar la cizaña del trigo. Un malhechor que accede al círculo personal debe ser separado rápidamente de él, es claro, pero ¿Cómo justificamos que una buena persona sea convertida en un cero sin más razón que la pura voluntad? Hay casos y casos, la vida es compleja y es precisamente allí, en esas zonas multiformes donde la teoría ni la ficción ni la ley pueden generalizar.