El hombre que se preocupaba
Un hombre corría crispado. Su corazón era una tormenta. Vivía del día por venir. A aquel y al que no despierta, que despertar es vivir, va dirigido este fragmento de artículo escrito por Mariano Iberico para El Dominical del diario El Comercio en 1953.
Sobre el tiempo
Hay una época del hombre en el que el presente reivindica su derecho a ser plenamente disfrutado y vivido. En esa época, ni la nostalgia del pasado ni el temor del futuro destruyen el equilibrio en que la existencia se posee a si misma sin la oscura intervención de la nada, la perfección de ese largo momento en que el tiempo parece haberse detenido. En esa época, en ese momento que no puede ser medido, las cosas tienen un incomparable sabor de madurez, las obras y los actos alcanzan toda la calidad y la significación de que son capaces, y el alma y el cuerpo pueden poseer sin inquietud y en calma los más preciosos bienes de la contemplación, del amor o del placer.
La nobleza de ese presente es por el doble sentido del tiempo y es la conjunción de estas dos formas y realidades de la vida y del alma: la sencilla aceptación de la existencia y la preciosa donación con que las cosas se entregan a nosotros.
Su poesía reside, tal vez principalmente en una mezcla, en una gota de nostalgia y angustia que se diluye en la copa de esta serenidad.
La respiramos en el perfume de las flores, la gustamos en el sabor del vino, la sentimos imperceptiblemente en la magia del paisaje”.