Humanismo
Ninguna doctrina tiene validez sin humanismo, si no cumple la máxima kantiana que nos advierte que el hombre no puede ser un medio sino un fin en si mismo.
La sensibilidad por el padecimiento del otro es una rareza. La misericordia, la compasión, solo son componentes fundamentales de almas especiales. En la modernidad el hombre, unamuniano, aquel de carne y hueso, concreto, que siente, espera y sufre, es un individuo, una unidad contable, un número, una pieza en el engranaje social e, incluso, un bien fungible.
Desde la derecha a la izquierda, cualquier pensamiento que tenga al hombre por elemento, es una poética inútil, una generalización. En el socialismo es el sujeto que no elige su vida, cuyo sino es un Estado que elige por él y que concibe la felicidad como un discurso oficial. En el otro extremo es un sujeto que elige siempre teóricamente (Sartre decía que era una condena), pero ¿elige siempre? ¿En un mercado, el pobre, el rico y yo elegimos realmente? ¿Tenemos la misma libertad? Todo depende de la capacidad de llevar cada elección al plano de la realidad sino la libertad se queda en el plano de la categoría pura. El que tiene recursos elegirá plenamente, tomará todo lo que ve a su paso. El más pobre elegirá en teoría lo que no puede tomar, su libertad es una categoría vacía, la suya no es una elección sino un simulacro.
La única libertad plena, a la final, es la de pensar. Yo soy libre cuando pienso y escribo y cuando ninguna entidad me fuerza a corresponder a su pensamiento o me amenaza por discrepar. Yo puedo ajustarme de palabra y hasta constreñirme o simular, pero seguiré pensando como pienso, como ser racional libre, esa es la esencia del liberalismo. Ni en el encierro ni bajo la tortura creeré en la maldad, la indiferencia, el crimen, la falta de compasión o la indignidad como ideas eje de una sociedad. No sería yo de propugnar lo que me parece incorrecto. La libertad material, por su parte, es una lucha, o acaso, una utopía en un mundo desigual, cuyo sistema educativo es el que debe igualar. Las oportunidades constituyen el campo donde toda elección y toda libertad se ejerce más allá de una pantomima.
Una doctrina sin humanismo, sin tolerancia, sin misericordia, sin paz, sin admisión del hombre total (que no es maquinaria ni objeto) es una teoría que no reposa sobre el pilar que debe sostenerla: el hombre, sí, ese hombre total de carne y hueso, de sangre y nervios, que batalla día a día por su familia, que ama y que sufre, que pierde y que llora, que teme.
Sin el hombre integral, la ideología no pasa de ser una poética, en ocasiones disfrazada de razón.