Víctima de las promesas
Un superequipo y un club serio. Esas fueron las promesas que se hicieron al pueblo crema a finales del año pasado que a la fecha siguen lejos de cumplirse. En la cancha las superestrellas juegan como si valieran el mínimo, en manos de un técnico que aunque viste de terno, sigue creyéndose jugador. Y los que ofrecieron armar una potencia invencible, un Barcelona sudamericano, andan con la billetera en rojo, tapando huecos, fabricando excusas, mintiendo, agraviando, dando vergüenza.
El manotazo de Raúl salvó una tarde que pintaba oscura. Y punto. Más para festejar no hay. Entre la ‘U’ que venció con el último suspiro al Boys y esta que solo disparó dos veces al arco de Libman no existe un centímetro de diferencia. No hay un atisbo de avance, un amago de buen juego. Las dos semanas de descanso no sirvieron de nada. Ni con cemento y ladrillo los volantes merengues serían capaces de armar una pared. No dan un pase bueno.
¿Algo para destacar? La defensa, pero eso no es novedad. Desde hace tres años tenemos la mejor zaga del país, así que no hay de qué extrañarse. Si bien Alianza fue quien propuso a lo largo del partido, tuvo apenas un par de opciones claras, una de ellas anulada por posición adelantada. Después, el Negro, Revoredo y Galliquio las ganaron casi todas, Gonzales y Rainer -pese a que este último erró varios servicios- completaron el candado que Raúl cerró en una tarde perfecta.
Trabajar en un club administrativamente patas arriba, con dirigentes de entraña gonzalezca como Julio Álvarez, debe ser una pesadilla. Sin embargo, ello no justifica el pobre nivel que exhibe el equipo semana a semana. Si al menos se vieran progresos, así sean tímidos, le daríamos vuelo a alguna esperanza, pero nada de eso se aprecia sobre el verde. Es evidente que a Chemo le cuesta tomar decisiones que perturben a ciertos jugadores (Alva era un cambio obligado al finalizar el primer tiempo del Clásico) y, por lo que he podido enterarme, el plantel ya lo ha advertido. Su participación como cabeza de la protesta del lunes confirma que sigue creyéndose jugador, lo cual -en contra de lo que pudiera pensarse- le resta ascendencia y capacidad de maniobra. El cargo de entrenador implica tomar una serie de decisiones, muchas de ellas complicadas y difíciles, y si las jerarquías no están debidamente establecidas, los cortocircuitos pueden ser mayores. La ‘U’ no necesita un técnico-jugador.
Otra complicación a la vista es la bolsa de minutos. El reglamento del torneo señala que al término de la primera rueda es necesario completar al menos la mitad del máximo (es decir 700 minutos), en caso contrario, el equipo infractor solo podrá utilizar a tres extranjeros en cancha. La ‘U’, como sabemos, es el único club que no ha sumado un solo segundo y para poder cumplir con la cuota tendría que hacer jugar a un Sub 20 al menos 70 minutos durante cada uno de los siete partidos que restan para que finalice la primera ronda. Si tenemos en cuenta que Chemo sigue sin encontrar el once ideal, ¿cuál será el debutante que se enviará al matadero? Y si no se llega a cumplir el mínimo, ¿qué extranjero de la carísima plantilla tendrá que descansar? ¿Se rescindirá su contrato? ¿Y los dos cupos restantes, los regalaremos alegremente?
El mal comienzo de la temporada presagiaba lo que vendría, pero la mayoría preferimos amarrarnos la venda a los ojos y echar todos los dados a la esperanza. No han pasado ni cuatro meses y las costuras del muñeco armado con retazos de seda, parches de lana y pedazos de lata empiezan a desarmarse. Mientras tanto, el mil veces anunciado sponsor, ese que se peleaba con otras empresas para estampar su logotipo en el pecho de las camisetas, continúa sin aparecer.
Nos empachamos de promesas. La sobredosis nos embriagó. Hoy lo estamos padeciendo.
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Un abrazo para todos