Un nuevo ojo biónico hará ver a ciegos
Aparece una nueva esperanza para que las personas invidentes vuelvan a reconocer rostros, puedan ver televisión y leer. Se trata del ‘ojo biónico’ israelí, bautizado como Bio Retina. Su finalidad es restaurar artificialmente el proceso de la visión, reemplazando la función ocular para decodificar las imágenes. Si te interesa esta información, sigue leyendo la nota desarrollada por Pamela Montes I.
La pérdida de la visión se debe a un defecto en la retina o a la degeneración de la mácula –el área en la retina que proporciona la visión central–, retinopatía diabética u otras patologías oculares degenerativas.
Por el contrario, la retina de una persona que goza de buena visión tiene fotorreceptores en forma de conos y bastones, que convierten la luz en impulsos electroquímicos. Estos usan el nervio óptico para llegar al cerebro, donde las imágenes son decodificadas. Cuando esos conos y bastones fallan, no se produce la transformación de la luz y se origina la ceguera.
Bio Retina promete hacer todo lo necesario para restaurar la visión en un lente tan pequeño como un grano de arroz. Este se instala con una incisión mínima en el ojo, en la parte superior de la retina. El procedimiento dura apenas 30 minutos y el paciente solo requiere de anestesia local.
La imagen por visualizar tendrá una resolución de 24 X 24, es decir, de 576 píxeles y, por el momento, será en escala de grises. Sin embargo, la compañía espera continuar haciendo ensayos para llegar a reproducir imágenes a color.
En el 2011, el implante Argus II, desarrollado por Second Sight revolucionó la tecnología ocular para solucionar la retinitis pigmentosa.
Con un costo de US$115 mil el paciente tiene, al cabo de cuatro horas de operación, una antena instalada detrás del globo ocular. La antena –que está conectada a la retina con 60 electrodos– recibirá señales en forma inalámbrica desde una minúscula cámara colocada en unos anteojos que el paciente debe usar.
En los resultados de los ensayos del Argus II, los participantes pudieron ver las formas en bruto, rastrear el movimiento de los objetos e, incluso, leer letras grandes.
La principal diferencia entre la Bio Retina y el Argus II es el precio: el primero cuesta casi la mitad que el segundo, y además prescinde de elementos externos.
Estos implantes solo funcionan para revertir las formas de ceguera en las que la retina no está funcionando correctamente. Es decir, la retinitis pigmentosa, la degeneración macular a causa de la edad, glaucoma, retinopatía diabética, entre otras enfermedades.
Aunque parece sacado de película de ciencia ficción, no es una tecnología nueva. Ya en el 2002, la NASA anunciaba que los científicos estaban desarrollando células sensibles a la luz, capaces de reparar los defectos del ojo humano. En esos años se creía viable en el futuro la instalación en la parte posterior del ojo de un dispositivo capaz de remplazar los bastones y conos en la retina que estuvieran dañados.
“Si solo pudiésemos reemplazar esos bastones y conos defectuosos por unos artificiales una persona ciega por causa de la retina, podría recuperar algo de la visión”, dijo en su momento el doctor Alex Ignatiev, un profesor de la Universidad de Houston.
La retinitis pigmentosa está en Lima
Se estima que 1,5 millones de personas en el mundo padecen de retinitis pigmentosa, una enfermedad hereditaria que condena a quien la padece a perder la visión indefectiblemente. Según el Instituto Nacional de Oftalmología (INO), una de cada 3.700 personas en EE.UU. sufre de ese mal, mientras que en China la tasa es de una en cada 4.000.
En el Perú, una comunidad campesina ubicada en la provincia limeña de Huaura alberga al mayor número de personas que padece de este tipo de ceguera de origen genético.
Por una extraña razón, los hombres de esta comunidad son los más afectados, pues son ellos quienes desarrollan la ceguera. Las primeras manifestaciones se presentan alrededor de los 10 años. Las mujeres de la comunidad son las portadoras.
El Comercio visitó la comunidad de Parán en febrero del 2012 y comprobó que de las 400 personas que viven en el lugar, 100 de ellas conviven con la retinitis pigmentosa.
Gracias a la ONG Facilitadores para el Desarrollo (Fadre), a través del doctor Marco Valverde se pudo identificar el padecimiento visual de este poblado. De inmediato movilizó a instituciones públicas y privadas para intentar mejorar la calidad de vida de los habitantes de este poblado que cuenta al menos siete generaciones de ceguera.