¿Lágrimas en una clase de yoga? Todo bien. Suele pasar
Estás respirando, te estás moviendo con tu respiración, te sientes hasta inspirado en tu clase. Todo va bien, entras a la postura del camello -la de la foto, que abres mucho el corazón- y de pronto te sientes nerviosa, rara y !pum!, empiezas a llorar. Sí, a llorar. No sabes muy bien la razón o quizás sí, pero no te puedes controlar. Son un par de lágrimas y luego te vas en llanto, y mal.
El instructor te ve, pero te da tu espacio. Luego se acerca, te da un masaje y te vas sintiendo mejor. Sientes un poco de roche, pues entraste a una clase de yoga a relajarte sin saber que ibas a necesitar un tissue.
Pero viene lo peor: tu mente te ataca. Te preguntas porqué lloras, porqué no controlas tus emociones. Piensas que estás jodida porque si estás llorando en clase de yoga es porque ya nada tiene solución. Vas a llorar tu situación actual o a tu ex toda la vida. Fue todo. Te sigues moviendo para que nadie se de cuenta, e intentas relajarte para no emanar esa energía que dice a gritos que prefieres irte, tirarte a la cama y tomarte una cerveza.
Pero viene lo mejor: la clase va terminando, te echas, te relajas, la profe te tapa los ojos, te abriga, te hace masajes en los hombros y hasta en los pies. Te vas a otro lado. Ya está. Ponen una canción linda, sonríes, de pronto lloras un poco más, pero no pasa nada. Lo sientes normal. Botas, botas y botas un poco más. Todo sale por el aire que expulsas por la boca y ahí te quedas, quieta.
Te sientes mejor, pero te lo preguntas una vez más: ¿Por qué lloré? Tranquila. Aunque no lo creas, es normal. El yoga conecta los hilos sueltos en el cuerpo que deberían de estar unidos a la mente y el corazón. Cuando se conectan, digamos, a veces, se hace una “chispa” y con la chispa todo se prende: todo funciona como debería de funcionar. Y para que todo funcione hay que sacar aquellas cosas que están reprimidas. Y una manera de dejar ir es llorando.
Lloras cosas ocultas, que escondiste hace mucho tiempo o tan solo ayer. Lloras porque desde dentro te estás agradeciendo que te cuidas, que sueltas nudos, que liberas cuerdas que yo no valen la pena sostener más. Lloras porque todos lloramos alguna vez. Lloras porque tomaste energía con la intención de hacerlo. Lloras porque tu mente no se la cree: no se la cree que por fin estás haciendo algo más por ti. Lloras porque te desbordas de emociones. Lloras porque hacerlo no siempre significa que estás triste. Lloras porque después viene la sonrisa.
Namasté.