¿Cómo es que tu mente puede causar una úlcera?
Todos -animales y humanos- tenemos el instinto de supervivencia. A penas nos vemos en peligro, ¡pum! este se activa con el fin de darnos más energía para salir corriendo de ese momento en el que nos vemos acorralados.
Me explico mejor: Si estás cruzando la calle y una combi no frena, en menos de un segundo tu respiración se acelera tanto que los pulmones llevan más oxígeno a la sangre para que el hígado libere más azúcar y para que algunas arterias encargadas de la digestión se supriman y así tengas más sangre para salir del apuro. Con toda esa energía nueva puedes salir corriendo y evitar que te atropellen.
Lo loco es que este instinto de supervivencia a veces se activa solo por tener pensamientos negativos. (Eso no pasa en los animales. Suertudos ellos).
Otra vez, me explico mejor: Si acabas de salir de una reunión importante y nadie te dice que lo hiciste excelente, de pronto tu cabeza comienza a decirte que no lo hiciste bien. No puedes controlar tu mente y esta sigue: “No solo lo hiciste mal, sino que lo hiciste pésimo, así que te van a botar”.
De la nada estás pensando que es mejor renunciar. Que no mereces que te traten así; que tu trabajo vale mucho más. Luego piensas que no, pues, que estás exagerando, que te gusta tu trabajo y que tienes deudas que pagar. ¡Uy! arranca la mente de vuelta: “Encima de que expusiste mal, tienes deudas que pagar. Qué mal te va”.
Y así, mientras tu mente sigue y sigue, y sigue, ese instinto de supervivencia se prende, pues para tu cuerpo estás en apuros. Y en unos bien bravos. Entonces todo el ciclo arranca: tu respiración se acelera, tu hígado suelta azúcar y tus arterias digestivas se suprimen.
La mayoría de veces, nos quedamos estancados con estos pensamientos o tenemos que seguir trabajando y ahí sucede lo peor: nos comenzamos a “quemar” con nuestros propios químicos.
Si las arterias del estómago se mantienen contraídas, la capa interior del estómago no tendrá oxígeno, las células se desintegran y así la segunda capa se queda sin protección. Cuando esto pasa, el ácido que hay en el estómago entra, produce fuego y ¡bienvenida úlcera!
Nuestro hígado también sufre porque tiene que enviar demasiada azúcar y nuestro páncreas no puede cumplir su trabajo de balancear esta en el cuerpo, pues es mucha para él. Y así… toda esta tortura se genera porque -según este ejemplo- nadie dijo que te fue bien en la reunión.
¿Fuerte, no? El cuerpo es sabio, pero también ingenuo. Necesita de una mente clara y enfocada para que no se enferme. Entonces, ¿qué hacer?: Cuando te veas atrapado por estos pensamientos negativos, tómate 5 minutos para ir a caminar. Date una escapada y respira profundo unas 10 veces. Pero profundo de verdad.
Escucha música relajante y en vez de comer chocolate, toma un té o alguna fruta que no sea muy dulce. Puedes, si tienes el espacio por ahí, de correr un poquito. Quieres tranquilizar o liberar toda esa energía que el cuerpo creó para salir de apuros.
Intenta sentarte dos minutos en tu casa antes de salir a trabajar y respira profundo. Que se te haga una costumbre. Una mente relajada, no enferma al cuerpo.
Namasté.