¿Cuánto dolor más podemos soportar?
Sofía tiene dos años más que yo, dos hijos y un esposo que, en sus palabras, casi la mató. Hoy, él ha cambiado, al menos eso es lo que ella cree o quiere creer. Sofía solo conoce el desamor, su padre nunca le dio una caricia. Su madre solo le daba un beso el día de su cumpleaños, no tenía tiempo para mimarla. Y tampoco sabía cómo hacerlo.
Sofía es una mujer fuerte, de campo, para ella limpiar una casa no es trabajo. “Lo duro es trabajar la tierra”, me dice mientras bebe un sorbo de café. Confiesa que la única vez que abrazó a sus hijos fue cuando estos nacieron, no le quedaba de otra, ellos no podían valerse por sí mismos.
Siente culpa por no conocer el amor, por no saber entregarlo. Y es que no puedes dar lo que no tienes, le digo. La convenzo de que no es su culpa, que a ella la criaron así pero que aún puede revertir la situación, cortar el círculo y liberarse. Liberar también a su hija. Y es que el amor se aprende, es cultural.
Sofía se siente fea, no le gusta el color de su piel, no le gusta ser delgada como una gacela. Se desprecia. Intento persuadirla de lo hermosa que es, de la figura envidiable que goza a sus 35 años, después de haber tenido dos hijos. Sonríe un poco avergonzada y bebe otro sorbo de café, esta vez es uno más largo. Mira por la ventana que da a la calle, se queda varios minutos en silencio, contempla a una familia que juega en el parque como quien anhela ser la protagonista de esa historia. Mueve la cabeza de un lado a otro y regresa. Nos miramos como dos mujeres que conocen el dolor y la vergüenza de estar en una relación tóxica.
La historia de Sofía me motivó a crear ‘Yo soy tú’, un espacio para nosotras. Un espacio para mujeres que todavía no han aprendido a aceptarse, a amarse. Mujeres que como tú y como yo, sienten o han sentido miedo y no saben cómo salir de una situación tóxica, dolorosa, compleja.
Cada semana compartiré mis experiencias y la de otras mujeres, conversaré con especialistas y organizaciones que nos darán pautas para romper el círculo y tomar las riendas de nuestras vidas: enfrentar el problema, reconocerlo y aceptarlo. ¿Para qué? Para volver a nuestra esencia y ser conscientes de nuestro poder.