Carlo Ancelotti / Ahora: dirige al Everton en la Premier League. (Foto: Agencias)
Carlo Ancelotti / Ahora: dirige al Everton en la Premier League. (Foto: Agencias)
Redacción DT

El 24 de mayo es un día señalado para el madridismo. Dos conquistas de en finales españolas gracias a goles de dos referentes y grandes líderes de vestuario. De Raúl González a Sergio Ramos. La octava y la décima que engrandecieron la imponente figura del dominador de la competición y destrozaron el sueño de Valencia y Atlético de Madrid.

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Los tiempos de conquista de la Copa de Europa y el dominio del mundo con la Copa Intercontinental regresaron tras años de sombras en competición europea para el Real Madrid. De los 32 años que tardó en llegar la séptima, la primera con la denominación de Liga de Campeones, el estreno en color; a los solo dos que necesitó para repetir éxito con la octava.

Más ansiada fue la décima, en 2014, casi una obsesión tras doce años en los que el Real Madrid perdió parte de su prestigio enredado en una maldición en los octavos de final. La había superado gracias a José Mourinho, pero la gloria se la llevó Carlo Ancelotti. Y especialmente Sergio Ramos con un gol que cambió la historia en el último segundo provocando uno de los mayores estallidos en una afición que veía cómo la final se escapaba hacia casa del vecino, el Atlético.

El equipo rojiblanco acarició la ‘orejona’ durante más de una hora. La final madrileña en el Estadio La Luz de Lisboa comenzó condicionada por una apuesta del ‘Cholo’ Simeone que acabó pagando. Diego Costa protagonizó una recuperación milagrosa de una lesión y ni su calentamiento renqueante echó para atrás su titularidad. Nueve minutos aguantó en el campo. Un cambio que luego mermó a su equipo cuando las fuerzas le faltaban.

El héroe de la novena. Iker Casillas, había cometido un error impropio a su leyenda. Una salida en falso tras un córner desde la misma esquina en la que Modric pondría más tarde el balón milagroso a Ramos, la aprovechó Godin para adelantar al Atlético. Al Real Madrid le esperaba una agónica lucha contra una defensa que nunca flaqueaba en un partido marcado por el físico, por encima del fútbol. Ninguno de los intentos con potencia de Gareth Bale o Cristiano Ronaldo encontraron el gol.

En la última jugada del partido, un saque de esquina ante el que todos rezaban. Los madridistas esperando el milagro y los atléticos, deseando escuchar el pitido final. Y Ramos unió su nombre al minuto 93 de por vida. Elevándose con autoridad y rematando de cabeza ajustado a un palo para cambiar la historia. “El gol no es solo mío, es de todos los madridistas que han empujado hasta el final”, dijo nada más proclamarse campeón.

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Fue la clave de la décima, porque el Atlético ya no tuvo para más en la prórroga y cayó con la cabeza alta ante un Real Madrid que desató su potencial ofensivo con goles de Bale, Marcelo y Cristiano de penalti (4-1). Fue la Copa de Europa del sufrimiento máximo, la que dejó muestras del ADN ganador madridista, un equipo que no se rinde nunca y lucha hasta el final. El inicio de un nuevo reinado incontestable.

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