Las venenosas lenguas que abundan en las redes sociales señalan que lo único que le falta a Oliver Sonne para ser peruano no es aprenderse la letra del “Cervecero”, sino que lo asalten al llegar a Lima.
Ignoro cuánto le hayan contado de nuestro país sus familiares peruanos a nuestro nuevo compatriota, pero solo el tráfico del cruce de Fawcett y Morales Duárez podría ser una poderosa razón para que se pregunte en qué diablos estaba pensando cuando decidió aceptar la propuesta de Juan Reynoso.
Por muchos años nuestra selección se caracterizó por nacionalizar arqueros. Primero fue Humberto Horacio Ballesteros, quien no pudo cuadrarse bajo el arco nacional en las eliminatorias del 73 porque esa posibilidad era contraria a los mandatos de la llamada ‘revolución peruana’. Más pragmático, Morales Bermúdez permitió que Ramón Quiroga se pusiera la 21 gracias a un proceso ‘express’ previo a las eliminatorias para Argentina 78. Las audaces -aunque atolondradas- intervenciones de Juan Carlos Zubczuk en el arco de Universitario le hicieron merecedor de la libreta electoral para las clasificatorias del 93, aunque no llegó a jugar. Y luego, ante las inconsistencias de Miranda, Yupanqui y otros goleros de la época, Julio Balerio y Óscar Ibáñez estrenaron DNI. La mayor demostración de nuestro pobre trabajo formativo es que además de arqueros, en los últimos 25 años hemos debido incorporar volantes (Tempone, Calcaterra, Benavente), delanteros (Julinho, Costa, Lapadula) y ahora, con Sonne, laterales.
Que no se me malentienda: soy un convencido que Perú debe recurrir a todos los recursos que las normas le permitan, y muchos de los futbolistas mencionados defendieron la bicolor incluso aún mejor que los nacidos por aquí (Quiroga, arquerazo). No hay que olvidar que además de Sonne, Reynoso acaba de convocar a Zanelatto (nacido en Paraguay) y tiene a disposición a Cabellos (de raíces argentinas). La diferencia está en que mientras otros países buscan estas alternativas para ampliar su paleta de convocables, aquí lo hacemos por escasez.
La llegada de Sonne parece caída del cielo. La liga danesa no es top, pero está varios escalones arriba que la nuestra. Como Lapadula, es uno de los mejores de su club y acaba de ser elegido entre los más destacados del torneo. Es seguro en la marca, llega hasta la última línea y tiene gol. En principio, le viene muy bien al equipo en tanto Lora no se consolide y Corzo y Advíncula (que vuelve a ser titular en selección este jueves) continúen siendo los dueños de esa banda. Quizás, como dice Diego Rebagliati, el ‘Cabezón’ aún no lo haga jugar y esta convocatoria sirva para que conozca a sus compañeros y se adapte al estilo de la selección. Quizás. Lo que piensa Reynoso suele ser inescrutable.
La llegada de Oliver Sonne al Perú, saludo a todos los hinchas que lo recibieron en el aeropuerto Jorge Chávez. pic.twitter.com/mHbTiX6cma
— Erick Osores (@ErickOsores) October 7, 2023
LA HISTORIA CON CHILE
Por muchos años, el Estadio Nacional albergó un restaurante al que su dueño bautizó “5-0″. Lo hizo en homenaje a la goleada que la selección le endilgó a su similar chileno el 28 de julio de 1953, por la primera edición de la llamada Copa del Pacífico. Era el equipo en que brillaban Toto Terry, Tito Drago, Guillermo Delgado y Chocolatín Heredia, bajo la dirección del ‘Mago’ Juan Valdivieso.
Las confrontaciones con ‘La Roja’ siempre han sido consideradas un clásico. Así como algunas las recordamos con tristeza -e indignación- como el 4-0 en Santiago que nos sacó de Francia 98, otras las miramos una y otra vez en Youtube o Tik Tok. Ahí están el 3-0 que, con baile y todo, le dimos en la Copa América del 2019 o el inolvidable 6-0 de la selección de Company, la noche en que Maestri y Baroni marcaron tres tantos cada uno.
Los mayorcitos seguimos teniendo presente el 2-1 de 1985, cuando Franco Navarro marcó el que debe ser uno de los mejores goles peruanos en la historia (durmió la pelota con un toque para luego cachetearla sobre la salida del ‘Cóndor’ Rojas) o el 2-0 del 77 (goles de Sotil y Oblitas), tras el cual un excitado Morales Bermúdez se puso la transpirada camiseta de Julio Meléndez para cantar, con la mano firme en el pecho, el Himno Nacional.
Chile nunca ha sido un rival fácil, más aún cuando está herido como parece que llegará al partido de este jueves. Para sacar un resultado positivo, los nuestros necesitan sumar a su firmeza defensiva audacia para hacer daño en el arco contrario. El buen nivel de Paolo, el regreso de Reyna y la, al parecer, milagrosa recuperación de Carrillo le dan un poquito de aire a la esperanza.