El 15 de enero, el Instituto Nacional de Estadística y Censos de Argentina (Indec) informó que ese país tuvo la peor inflación en su historia desde 1991. La data difundida corresponde al último año del gobierno del expresidente Mauricio Macri, quien dejó el poder el 10 de diciembre, día en que Alberto Fernández asumió la jefatura del Estado.
Con esto, el país argentino se ubica actualmente entre las más altas del mundo y una de las más agraviadas de América Latina, siendo solo superada por Venezuela. El país de Nicolás Maduro presenta la hiperinflación más alta del mundo; no en vano el Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró que para finales del 2019 sería de 10.000.000%.
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Pero, ¿qué distingue una de la otra? Existe inflación cuando suben de forma sostenida los precios del conjunto de bienes y servicios de una economía. Dicho de otra forma, es cuando se pueden comprar menos cosas que antes con el mismo presupuesto. En cambio, la hiperinflación es una subida descontrolada de los precios de una economía y usualmente adquiere ese calificativo cuando la inflación aumenta en cuatro dígitos anuales, o sea, más de 1000%.
En Argentina, Indec indicó además que en diciembre el costo de vida se elevó 3,7%, y que el sector que se vio más afectado fue Salud con un incremento de 72,1%. Sin embargo, para el país sudamericano este no es un caso nuevo, puesto que ya ha atravesado situaciones más graves en 1989 cuando alcanzó una inflación de 3,079% y en 1990; de 2,314%.
¿CÓMO SALIÓ ADELANTE?
Durante la hiperinflación de 1989 vivida al inicio del gobierno de Carlos Menem, Argentina estableció un plan económico que consistió en el canje compulsivo de depósitos a plazo fijo, a cambio de títulos públicos llamados Bonex (abreviación de Bonos Externos).
Esto permitió que la deuda interna entre en default y los mencionados plazos fijos terminaran por mitigar la crisis. Luego, la subida de precios se frenó con un plan de convertibilidad con paridad cambiaria 1 a 1 entre el peso y el dólar aplicado en 1991, año en que la inflación terminó en 84%.
En la región, el Perú y Ecuador también pasaron por periodos de hiperinflación, y en el presente tienen estabilidad tras superar graves problemas económicos de antaño.
PERÚ
La peor inflación en la historia del Perú se dio en 1990, durante los últimos meses del primer gobierno de Alan García, con la lamentable cifra de 7.650%. Esto desencadenó la liberalización de precios elevando drásticamente el costo de varios productos de primera necesidad, ocasionando largas colas para conseguirlos. Además, significó el fin de la circulación del inti, moneda que fue reemplazada por el nuevo sol que, para la época, equivalía a un millón de intis.
En ese contexto, el gobierno pretendió compensar el aumento de precios con subsidios estatales para reducir el impacto de este incremento, aunque el desequilibrio comercial dio origen a una disminución de las reservas, y al Estado le empezó a faltar dinero para dichos subsidios.
Entonces, se tuvo que imprimir más dinero y ampliar incluso más los subsidios, lo que aumentó la demanda y aun más la inflación. A partir de eso, se produjo una deuda enorme, la economía peruana tenía un déficit fiscal persistente financiado enteramente por emisión monetaria.
Sumado a eso, hubo una disminución dramática en la recaudación fiscal al 4% del PBI, lo que impedía sostener el gasto mínimo que se requería para que el gobierno y las empresas públicas operaran. Por ello, en ausencia de fondos externos, el déficit fiscal continuó financiándose a través de la creación de dinero, pues el país estaba excluido de todas las instituciones crediticias por sus innumerables atrasos en los compromisos de pago.
En agosto de 1990, durante el primer gobierno de Alberto Fujimori, finalmente se aplicó un plan económico efectivo, conocido como el “fujishock” que consistió en un cambio de régimen económico. Las medidas contemplaron un tratamiento equilibrado para la inversión nacional y extranjera, y la recuperación de la autonomía del Banco Central.
Para eso, se liquidaron empresas estatales consideradas inviables y todas las importaciones pasaron al tipo de cambio del mercado libre. Asimismo, se acudió al Banco Interamericano de Desarrollo y al Banco Mundial para solicitar préstamos. De esa forma, luego de dos años, los precios se desaceleraron considerablemente con una inflación acumulada de 56,7% y en 1993 cerró en 39,5%.
ECUADOR
En marzo de 1999, Ecuador enfrentaba su peor crisis económica y el gobierno decretó el llamado feriado bancario, el cual significó el congelamiento de los ahorros de los ciudadanos por 24 horas. Como consecuencia inmediata, los ecuatorianos no podían sacar su dinero de los bancos ni hacer transacción alguna, porque lo que se quería evitar era el retiro masivo de dinero para proteger la estabilidad de la banca, que estaba totalmente quebrada.
Esto solo fue un anticipo a la dolarización, pues por aquellos días, la moneda nacional continuaba depreciándose y en solo una semana pasó de 7.000 sucres por dólar a 19.000. La situación se mantuvo hasta el 9 de enero de 2000, fecha en la que Jamil Mahuad, presidente ecuatoriano en ese entonces, dictó una radical medida: dejar de lado el sucre, y pasar al dólar.
Con ello, no solo las transacciones monetarias, comerciales y financieras del país dejaron de realizarse bajo la moneda ecuatoriana, sino que también fue el adiós de la devaluación e inflación que habían sumergido en la pobreza a más de la mitad de la población ecuatoriana.