Los sectores empresarial y financiero del Reino Unido asisten este viernes a la salida formal de la Unión Europea (UE) con la vista puesta en los acuerdos comerciales que negociará el Gobierno de Boris Johnson con Estados Unidos y los Veintisiete.
La evolución de la economía británica, que según el Banco de Inglaterra crecerá menos de lo previsto en los próximos tres años, dependerá de esos y otros pactos, y también de la política fiscal y de inversiones que anuncie el Ejecutivo conservador, que el 11 de marzo presenta su primer presupuesto general después del “brexit”.
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PRIORIDADES DE JOHNSON: UNA DOBLE NEGOCIACIÓN
Johnson, que hoy despedirá los 47 años de pertenencia a la UE saludando “el amanecer de una nueva era”, según el discurso adelantado, ha indicado que quiere conseguir un tratado comercial con el bloque “al estilo del de Canadá” antes del 31 de diciembre, cuando acaba el periodo de transición -que no contempla extender-.
De acuerdo con el “Financial Times”, planea negociar “en paralelo” un pacto con EE.UU., cuyo secretario de Estado, Mike Pompeo, aseguró ayer que el Reino Unido está “al frente de la cola” de las conversaciones comerciales -si bien cualquier trato con la primera potencia mundial se anticipa polémico y complicado-.
En otra muestra de que el Gobierno británico planea divergir del mercado único comunitario, el ministro Michael Gove declaró hoy a la BBC que su “referencia” será el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA) entre la UE y Canadá, que permite el comercio de muchos bienes sin aranceles pero apenas cubre los servicios y mantiene los controles aduaneros.
Como ya hiciera el titular de Economía, Sajid Javid, Gove ha advertido de que las empresas deben estar preparadas para un aumento “de los procesos burocráticos” y “de la fricción” en las transacciones con el bloque europeo, lo que afectará sobre todo a sectores como el manufacturero y automovilístico, dependientes de la armonización normativa para ser competitivos.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha recordado hoy por su parte a la cadena pública la posición de Bruselas: “cuanto más cerca quiera estar el Reino Unido del mercado único, más deberá respetar sus normas y estándares” y, si no lo hace, “más distancia” habrá.
RETOS PARA LA CITY
El sector financiero británico, que contribuye un 7% al producto interior bruto (PIB) nacional y con el “brexit” perderá el derecho de “pasaporte” o acceso directo al mercado comunitario, espera con ansía conocer cómo el Ejecutivo de Johnson planea defender sus intereses.
La City quiere que el Reino Unido negocie con la UE un estatus de “equivalencia” normativa que permita operar sin restricciones, pero basado no en la idea de que ambas partes deben tener las mismas reglas, sino en que éstas conduzcan a los mismos resultados.
El sector aspira a obtener un acuerdo de equivalencia hecho a medida, pues considera que el proceso de reconocimiento legal que actualmente aplica la UE a países terceros puede ser largo, complicado y en última instancia insatisfactorio.
EFECTO “REBOTE” O RALENTIZACIÓN ECONÓMICA
Los efectos del “brexit” en la economía británica dependerán, según los expertos, de cómo evolucionen las negociaciones con la UE y EEUU y su impacto en la libra, la inversión empresarial y la confianza del consumidor.
Algunos economistas, como Julian Jessop, del Instituto de Asuntos Económicos, creen que, a corto plazo, puede producirse un efecto “rebote” de recuperación económica provocado por la certidumbre que aporta la amplia mayoría parlamentaria que obtuvo en diciembre Johnson.
John Springford, del Centro para la Reforma Europea, predice en cambio que la economía se ralentizará, ya que la única certeza que ofrece el líder conservador y abanderado de la salida de la UE es “la de un desenlace duro”, más aún si se llegara al 31 de diciembre sin un pacto sobre la futura relación comercial.
El Banco de Inglaterra rebajó ayer del 1,2 % al 0,8 % su previsión de crecimiento del PBI en el 2020, del 1,8% al 1,4% en el 2021 y del 2% al 1,7% en el 2022.
Sin embargo, decidió no recortar los tipos de interés, que mantuvo en el 0,75% a la espera de constatar si la economía repunta por el citado efecto “rebote” o si, por contra, aumenta el riesgo de contracción.