Conversamos esta semana con Alejandro Werner (PhD de MIT), director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional y uno de los especialistas más entendidos en el mundo sobre el estado de las economías latinoamericanas. La pandemia lo agarra en Washington, desde donde nos brinda una visión de sus efectos en el lado económico, tanto para el Perú como para otros países americanos.
—Muchos están comparando esta recesión con la de 1929, con el añadido que ahora el mundo está más interconectado y –por lo tanto– somos más interdependientes unos con otros. ¿Crees que esto podría agravar el impacto económico (en términos de PBI) y hacer más difícil la reactivación económica?
Es una crisis muy profunda, obviamente, como no la hemos visto en casi 100 años, pero también es muy diferente, porque su principal causa no es económica. No es que el sistema económico mundial desarrolló desequilibrios que dieron origen a la crisis y que luego hay que corregir. El origen es básicamente pandémico y esto hace que todas las economías del mundo, de alguna manera, cierren muchos sectores importantes simultáneamente. Por otro lado, en términos de recuperación, si durante la pandemia logramos implementar políticas para minimizar los efectos permanentes de este fenómeno de salud pública, en la medida que las economías, una vez aplanada la curva de contagio y, digamos, [cuando] la capacidad del sistema hospitalario aguante [con] tasas de contagio sostenibles, y vayamos gradualmente abriendo las economías con medidas de precaución en la interacción social y económica, eso lo que nos dice es que la economía mundial no tiene que resolver desequilibrios tan grandes que lleven a un período más prolongado de resolución. Es por eso también que nosotros estamos anticipando una recuperación importante el año entrante. Vemos para la economía mundial una recuperación tipo “V” importante. […] La mayoría [de economías] tiene una tasa de crecimiento en el 2021, menor en valor absoluto a la contracción del 2020, pero si importante. Por ejemplo, en Estados Unidos estamos esperando una contracción de 5,9% este año. En la Unión Europea esperamos una contracción de 7,5% y en la economía mundial [una de] 3%. El año entrante, estamos esperando [un crecimiento mundial de] 5,8%, crecimientos en las economías de Estados Unidos (4,7%); en la economía europea (4,7%), etcétera. En China estamos esperando que este año la economía crezca 1,2%, pero el año entrante crezca 9.2%. Entonces, en ese sentido, sí esperamos, una vez que las economías inicien una apertura gradual a partir de la segunda mitad del año, que empiecen a crecer a tasas que se van a ir acelerando. Eso nos va a dar una recuperación importante para el 2021. En la mayoría de países también se están poniendo en funcionamiento estímulos fiscales y monetarios muy importantes que deberían ayudar a minimizar daños permanentes de la caída tan brutal que estamos viendo en el segundo trimestre y permitir que la economía se recupere rápidamente. Para finalizar este bloque, [un] riesgo muy importante, obviamente, es que la pandemia y la curva de contagio no se pueda aplanar tan rápidamente como en nuestro escenario base y, por lo tanto, no se pueda ir reabriendo la economía y esta recuperación que anticipamos en el segundo semestre del 2020 se retrase. O que abramos demasiado rápido y haya un rebote importante que lleve a otro episodio de contracción importante.
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—¿Cómo se va a producir y cuánto va a ser el impacto económico en un país típico de América Latina?
Nosotros estamos anticipando que América Latina se contraiga a una tasa de 5,2% en el 2020. Y esto es, básicamente, el país típico en América Latina, que es el promedio. Pero [para] las economías grandes de América Latina, [estas] se van a estar contrayendo entre 4,5% [que es] el caso del Perú y Chile, y 6,6%, que es el caso para México. ¿Qué está llevando a esta gran contracción en América Latina? Dos factores. Primero, las medidas de distanciamiento social, la clausura de actividades económicas no esenciales y que llevan a congregaciones de personas importantes. Y segundo, los efectos de contagio de la economía mundial. Entonces, la caída del comercio, la caída del precio de las materias primas, la caída del turismo, las remesas y también la reducción en los flujos de capitales. Básicamente estimamos -de nuevo, para el país promedio- que el 50% de la caída viene explicado por fenómenos internos [como] la cancelación de actividades, hábito social, etcétera. Y la otra mitad, por los efectos negativos que estamos recibiendo del resto del mundo. Lo importante es que las economías de América Latina (que no es el caso del Perú, pero sí de muchas economías Latinoamericanas) no tienen el espacio, el oxígeno fiscal y monetario para poner en operación respuestas de políticas agresivas como las que vemos en los países desarrollados. En Estados Unidos se aprobó hace unas semanas una respuesta del gobierno de 10 puntos del PBI, la cual va a ser reforzada próximamente con las discusiones que se llevaron a cabo en el Congreso para una [inyección] adicional orientada a las pymes y al sector salud. En América Latina, muchos gobiernos no tienen el bajo nivel de deuda y las condiciones de acceso a los mercados financieros que les permitan llevar a cabo una reacción tan potente. La Reserva Federal hizo cosas importantes. En el caso de Perú, los niveles bajos de deuda que tiene el país, el buen manejo fiscal, el buen manejo monetario, claramente permitieron que el Gobierno tenga una respuesta política muy importante.
—¿Cómo agarra a América Latina en términos macroeconómicos? Sé que nuestra realidad es muy heterogénea, pero ¿cómo nos agarra financieramente?
Diría que mal, porque la región ya se venía ajustando al choque en la caída en los términos de intercambio que tuvo lugar en el 2014 y 2015, hasta el 2016, después de una época de vientos de cola muy importantes por bajas tasas de interés y altos términos de intercambio. Y eso, en algunas economías de América Latina, llevó a excesos importantes. Venezuela es un caso extremo y es una aberración, pero [en] economías como las de Brasil, Argentina y Ecuador, eso las llevó a procesos de ajuste importantes. Recordemos la crisis brasilera, que además estuvo envuelta en una crisis política. [Luego los] dos años de contracción económica en Argentina, la crisis por la que está transcurriendo ese país desde el 2018. Y lo mismo Ecuador, tratando de deshacer excesos de gasto importantes que ya con los bajos precios de las materias primas eran imposibles de sostener. Además de eso, los países con un manejo macroeconómico más ordenado pasaron con muy buenas calificaciones la caída en los términos de intercambio. [Este] puede ser el caso del Perú y Chile que ya estaban recuperando tasas de crecimiento un poco mejores que las teníamos en la parte baja del ciclo, pero [que] seguían siendo tasas bajas comparadas con las anteriores. Luego hay países que están en el medio, como Colombia y México, que tienen un manejo macroeconómico bueno, pero [que] empezaron con tasas con niveles de deuda más altos que el Perú y Chile, por ejemplo. Entonces, la caída en los términos de intercambio, [y] la desaceleración que tuvieron estas economías en los últimos años, los hizo incrementar un poco su nivel de deuda a niveles más riesgosos y hemos visto reducciones a la baja en su rating crediticio. Entonces, están en una situación un poco más delicada, con menos espacio fiscal. Por eso los vemos con paquetes fiscales algo más tímidos que los que vemos, por ejemplo, en el Perú y en Chile.
—Si tuviéramos que separar en tres bloques a la región. ¿Cuáles son los países mejor posicionados para resistir esta crisis económica y cuáles son los que están peor posicionados para resistir?
Sin lugar a duda diría que el Perú y Chile son los países que están mejor posicionados. Son países que tienen una solidez financiera y fiscal muy importante. Son países que tienen un rating crediticio muy alto ya por muchas noches, arriba del límite y sólido. Son países que tienen también expectativas de recuperación en el crecimiento importantes. Entonces, destacaría estos dos países junto con Panamá y países más chicos como Paraguay, que han hecho las cosas bien y tienen espacio de endeudamiento y acceso a los mercados financieros en buenos términos. Después pondría a países como México, Colombia, Uruguay y Brasil, que tienen espacios para operar, para reaccionar, pero que tienen un campo de juego más limitado, principalmente en el ámbito fiscal. Diría que en el ámbito monetario todos estos países tienen espacios importantes para reducción de tasas. Tal vez quitando el caso de Uruguay, que viene de una inflación más alta, los demás en el ámbito monetario tienen muy bien ancladas las expectativas de inflación y tienen un balance del Banco Central fuerte, con altas reservas internacionales. Pero en el ámbito fiscal son países que se ven un poco más limitados, tienen tasas y tienen razones de deuda más altas. Y luego [hay] países que estaban en una situación muy complicada. Obviamente, países como Ecuador, Argentina, que ya venían ajustándose, como decía anteriormente, a un entorno internacional más complejo y también con una situación de deuda, una situación de déficit y una situación financiera más complicadas. En ese sentido, tienen menos espacio para poder apoyar a las familias, a las empresas, etcétera. Cuando tratan de aplanar la curva de contagio no tienen tanta espalda financiera para que el Gobierno ponga en operación vehículos para apoyar a las unidades económicas. En Ecuador hay que resaltar que probablemente es el segundo o tercer país de América Latina más dependiente del petróleo. Entonces, a Ecuador le pega con un multiplicador, porque el precio del petróleo se cayó mucho más proporcionalmente que el resto de los commodities y, obviamente, al ser una economía dolarizada, también esto le genera una rigidez adicional que profundiza poco los impactos económicos negativos.
—Hablemos un poco de Perú. ¿Consideras que el paquete (elaborado por el MEF y el BCR) es suficiente y, sobre todo, adecuado?
Nosotros lo hemos estudiado y creemos que es un buen paquete, como todos estos paquetes que se ponen en operación muy rápidamente, porque también la urgencia es una de las características más importantes. Poder reaccionar rápidamente para apoyar a la población [y a] las entidades productivas genera que haya detalles y elementos de diseño imperfectos que hay que ir corrigiendo. En ese sentido, sí creo que hay temas que va a haber que ir corrigiendo. Lo vemos en Estados Unidos, lo vemos en países desarrollados y lo vimos durante la crisis financiera global. Estos paquetes son dinámicos [por lo que] se van cambiando ciertas características y su magnitud. Un tema que ha sido debatido en el Perú, y con razón, es el uso de los recursos del sistema de pensiones. Creo que en el caso peruano preocupa porque es una acción más en la cual se usa el sistema de pensiones con fines diferentes [que] para los que fue diseñado. Ha habido, en momentos mucho menos drásticos, modificaciones que han permitido descapitalizar al sistema de pensiones. Es preocupante la tendencia. Creo que […] podemos pensar en mejores mecanismos de diseño. Podría pensar en la creación de un seguro de desempleo que tenga exactamente la misma característica que están teniendo los retiros de las cuentas de pensiones, pero que sea a cargo del presupuesto público. Así no descapitalizas. Le generas una presión fiscal un poquito más grande a las finanzas públicas, pero no descapitalizas el sistema de pensiones que de alguna manera en el futuro se va a tener que analizar. Se va a tener que apuntalar ese sistema, [ya sea] a través de alguna inyección fiscal o a través de un incremento en las aportaciones. Creo que se logró una combinación de buscar cuáles son, dónde están las fortalezas financieras del Perú y qué hacen, en su banco central, en sus finanzas públicas. Y también se vio al sistema de pensiones [que] puede ser perfectible. Lo más preocupante para mí es que se reafirma esta tendencia: cada vez que hay algún tipo de situación económica, se mira al sistema de pensiones para solucionar un problema diferente que la jubilación de la población. Y si empezamos a usar ese instrumento así, de manera tan recurrente, al final no va a haber recursos de jubilación.
—Sé que las comparaciones son odiosas, pero quisiera preguntarte entonces, en términos de rapidez, magnitud del alcance del paquete y la calidad del diseño de la respuesta. ¿cuáles serían los países que mejor respondieron, en cuanto a rapidez y contundencia?
Además de que las comparaciones son odiosas, nosotros como organismo internacional, no las vamos a hacer. Todos son países miembros al final del día están respondiendo al mismo choque, pero en condiciones muy diferentes. Entonces, sí, los paquetes del Perú y de Chile son más ambiciosos, pero son los países que tienen más espacio. Creo que las autoridades que lo están diseñando [están] pensando en mantener la solidez fiscal en el mediano plazo, pero no tienen que darle respuesta a los mercados inmediatamente [sobre] cómo van a mantener esa solidez fiscal, porque tienen una credibilidad bien ganada. Entonces, como tus lectores también pueden ver en el blog que publicamos, Chile y el Perú, sobre todo, [son los países] con el paquete más grande. Creo que en general son los que tienen una respuesta más fuerte, más rápida. Los otros lo tratan de diseñar en un contexto más complejo, que tenemos que analizar y entender un poco mejor. La otra gran dificultad en países como el Perú, México y Brasil es cómo llegar al sector informal. También estamos llegando al sector informal.
—¿Dirías que ese es el principal desafío?
Diría que hay dos desafíos muy importantes. Uno es cómo diseñamos los esquemas para proteger el empleo formal. Creo que al final del día, los sectores de la población que han pagado impuestos y que han contribuido a la solidez de las finanzas públicas, al desarrollo de la infraestructura y a contribuir al gasto social, a un gasto más redistributivo, es muy importante que sean protegidos en la medida de lo posible. Tanto los trabajadores en el sector formal como las empresas. Creo que un reto muy importante es establecer los esquemas, trabajando con el sector privado y con los trabajadores, para que se minimice el impacto sobre el empleo formal. Ahora, ese es el mismo reto que tienen las economías avanzadas y ahí hay diferentes modelos. El modelo europeo es un modelo más tripartita, que trata de buscar soluciones y mantener a los trabajadores empleados, aunque son utilizados con menores salarios, con contribuciones que vengan del gobierno, de la empresa y del trabajador a través de un menor salario. El modelo en Estados Unidos es uno en el que, para acceder a los recursos de apoyo, en muchos sectores de la economía [se utiliza] el seguro de desempleo. Por eso vemos estos números tan [elevados] de nuevas solicitudes de desempleo. América Latina sería un modelo en el que, dada la debilidad de nuestro seguro de desempleo, es muy importante lograr esquemas de emergencia que protejan el empleo formal. La característica diferente en términos de cómo llegar a las familias, en los mercados emergentes y en América Latina, es la informalidad. ¿Cómo podemos llegar al sector informal? Ciertos sectores, desde la informalidad, están cubiertos por los mecanismos de combate a la pobreza. Hay sectores informales que no están por debajo de la línea de pobreza, que no están cubiertos por ese esquema.
—Tomando en consideración entonces que efectivamente la recuperación depende de si hay un rebrote (respecto a la pandemia) hacia fines de año o si es que se achata la curva epidemiológica, ¿cuál es el tipo de recuperación que ves para el Perú y de qué depende?
Diría que estamos viendo una recuperación de tipo “V” porque vemos una contracción de 4,5% este año y una recuperación de 5,2% el año entrante. Y para América Latina, como dije antes, estamos anticipando una contracción de 5,2% este año y una recuperación de 3,4% el año entrante. Entonces, el Perú es de los países que tiene una contracción menos profunda y una recuperación más rápida. En ese sentido, lo ayuda su salud financiera y la capacidad de tener un paquete agresivo. Y también lo ayuda que estamos anticipando que la economía china se recupere a una tasa de 9,2% el año entrante y que el tema de metales no sea tan grave como el tema energético. India y China son los países que nuestros equipos están anticipando que no caerán este año. Están esperando 1,9% de crecimiento positivo este año en India (se esperaba un crecimiento de 7% originalmente). Hubo una reducción importante, pero todavía en el terreno positivo.
—¿Tienen algún escenario de enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China, a partir de la pandemia y cómo eso podría impactar en la recuperación en “V” que nos mencionas?
Claramente el 2019 fue el año en el que, a nivel mundial, se vieron los efectos de las tensiones comerciales. Vimos cómo la economía mundial tuvo una desaceleración muy importante en el comercio internacional. La actividad manufacturera estuvo en recesión [durante] una parte importante del 2019, y todo esto, asociado a las tensiones comerciales que se empezaron a disipar con los acuerdos [a los] que llegaron China y Estados Unidos hacia el final del año. Ya se empezaba a ver una recuperación y eso nos hacía anticipar una recuperación importante de la economía mundial en el 2020. Ahora estamos anticipando un escenario base en el que hay una reapertura gradual y lineal de las economías en el mundo en la segunda mitad del año que nos lleva a esta recuperación económica. Si en ese entorno la economía mundial luego empieza a estar sujeta a incertidumbre por el ámbito de políticas comerciales, claramente la recuperación que estamos anticipando el año entrante sería más débil. No creo que eliminaría la recuperación, porque el hecho de haber cerrado sectores y abrirlos es muy potente. En la medida que se reabran escuelas, que se reabra el sector servicios, toda esa fuerza es muy potente [como] para que la incertidumbre por el lado de políticas comerciales la contrarreste totalmente, pero claramente limitaría esa recuperación. Que le introduzcamos una fuente de incertidumbre tan potente como la incertidumbre comercial sería una de las últimas cosas que la economía mundial necesitaría, saliendo del peor trimestre económico en la historia reciente, y hablamos de un siglo.
—Regreso al Perú. ¿Crees que este es el momento para experimentar en políticas económicas? Por ejemplo, en el caso de Perú están pensando implementar un “impuesto a los ricos”. ¿Es este el mejor momento para hacer este tipo de experimentos?
Creo que no. Creo que para países que tienen espacio fiscal, lo más lógico es poner medidas que ayuden a los más necesitados, que ayuden a las empresas más afectadas y que traten de compensar lo más posible a los afectados por la pandemia. Obviamente, primero en el ámbito de salud. Segundo, en el ámbito económico y luego en el futuro, cuando ya estemos en la etapa de recuperación, discutimos cómo vamos a hacer este nivel de endeudamiento en el que incurrimos durante la crisis sostenible desde el punto de vista financiero. Ya en esa época discutimos cuál va a ser la combinación de impuestos que necesitamos para que el Perú siga manteniendo su salud fiscal y financiera con un nivel de deuda más alto. Ahora, introducir la incertidumbre de una discusión tributaria importante en un contexto en el que lo que uno quiere es apoyar la economía es contraproducente porque el debate tributario es un debate social importante. O sea, no sé si el impuesto a la riqueza es un componente importante de la reforma o de los cambios fiscales que deba hacer el Perú en el futuro, pero se tiene que debatir y la sociedad lo tiene que debatir en un paquete de opciones tributarias. No creo que sea hoy el momento de tener esa discusión. Eso va a hacer más lenta la recuperación económica. El Perú tiene la fortuna, por haber hecho las cosas bien en el pasado, de poder enfocarse hoy de lleno en apuntalar a los afectados por la crisis, apuntalar a su sector salud, apuntalar a las empresas y posponer la discusión de cómo hacer esto sostenible en el futuro, al igual que tienen esa fortuna los países avanzados. Creo que sería un despropósito abrir esa discusión hoy. Es una discusión que deben tener países como Ecuador, que no puede acceder hoy al mercado financiero. Entonces, para ayudar a los más afectados por esta crisis […], tienen que ver de dónde sacan recursos. Ellos no pueden evitar esa discusión. Pero en el caso del Perú lo más importante hoy es concentrar todos los esfuerzos [en] la sociedad. Unir a la sociedad a través de apoyo a los más necesitados por la pandemia y por lo tanto fortalecer la economía para que pueda recuperarse lo más rápido posible. Luego, en esa etapa, tener esta discusión a la banca.
—¿Cuáles serían tus tres recomendaciones para los próximos meses?
La primera es que no vemos un trade off entre salud pública y salud económica. Esa tensión puede existir en el muy corto plazo, cuando uno ve uno o dos meses, pero creemos que si la tasa de contagio no se controla, la economía va a terminar sufriendo mucho más. [Esta es] una situación en la que tomamos en serio el control sanitario, se controla la pandemia y se ayuda con medidas económicas para limitar el impacto recesivo de las medidas urgentes de control sanitario. Pero luego esto nos permite recuperarnos más rápidamente. Ese es uno. Nosotros estamos analizando el tema epidemiológico […], pero claramente el tema epidemiológico también se ve afectado por la cultura de la economía. Hay familias que si no le llegan los apoyos y no tienen recursos [van a] salir a la calle. La mayoría de los economistas está analizando estos temas bajo esta óptica, pero claramente vemos que la contención de la epidemia es el factor crucial y nos va a permitir, en la medida que se haga de la mejor manera posible y también se aproveche el tiempo para diseñar la mejor estrategia de salida […] que reduzca la posibilidad de rebrotes importantes, que la economía se recupere más rápido. La segunda muy importante es diseñar los esquemas de finanzas públicas para apoyar al sector salud. Primero y segundo, a todos los afectados económicamente por la crisis. Tratar de llegar y minimizar el impacto sobre su nivel de vida en la medida de lo posible, para que la economía, una vez que se reactive, no tenga lesiones permanentes, no tenga un problema de hipotecas, no tenga un problema de seguros, no tenga un problema bancario [y] no tenga un problema de salud pública en otras dimensiones. Te diría en tercer lugar, y este ya no es un tema para el Perú, que requieran toda la ayuda disponible que existe en el Fondo Monetario Internacional. Hoy estamos trabajando con 100 países que nos han pedido las líneas de crédito de emergencia que tenemos. Ya se han aprobado unas 30 de estas y seguimos trabajando para las próximas semanas, tratando de desahogar todo el plan que tenemos sin el estigma o el cuestionamiento político. Esta es una crisis que no es producto de políticas públicas implementadas por los países. Por lo tanto, también el diseño de programas económicos son [unos] en donde los desbalances económicos tendrán que corregirse en el futuro. Pero hay que diseñar programas para apoyar a la población y si de ahí se requiere apoyo financiero de organismos como el Banco Mundial y del Fondo Monetario […], tratemos de recurrir a ellos porque van a ayudar a la población. El Perú no necesita ningún apoyo financiero, como hemos venido hablando a lo largo de esta entrevista. Tiene una solidez financiera muy importante, cómo [muestra] la colocación de bonos que se hizo el otro día. [Respecto a] la discusión sobre la línea de crédito flexible, creo que esa es otra demostración de una reacción ágil del Perú. Decir ‘esta línea no la necesitábamos antes de la pandemia. Somos uno de los países que en términos proporcionales, tenemos más reservas internacionales en el mundo, tenemos unas finanzas públicas sanas, etc. Pero si creíamos que estábamos bien antes de la pandemia, después de la pandemia, para mantener esos niveles de solidez, busquemos alternativas. Existe esta línea de crédito flexible, la quiero porque la quiero, porque si resulta que la pandemia dura más o resurge en el invierno, yo estoy todavía más fortalecido de lo que estaba antes’. Creo que es una actitud preventiva muy inteligente del Gobierno, del Banco Central, mirando más allá de los próximos cuatro meses y actuando de manera consecuente con la incertidumbre que esta pandemia genera. Porque al final del día todos, esperamos que el escenario central que nosotros tenemos se cumpla. Pero el riesgo alrededor de este escenario central es muy grande.
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