Hay personas que pueden ufanarse de haber descubierto un tesoro. El hallazgo de Santiago Alfaro ocurrió un día impreciso del año 2014, cuando trabajando como Subgerente de Artes Escénicas e Industrias Culturales en la Municipalidad Metropolitana de Lima, recorriendo los sótanos del teatro Municipal, se encontró con la documentación y las fotografías que, después concluiría, pertenecían a la antigua museografía del Museo Municipal del Teatro fundado por Alejandro Yori en los años sesenta.
Si bien para el sociólogo de PUCP su fascinación por la historia del centenario teatro está ligado a su interés por la gestión y las políticas culturales, aquellos documentos abrieron para él una caja de Pandora. De allí surgieron nombres olvidados, rostros lozanos, historias inéditas; partes de un rompecabezas que el hoy jefe de la Dirección General de Industrias Culturales y Artes del MinCul ha ido construyendo a lo largo de los últimos seis años, y que comparte ahora como curador de la muestra “Cuadros de costumbres”.
- ¿Por qué el título ”Cuadros de costumbres”?
Es un género literario del costumbrismo que desarrollaron autores como Felipe Pardo y Aliaga o Manuel Atanasio Fuentes, para describir costumbres de su época. El objetivo esta exposición no es solo poner el lente en los rostros de un artista, sino también enfocarnos en los comportamientos que se han ido asentando a lo largo del tiempo, o de los que hemos perdido perspectiva, todos ligados al Teatro Municipal o Teatro Forero, como se le denominó en sus primeros diez años. La historia de las artes escénicas es un rompecabezas, pero también la de los lenguajes artísticos y las costumbres sociales, pues el teatro no es solo un espacio de exhibición de espectáculos: es un lugar donde se ejecutan proyectos políticos y sociales, donde se expresan patrones de comportamiento y, claro está, escenario de eventos coyunturales que pueden ser piedras angulares para grandes cambios o continuidades históricas. Toda esa historia y sus alcances es lo que he tratado de resumir en esta exposición por los 100 años de funcionamiento del Teatro Municipal.
-En el Perú, con pocas publicaciones teatrales y pocos estudios históricos, la naturaleza efímera de las artes escénicas hace que su memoria resulte frágil. ¿Cómo fue recuperarla para esta exposición? ¿Cuáles son sus fuentes?
No solo el teatro como expresión dramatúrgica es frágil. En general, todo evento público que obliga a hacer coincidir a un artista con el público, termina siendo una circunstancia de potencial olvido. Y por eso, las huellas que deja esa conexión puede ser recuperada a través de los programas de los espectáculos. Nuestra gran fuente ha sido la memoria generada por Adolfo Escobar, conserje durante 50 años del Teatro Municipal de Lima, quien pacientemente guardó los programas desde su primera función, el estreno de la ópera “Aída” el 28 de julio de 1920, hasta setiembre de 1966, mes de su jubilación. Todo en esos 46 años quedó registrados en unos libros rojos que él confeccionó y organizó. Una fuente secundaria, también generada por Adolfo Escobar y por Alejandro Yori al crear el Museo Municipal del Teatro, son las fotografías de los artistas, nacionales o extranjeros, que le dejaban un recuerdo a Escobar o a los empresarios que los contrataban. Esas fotos autografiadas son también otra fuente de consulta. Un tercer tipo de fuente son las noticias de periódicos y revistas como “Mundial” o “Variedades”, y la cuarta fuente han sido archivos privados como los archivos de Lucy Telge, la directora del ballet Municipal, de Miguel Molinari, promotor cultural y coleccionista dedicado a la ópera, o de Amanda Portales, cantante de música andina. Hemos logrado rescatar y digitalizar todo ese material. La exposición va a contener 100 fotos pero se van a entregar algo más, ya digitalizadas y retocadas, para futuras investigaciones y exposiciones.
-¿En esta batalla contra el olvido, Adolfo Escobar fue el soldado desconocido?
Sin duda, Adolfo Escobar ha hecho una contribución fundamental a la memoria de las artes escénicas y al desarrollo de la cultura del Perú, a través de su registro del paso de los artistas por el teatro. En los años sesenta, el diario El Comercio le dedica un reportaje, dando cuenta de los 10 mil programas, fotografías y objetos reunidos antes de su jubilación. Ese patrimonio pasó después a ser parte de la colección del Museo Municipal del Teatro, construido en 1966 por Alejandro Yori, que contó con el apoyo de Jorge Basadre.
-¿El mérito de Yori fue sistematizar la colección de Escobar?
Sistematizarla, ampliarla, conservarla y crear la institución. En 1966, cuando se jubiló Escobar, fue Yori quien continuó este esfuerzo por generar una memoria de las artes escénicas. Fue él quien tomó la posta en la segunda mitad del siglo XX, no solo con el Municipal sino también con el Teatro Segura. De hecho, el museo quedaba en el Segura hasta el 2011, cuando se retiró luego que Indeci alertara del riesgo de colapso. Es allí donde se crea otra museografía con apoyo de Luis Repetto, y se monta un nuevo Museo en un edificio anexo al Teatro Municipal, donde permanece hasta hoy. En ese tránsito muchas cosas se perdieron. Algunas estaban en ese sótano que encontré y que da origen a esta exposición.
-Es curioso cómo, en los años veinte, coinciden todas las tradiciones de baile moderno...
En archivos periodísticos hemos podido recuperar, por ejemplo, la presencia del teatro Ba-ta-clan de París, cuando se presentó en el Teatro Forero en 1927. Según mi interpretación, es a partir de allí que circula en el Perú la palabra “bataclana” para designar a aquellas mujeres que cantan y bailan. Fueron varias tradiciones de baile y de uso del cuerpo que coincidieron en 1920 en convertir el cuerpo en un espectáculo. Por un lado tienes a la española Tórtola Valencia, que viene de la emergencia de la danza moderna vinculada a tradiciones culturales exóticas a la occidental, pero siempre combinadas con música clásica, algo similar a lo que hizo Isadora Duncan. Tórtola Valencia se vinculó estrechamente con el modernismo y a su discurso “culto”. Fue amiga de muchos intelectuales como Pío Baroja, Valle Inclán o Rubén Darío, quien le llamó “la bailarina de los pies desnudos”. Cuando viajaba a los países, buscaba siempre conectarse con el pensamiento local y por eso tuvo contacto con Mariátegui, Valdelomar y Alberto Hidalgo. Por la información que he logrado reconstruir, pienso que la idea de presentarse en el Cementerio General de Lima se pensó primero con Tórtola Valencia, pero al no poder concretarla la llevaron a cabo con Norka Rouskaya. Su primer viaje al Perú fue en 1916, y para su regreso en los años veinte, quiso hacer una danza con reminiscencias incaicas. Para investigar, leyó a Garcilaso de la Vega y visitó la colección de Rafael Larco. El 17 de setiembre de 1925, con la presencia del presidente Leguía, presentó una pieza en que ella interpreta a la hija de Huayna Cápac, Inca que regresa triunfante tras una victoria. Ello generó un espasmo en la élite limeña. Alguien reconocida a nivel internacional validaba con su danza la tradición prehispánica que reivindicaba justamente la “Patria Nueva” de Leguía. El caso de Tórtola Valencia es solo una pieza del gran rompecabezas que conforman los 100 años del teatro Municipal.
-Ese entusiasmo de Leguía por apoyar una política cultural vinculada a su proyecto de Patria Nueva es muy distinto al de políticos que nunca manifestaron interés por el tema cultural. ¿Cómo ves esos cambios?
Sin duda, en la historia detrás del Teatro Municipal de Lima, se encuentra la historia de las políticas culturales. El gobierno de Leguía significó un quiebre en la élite económica peruana que separó a la nueva burguesía de la oligarquía. Por eso, se buscó construir un relato más incluyente, que abarcara el mundo prehispánico. Es por ello que financió el estreno de la ópera “Ollanta” en 1920. No lo hizo solo para un público “culto” de Lima, sino que se realizaron funciones para la Sociedad de Artesanos, por ejemplo. Este esfuerzo por validar la cultura incaica fue parte de una política cultural con elementos indigenistas, pero que, en general, se orientó principalmente a promover la cultura ilustrada y eurocéntrica: la ópera, la música sinfónica eran vistas entonces como expresiones “civilizadas”. De hecho, en el reglamento de teatros de 1919, solo se permitía la subvención oficial de óperas, música sinfónica, y zarzuelas. Ese modelo ilustrado comenzó a cambiar en los años treinta, con la llegada del gobierno de Benavides, que para detener el ascenso del Apra y evitar protestas sociales se adoptó una política más populista que democratizó el acceso a la cultura. Por eso se decide fundar la Orquesta Sinfónica Nacional en 1938, y se mandó construir la concha acústica del Campo de Marte. El primer espectáculo afroperuano fue realizado en el Teatro Municipal el 7 de junio de 1956, cuando se presenta la compañía Pancho Fierro, dirigida por José Durand y donde participaron Nicomedes Santa Cruz, Porfirio Vásquez, entre otros. Años después, podría destacarse el interés del gobierno de Velasco Alvarado con la Sinfónica, promoviendo los conciertos gratuitos en el Teatro Municipal. Otro hito lo marca en los años 80 un alcalde como Alfonso Barrantes, que dio facilidades a los cantantes de música andina para ofrecer conciertos en el Municipal, artistas como Amanda Portales, la misma Flor Pucarina o Pastorcita Huaracina. Escenas como estas vinculan las políticas culturales con las experiencias de artistas y públicos.
Forero, el fundador
-Hemos hablado del Teatro, pero no de su fundador, el tacneño Manuel María Forero. Extraño caso en que un empresario invierte gran parte de su fortuna en hacer un teatro, incluso en una ciudad que no fue la suya. ¿Cómo explicarlo?
La única respuesta es la post-guerra con Chile. El patriotismo surgido de las tensiones tras el tratado de Ancón de 1884. Durante toda esa época, hasta 1929 cuando Arica pasa a Chile y Tacna regresa al Perú, existió una continua agresión a los peruanos por parte del gobierno chileno, lo que llamó la “chilenización” de las provincias cautivas. El abogado Manuel María Forero decidió seguir la carrera diplomática y se hizo cónsul de Iquique en Tarapacá. En 1911 una turba de la liga patriótica chilena entró a destruir el consulado y amenazó con destruir su casa. Forero tuvo que huir y refugiarse en la embajada británica, para luego regresar al Perú. Su padre, Emilio Forero, fue representante de Tacna en el parlamento antes de la guerra, y durante la contienda apoyó a García Calderón durante su presidencia efímera, producto de lo cual fue deportado a Chile junto con otros miembros de la élite económica peruana. La familia Forero tiene una historia fascinante: desciende de los Ara, caciques históricos de Tacna. En 1915, Forero decide destruir el teatro Olimpo, propiedad de su padre, que había sido muy importante para la cultura popular, y decide construir sobre ese terreno un teatro mucho más grande dedicado a la ópera. Yo creo que su afán de construirlo es algo indesligable a su experiencia traumática vividas en Tacna y en Iquique. Invirtió mucho dinero en la construcción, e inició un proyecto empresarial sin tener mayor experiencia.
-¿Tuvo que ver también la cercanía con el Centenario de la Independencia?
Así es. De hecho, la celebración del Centenario se hizo en el Teatro Forero, el 28 de julio de 1921, con la ópera Carmen. Luego, Forero participó en la comisión del plebiscito de Tacna y Arica, y fue parte del cuerpo diplomático que se asentó en el vapor Ucayali al frente de Arica junto con su sobrino Jorge Basadre. Como tacneños, ambos defendieron los intereses del Perú en las negociaciones con el gobierno norteamericano.
-En 1929 decidió vender el teatro. ¿Por qué?
Fue un fracaso comercial. Tengo una carta en la que Forero reconocía, ya en 1925, que estaba quebrado y por eso lo cotizaba para venderlo a la municipalidad. Su sueño de emprender un proyecto cultural duró cinco años. Luego se retiró a sus actividades privadas. Fue fundador de la empresa de cementos Lima, y esa la idea me parece bastante simbólica: Forero asentó las bases de todo un conjunto de tradiciones que giran alrededor del teatro.
-¿Convertido en el Teatro Municipal, tras las óperas y los espectáculos de danza exótica, su cartelera se hizo más oficial?
Mi hipótesis es que su cartelera ya había comenzado a cambiar producto de las dificultades económicas. Ello explica que Forero lo haya dado en concesión al distribuidor de la Paramount, y que para el año 1929, su programación fuera principalmente cinematográfica. Era una fuente segura de ingresos. Aquí hay algo anecdótico: el primer espectáculo que se realizó en el Teatro Municipal ya con ese nombre, fue en 1929: una eliminatoria del concurso de la Pampa de Amancaes, con la presencia de compañías folclóricas de todo el Perú. Allí se dio una simbólica incursión de la cultura popular ni bien el teatro se volvió público. Sin embargo, no podría decir que aquella fuera una tendencia generalizada. El discurso ilustrado con que nació el teatro se ha mantenido hasta ahora.
-Se habla de una “maldición” del Teatro Municipal al nunca haber podido celebrar su memoria: El tenor Enrico Caruso canceló su visita en la inauguración, en 1970 la emergencia tras el terremoto canceló las celebraciones por los 50 años y ahora la Pandemia mantiene sus puertas cerradas en su centenario. ¿Como vencer esa maldición?
La historia del Teatro Municipal diluye cualquier sombra que pueda haberse generado en las celebraciones de sus aniversarios. Lo importante es reconstruir esa historia para ser conscientes de dónde venimos. Reconocer esa memoria nos permite además repensar las políticas culturales, los servicios públicos culturales, cómo repensar una agenda en que la política sea un factor de desarrollo. La “maldición” de esas celebraciones frustradas se puede disipar discutiendo cuál es la mejor manera de desarrollar políticas públicas en un contexto como el actual. No solo hay que pensar en la historia de los artistas y de los públicos, sino también en qué rol juega un gobierno, sea local o nacional, en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos a través de la oferta de servicios como los de un teatro.
Los cuadros de una exposición
La exposición virtual “Cuadros de costumbres” está dividida en diez partes de firma en que el visitante pueda descubrir la historia del Teatro Municipal de forma más organizada, a partir de sus aspectos principales.
“Orígenes”
¡Sabe que cuando el Teatro Municipal se inauguró con el estreno de la ópera “Aida” en 1920, no tenía fachada? En esta sección, se da cuenta del lento y carísimo proceso para su culminación, en 1938. “El caso del Teatro Municipal es un caso rarísimo. En todo el mundo un espacio de este tipo siempre ha sido financiado por el Estado. Es una arquitectura con tanto lujo que es difícil creer que una persona como Manuel María Forero haya dilapidado su fortuna en esta construcción”, señala el curador. Esta sección también rinde homenaje a los trabajadores del teatro, desde Adolfo Escobar y Alejandro Yori, hasta sus actuales conserjes.
“Noche de gala”
Santiago Alfaro recuerda en esta sección las costumbres de la llamada “Noche de gala” limeña, organizadas en torno al teatro. Por ejemplo, cada 28 de julio, las celebraciones por la independencia se realizaban con ópera, conciertos de música sinfónica, o funciones de ballet. “Durante más de 50 años, hasta la década del setenta, las fiestas patrias no se celebraban con música criolla ni andina en el Teatro Municipal. Era una celebración de la élite criolla y política, con artes clásicas de origen europeo”, explica el curador. Destaca en esta sección Carmen Moral, la primera mujer en convertirse en Directora Titular de una orquesta sinfónica en América Latina.
“Incursiones”
En esta sección se expondrá los momentos históricos en que las culturas excluidas por la cultura oficial entran con todo derecho al Teatro Municipal: el primer espectáculo afroperuano representado por la compañía Pancho Fierro en 1956, o el concierto de Rosa Mercedez Ayarza en 1938 que “elevó los aires costeños a categoría de arte culto” (según la placa conmemorativa ubicada en el foyer), así como la presentación consagratoria de Yma Sumac (1944) o los conciertos de Amanda Portales en los años ochenta.
“Cine en el Teatro”
Motivado por su fracaso en la administración del teatro, el empresario Forero lo entregó en concesión a representantes de la Paramount Pictures. Una colección de afiches cinematográficos da cuenta de los estrenos más populares en la época, desde Charles Chaplin hasta Dolores del Río.
“Teatro en el teatro”
Los grandes momentos del teatro peruano en el escenario del TML: Desde el momorable “Romeo y Julieta” con Ricardo Blume y Saby Kamalich hasta el recordado Festival de Artes Escénicas de Lima. También se destacará la continuidad del gusto limeño por los formatos de musical, desde las zarzuelas hasta los exitosos musicales de Preludio.
“Exotistas, bailaoras y vedettes”.
Una sección dedicada al acto coreográfico con plumas y lentejuelas, donde el cuerpo es el espectáculo, y que tiene su momento de formación en los años 20. El teatro Forero fue uno de los principales espacios de circulación para estrellas como Tórtola Valencia, Pastor Imperio o Pilar Aznar.
“la palabra, la magia, la ilusión”
Aunque de forma minoritaria, Alfaro señala que en el TML también se organizaron conversatorios y recitales importantes, como la disertación de José Santos Chocano sobre el destino de las provincias cautivas en 1926 y las presentaciones de Bertha Singerman en 1937. Además, también hay testimonios de conocidos ilusionistas y magos como El hombre radar o Fu-Manchú.
“Vamos al ballet”
En Municipal siempre ha sido el principal escenario del ballet. Por su escenario pasaron Alicia Alonso y el Ballet de la Triple AAA, Tamara Taumanova, el Ballet Peruano de Kaye MacKinnon y, por supuesto, el Ballet Municipal de Lima, dirigido por Lucy Telge.
“Internacional”
Un registro del paso raudo de grandes artistas, como Igor Stravinsky, Margarita Xirgú, Mercedes Sosa, Libertad Lamarque, Duke Ellington o Marcel Marceau. En esta parte de la exposición se enfatiza la cobertura en la prensa de los conciertos, haciéndose evidente el cambio en el lenguaje de la misma prensa y las costumbres de los periodistas locales.
“El público”
Así como el Municipal, también sus espectadores han cumplido 100 años. En esta sección de la exposición se incluyen sus imágenes, desde aquellos elegantes que usaba frac para los estrenos hasta los escolares que repletan las plateas en las funciones gratuitas.
Muestra histórica
La exposición virtual “Cuadro de costumbres”, dedicada a la historia visual del Teatro Municipal, será publicada el 28 de julio. Se publicará en el fan page del Teatro Municipal y en la página web www.descrubrelima.pe.
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Alberto Ísola: “No creo que el teatro desaparezca”
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