
“Mens sana in corpore sano” o simplemente “Mente sana en cuerpo sano” es una de los proverbios más antiguos en la historia. Sin embargo, todo indica que sigue tan vigente como en el siglo II DC. Y es que sabemos muy bien que la actividad física es vital para nuestro cuerpo, pero un nuevo estudio de la Universidad de Missouri sugiere que el ejercicio cumple un rol crucial en mantener nuestra mente alerta, incluso cuando una de las fuentes de energía clave del cerebro no está disponible.
El ejercicio: ¿la pieza clave para mantener la memoria en la vejez?
La investigación, liderada por los científicos Taylor Kelty y R.Scott Rector y publicada en The Journal of Physiology, ofrecen una nueva mirada sobre la salud del cerebro y sugieren que el ejercicio puede cumplir un papel más importante en prevenir el deterioro cognitivo de lo que se creía. Esto se condice que una reciente investigación de la Universidad de California en San Diego y la Universidad Wake Forest respecto ejercicio como método para disminuir el deterioro cognitivo en personas con riesgo de sufrir Alzheimer.

Las cifras son claras. Se espera que hacia 2060 el número de personas con Alzheimer en Estados Unidos se haya duplicado, por lo que urge medidas para prevenir y evitar el desarrollo de este trastorno que afecta especialmente a los adultos mayores. Esta investigación de la Universidad de Missouri presenta una posible pieza clave en el rompecabezas que supone esta enfermedad: ¿puede la actividad física regular ser el elemento esencial que permita preservar la memoria y el rendimiento cognitivo a medida que envejecemos?
Cuando el cuerpo experimenta una escasez de glucosa, su fuente estándar de energía, el hígado genera cetonas, una alternativa de energía que es esencial para el funcionamiento cerebral. Estas moléculas son fundamentales para mejorar la memoria, el aprendizaje y la salud cerebral. Pero, ¿qué pasa si el hígado no es capaz de generar suficiente cantidad de cetonas? ¿Puede la actividad física ser una solución para compensar esta escasez?
El estudio de la Universidad de Missouri llevó a cabo una evaluación de los efectos que provoca una producción baja de cetonas en el hígado. Como era previsible, esto resultó en un notable deterioro de la función cerebral y la memoria. Sin embargo, se produjo un descubrimiento inesperado: el ejercicio físico logró aliviar parte del deterioro cognitivo, incluso con niveles reducidos de cetonas.
Kelty, investigador postdoctoral, explicó que al inicio del estudio pensaban que con menos cetonas, “el ejercicio no podría ser capaz de superar el deterioro”. Sin embargo, reconoció que el parece que “el ejercicio es tan poderoso que existen otros mecanismos en el cerebro que le permiten sortear estos deterioros y aun así obtener los beneficios del ejercicio”.

Por su parte Rector, quien también es profesor de la Escuela de Medicina, remarcó la complejidad de los efectos de la actividad física.
“Este estudio destaca cómo el ejercicio beneficia al cuerpo de múltiples maneras, incluso cuando no comprendemos completamente todos los mecanismos moleculares involucrados”, afirmó Rector. “Incluso cuando eliminamos una sola vía, el ejercicio tiene tantas otras funciones que puede ayudar a mitigar esas deficiencias”, anotó.
Los resultados de esta investigación son especialmente alentadores para aquellos que padecen trastornos hepáticos que dificultan la producción de cetonas por parte del organismo.













