
En los últimos meses, un nuevo tipo de muro ha comenzado a levantarse en las universidades estadounidenses. No está hecho de concreto ni acero, sino de papeleo, discreción administrativa y decisiones que, sin previo aviso, han cambiado el rumbo de cientos de vidas. Al menos cinco estudiantes vinculados a la Universidad de Harvard han visto sus visas revocadas por el gobierno del presidente Donald Trump, en lo que parece ser parte de una ofensiva más amplia contra la comunidad estudiantil internacional.
¿A QUIÉNES HA AFECTADO ESTA DECISIÓN?
La medida, que ha afectado a más de una docena de instituciones de educación superior en todo el país, parece formar parte de una campaña sistemática. Las revocaciones, según las propias universidades, van desde presuntas violaciones legales menores hasta la participación en protestas. En muchos casos, simplemente no hay una explicación oficial. Pero lo cierto es que el mensaje es claro: la bienvenida que una vez se extendía a los estudiantes extranjeros ahora se ha vuelto incierta y condicional.
Desde el inicio del segundo mandato de Trump, más de 300 visas de estudiantes han sido anuladas, según confirmó el Secretario de Estado Marco Rubio. Detrás de ese número hay rostros, historias, sueños truncados. Jóvenes que cruzaron el mundo en busca de una educación de calidad y que ahora enfrentan la posibilidad de ser expulsados de las aulas sin una razón clara ni la oportunidad de defenderse.

Los números son reveladores. La Universidad Estatal de Arizona reportó ocho estudiantes afectados; la Estatal de Colorado, seis; la Central de Michigan, cuatro; y la Universidad de Harvard, cinco, entre ellos tres estudiantes activos y dos recién graduados. Incluso universidades como Stanford, que vio afectadas a seis personas, y la Universidad de Massachusetts Amherst, con cinco casos, muestran que la red de revocaciones se ha expandido desde la Ivy League hasta los centros estatales.
Otras instituciones como la Universidad de Ohio, la Estatal de Minnesota y la Universidad de Michigan también reportan cinco, cinco y cuatro estudiantes afectados respectivamente. En algunos casos, como en la Universidad de Oregón, solo se ha revocado una visa. Pero incluso un solo caso representa una vida interrumpida, un proyecto personal detenido por causas que, en muchos casos, siguen envueltas en la ambigüedad.

El sistema de la Universidad de California, que incluye gigantes académicos como UCLA, Berkeley y UC San Diego, no ha proporcionado una cifra exacta, pero ha confirmado que sus campus también han sido impactados. La Universidad de Cincinnati y la Universidad de Kentucky han informado afectaciones en un “pequeño número” de estudiantes, sin especificar más. Esta opacidad solo alimenta la sensación de incertidumbre generalizada.
Más allá de las cifras, lo que preocupa a académicos, defensores de derechos humanos y administradores universitarios es el precedente que esta situación establece. Las universidades estadounidenses han sido históricamente faros de atracción para talento internacional. Las revocaciones, sin un proceso transparente ni fundamentos sólidos, amenazan con erosionar esa reputación y disuadir a futuros estudiantes de optar por EE.UU. como destino académico.











