
Hay historias que duelen más cuando se sienten tan cercanas. La de Emerson Colindres, un joven de 19 años con toda la vida por delante, es una de esas. A pocos días de haber celebrado su graduación de la preparatoria en Cincinnati, mientras soñaba con jugar fútbol universitario y seguir construyendo su futuro en Estados Unidos, fue detenido por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). El motivo: una orden final de deportación. Su destino: Honduras, un país que dejó cuando apenas tenía 8 años y al que regresó esposado.
Cuando me enteré de este caso, gracias a un informe de NBC, no pude evitar pensar en todos los jóvenes como Emerson que han crecido en Estados Unidos, han estudiado, juegan en las canchas, sueñan en inglés y español… y de un momento a otro, desaparecen por decisiones políticas que no entienden de humanidad. Emerson no tenía antecedentes penales, era un estudiante aplicado y un líder en su equipo de fútbol. Y sin embargo, eso no fue suficiente para que ICE lo dejara quedarse.
DE LA CANCHA AL AVIÓN
Todo comenzó el 4 de junio. Emerson fue citado a lo que debía ser un registro de rutina con ICE. Ya había ido antes. Pero esta vez, no volvió a casa. Lo esposaron ahí mismo, frente a su entrenador Bryan Williams, su esposa y su hijo. “Lo sacaron del edificio esposado”, contó Williams. “Mi hijo pudo verlo, abrazarlo y decirle que lo quería. Pero se llevaron a uno de sus buenos amigos, y no sabe si lo volverá a ver”.
Según su madre, Ada Bell Baquedano Amador, habían venido huyendo de la violencia de las pandillas en Honduras. “En Honduras, las familias no tienen seguridad”, dijo. “Es una situación muy complicada”. Emerson creció en Cincinnati, pidió asilo, fue buen estudiante, buen hijo, buen amigo. Pero todo eso quedó opacado por una orden judicial de deportación emitida en 2023, que ahora, bajo la administración de Donald Trump, se está ejecutando con mano dura.

UNA PROMESA DEL FÚTBOL QUE SE QUEDÓ SIN CANCHA
A Emerson lo conocían por su talento con la pelota. Era el alma del equipo Cincy Galaxy, según sus compañeros y entrenadores. “Como jugador lo hace todo. Nos gana partidos. Es como el máximo goleador. Controla el juego. Y, en general, también es un buen líder de equipo”, dijo su amigo y compañero Alejandro Pepole, de 18 años.
Su entrenador, Bryan Williams, aún no asimila lo ocurrido. “Creo que hay muchos Emerson en la misma situación ahora mismo”, dijo con tristeza. “Todos tienen la misma historia: alguien que estuvo aquí haciendo todo lo que se le pidió, intentando mejorar su vida y la de su familia, y ahora está detenido en algún lugar”.
UNA COMUNIDAD QUE NO SE RINDE
La detención de Emerson no pasó desapercibida. Hubo protestas en Cincinnati, frente al centro de detención del condado de Butler, donde estuvo recluido. Profesores, compañeros, vecinos y activistas alzaron la voz. “Es devastador”, dijo Johanna Froelicher, su profesora de secundaria. “Pero no nos damos por vencidos”. Ella, como muchos otros, sigue en contacto con la familia, luchando por visibilizar el caso.
Froelicher fue clara: “Él y su familia han hecho literalmente todo lo que se les ha pedido. Han cumplido con todo porque son muy buenas personas. De verdad quieren estar aquí y querían hacer las cosas bien”.

¿UN PAÍS MÁS SEGURO?
Desde que ICE detuvo a Emerson, su familia y sus amigos viven con el corazón en la mano. Lo que antes eran trámites, hoy son emboscadas. Lo que antes era rutina, ahora es trauma. Froelicher lo resumió bien: “No se trata solo de políticas. Se trata de vidas humanas. Son personas reales con sueños y aspiraciones”.
Y lo más duro de todo es la pregunta que muchos en Cincinnati se hacen ahora: ¿quién será el próximo? La historia “acabó” cuando el miércoles 18 de junio, este prometedor joven fue deportado.
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