
En el corazón de los Everglades, rodeado de pantanos y custodiado por cercas y vigilancia constante, un migrante cubano libra una batalla silenciosa. Pedro Lorenzo Concepción, de 44 años, lleva varios días en huelga de hambre en el centro de detención para migrantes conocido como Alligator Alcatraz, en Florida. Desde el 22 de julio se niega a ingerir alimentos como forma de protesta por su detención a manos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y por la situación que comparten decenas de detenidos como él.
Desde su celda, Pedro brindó su testimonio en una llamada telefónica con el diario El País: “Ya mi vida no me pertenece a mí, les toca a ellos decidir si yo vivo o si yo muero”. Recluido junto a otros 31 hombres, recibe ayuda de sus compañeros para beber agua y mantenerse en pie, mientras su salud se deteriora rápidamente.
¿Qué es Alligator Alcatraz y por qué genera preocupación?
Construido en tiempo récord y en condiciones cuestionadas por ambientalistas y comunidades indígenas, Alligator Alcatraz ha sido señalado como el rostro más severo de la nueva cruzada antiinmigrante en Estados Unidos. Este centro, ubicado en una antigua pista de aterrizaje al oeste de Miami, fue creado como un “centro de procesamiento rápido” por el gobernador Ron DeSantis, un aliado clave del expresidente Donald Trump.
La instalación, con capacidad para 5.000 camas y un costo de 245 dólares diarios por detenido, ha sido denunciada por falta de higiene, hacinamiento y condiciones inhumanas, según testimonios recogidos por El País y activistas locales. El estado de salud de Pedro, sumado al silencio institucional, agrava la preocupación de organizaciones de derechos humanos que monitorean este tipo de centros, aunque hasta el momento no se ha emitido un pronunciamiento oficial del ICE sobre su huelga de hambre.

¿Por qué Pedro decidió dejar de comer?
Pedro fue arrestado el 8 de julio en la oficina del ICE en Miramar, donde se presentaba regularmente debido a un antecedente penal de hace más de una década. A pesar de haber cumplido su condena y formar una familia en EE.UU., nunca logró recuperar su estatus migratorio. En dos ocasiones intentaron deportarlo, pero Cuba se negó a aceptarlo. Ante la falta de certeza sobre su destino, decidió dejar de comer como acto de resistencia y dignidad, según explicó a El País.
Su esposa, Daimarys Hernández, ha vivido los días más difíciles de su vida. Trató de localizarlo cuando fue hospitalizado, sin éxito, y ahora solo espera sus llamadas con angustia. A veces, Pedro apenas logra hablar. En una conversación reciente, no pudo responder a su hijo pequeño cuando le preguntó por qué no comía. “No tuvo valor para hablar más con el niño”, contó Daimarys, quien teme que esta protesta termine en tragedia.
¿Qué condiciones enfrenta en el centro de detención?
“Ya no puedo seguir viviendo así”, dice Pedro desde la celda donde pasa los días con las luces encendidas 24 horas, sin reloj, sin privacidad, con acceso limitado al baño y expuesto al riesgo de enfermedades como la COVID-19. Asegura que las condiciones son tan extremas que incluso los inodoros se desbordan y el personal los hace volver a sus celdas una vez que los residuos fecales se han secado. Para él, todo esto es parte de un castigo que no termina, aun habiendo cumplido su sentencia hace años.
Pedro no ha recibido visitas de abogados ni ha sido entrevistado por autoridades sobre su estado físico o mental. “El ICE puede decidir sobre mi vida en cualquier momento. Me recogen, me encierran, y si mañana abren otra prisión, me vuelven a llevar”, dijo. Mientras tanto, su esposa continúa buscando apoyo legal y mediático, aunque teme que el tiempo se agote. “Yo solo quiero que esté vivo”, repite. “Aunque lo deporten, aunque lo manden a otra parte del mundo, pero que esté vivo”.












