
“Yo tengo mucho miedo de regresar a mi país”, confiesa entre lágrimas Juana Barrón, una madre mexicana de 47 años que lleva casi tres décadas construyendo su vida en Estados Unidos. Hoy, a pesar de haber formado una familia, levantar una empresa y criar a cinco hijos, dos de ellos en las Fuerzas Armadas de EE. UU., el gobierno le ha negado una solicitud clave para permanecer legalmente en el país que considera su hogar. Ahora teme ser deportada por ICE.
Juana llegó indocumentada desde México hace 27 años, cargada de ilusiones. Desde entonces no ha parado de trabajar, logró comprar una casa y fundó su propia compañía de jardinería. Su esfuerzo rindió frutos: crió a sus cinco hijos en este país, todos ciudadanos estadounidenses. Dos de ellos, Jennifer y Antonio, actualmente sirven en la Marina de los Estados Unidos.
Pero hoy, la amenaza de ser deportada se siente más real que nunca. ICE ha rechazado una petición que le habría otorgado una estancia temporal como madre de militares en servicio activo. Su cita con inmigración está programada para el 7 de agosto y podría ser la última.

“Yo quiero que me den la oportunidad de quedarme aquí, aunque sea para esperarlo”, dice Juana, refiriéndose a su hijo Antonio, quien está desplegado rumbo al Medio Oriente en una misión que durará 14 meses. La idea de ser deportada sin poder volver a ver a sus hijos ha desencadenado una angustia profunda.
No es la primera vez que enfrenta este miedo. En 2007 fue arrestada tras cruzar un punto de control migratorio mientras llevaba de emergencia a uno de sus hijos al hospital. Desde entonces, el fantasma de la deportación ha estado latente.
La situación ha afectado de manera directa a su familia. Su hija Jennifer Barrón, oficial naval, tuvo que regresar de emergencia desde Japón para acompañar a su madre en este momento tan crítico.
“Se siente bien estresante, es como todo tu mundo cayéndose. Gracias a Dios me dieron permiso para estar con mi mamá, porque quiero apoyarla”, declaró Jennifer, visiblemente afectada.

Desde el otro lado del mundo, su hermano Antonio también intenta mantener la calma a bordo del barco militar en el que viaja, aunque reconoce que la preocupación por su madre lo ha desestabilizado emocionalmente.
Jennifer, con uniforme militar, estará al lado de su madre el 7 de agosto, en la última audiencia ante Inmigración. Un gesto cargado de simbolismo y esperanza, en el que espera que el servicio de su familia a este país pese más que el estatus migratorio que persigue a su madre desde hace años.
Juana, mientras tanto, solo pide una cosa: que la dejen quedarse, aunque sea solo para esperar a su hijo.

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