La tragedia nuclear de Fukushima remeció a Japón hace 12 años, pero sus secuelas aún amenazan y alarman a la humanidad. El país asiático se alista a poner en marcha un polémico plan para descargar al Océano Pacífico toneladas de agua radiactiva y depurada de la planta nuclear accidentada por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011.
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El centro de la estrategia japonesa es el Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS) que fue instalado en la central nuclear de Fukushima Daiichi, cuyos reactores quedaron destruidos, y consiste en procesar el agua tantas veces como sea necesario para reducir a niveles inexistentes o mínimos los materiales radiactivos más peligrosos.
También reduce posteriormente y antes del vertido al mar la concentración de tritio, un radioisótopo presente de forma natural en el medioambiente.
Uno de los problemas es que el ALPS es capaz de eliminar 62 radioisótopos de alto riesgo, pero no permite eliminar el tritio ni retirar por completo otros radionucleidos como carbono-14 o yodo-129, tal como han advertido científicos y ambientalistas japonenes y de otras partes del mundo.
La Asociación de Laboratorios Marinos de EE.UU. (NAML), por ejemplo, alertó en diciembre pasado de la “carencia de datos científicos adecuados y precisos” que respalden la seguridad del vertido, en contraste con “abundantes datos que generan graves preocupaciones” sobre esa medida.
Pese a la controversia, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la agencia nuclear de la ONU, aprobó el martes 4 el plan japonés para deshacerse, después de un tratamiento adecuado, de 1,33 millones de toneladas de agua contaminada, almacenadas en la central siniestrada.
Según el informe de la OIEA, el proceso de depuración es confiable y una vez liberado en las aguas del Pacífico, el vertido tendrá un impacto radiológico “insignificante” para la salud humana y el medioambiente.
El director del OIEA, Rafael Mariano Grossi, observó en los últimos días dónde se trata el agua antes de ser transportada por una tubería negra desde los tanques de muestreo y mezcla a la instalación costera donde se diluye al menos 100 veces con agua del mar. Después se verterá en el Océano Pacífico a un kilómetro de distancia de la costa a través de un túnel submarino.
Japón anunció su propuesta de liberar el agua de la planta de Fukushima en el 2019. Desde que aprobó el plan, en el 2021, representantes del OIEA han realizado varias revisiones del progreso de ese paí en el tratamiento del agua.
Riesgos y promesas
Aunque la fecha oficial aún no ha sido anunciada, medios locales afirman que está previsto que Tokyo Electric Power (TEPCO), propietaria de la central nuclear de Fukushima, comience en agosto con el vertido.
Si bien los responsables del proyecto aseguran que el líquido que durante décadas se verterá al océano no difiere del desechado en una central nuclear convencional, el rechazo se ha hecho visible dentro y fuera de Japón.
Un centenar de personas se manifestaron el miércoles 5 frente a la sede en Tokio de TEPCO para protestar por el vertido al mar de agua contaminada y tratada. “El OIEA es un promotor nuclear. Es agua contaminada, por mucho que se la quiera llamar tratada. Con este cambio de nombre sólo intentan confundir”, dijo Sakuko Yokota, manifestante de 80 años citado por la agencia Efe.
Además, organizaciones pesqueras locales rechazan el plan porque temen el daño que puede sufrir su reputación aunque las capturas no estén contaminadas.
En el exterior, la cancillería china afirmó que “Japón decidió unilateralmente verter sus aguas nucleares usadas al océano. Minimiza sus propios costes y riesgos dejando al resto del mundo asumir el riesgo inevitable de contaminación nuclear”. Mientras que en Corea del Sur hubo protestas ciudadanes contra el plan japonés.
Ken Buesseler, director del Centro de radiactividad marina y ambiental del Instituto Oceanográfico de Woods Hole (EE.UU.), considera que los datos aportados por TEPCO muestran “que el sistema no funciona” para retirar todos los radioisótopos peligrosos.
“Nadie va a morir a raíz de esto, ni el Pacífico se va a convertir en un vertedero nuclear. Pero no se sienta un buen precedente”, dice a Efe el experto, quien defiende que Japón debe explorar en mayor profundidad alternativas a la descarga oceánica.
Grossi defendió ante los habitantes que el papel del OIEA no era “encubrir” algo “malo”. El plan se trata “de una práctica general aceptada y observada en muchos lugares del mundo”, afirmó.
Más transparencia
El diario “The New York Times” señala que el agua que Japón planea descargar en el Pacífico se usó principalmente para enfriar los reactores dañados en la planta de energía de Fukushima. “El país asiático dice que necesita liberar el agua que está actualmente almacenada antes de que la planta se quede sin espacio de almacenamiento”.
Azby Brown, investigador principal de Safecast, un grupo independiente de monitoreo de radiación explicó a ese medio que uno de los principales problemas para que se genere rechazo al plan japonés es que una cantidad importante de buenos científicos sienten que los datos presentados hasta ahora han sido incompletos.
Aunque apunta que el riesgo para la salud que representa el agua liberada será “muy bajo y de una magnitud miles de veces menor que la exposición diaria” a la radiación, el experto enfatiza que “todo el proceso no ha sido lo suficientemente transparente”. “No ha sido inclusivo, y no han sido exhaustivos”.
Carlos Umaña
Miembro de la directiva de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN)
La Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, mi organización, también se opone al plan japonés. Se hizo una presentación ante el foro de las islas del Pacífico, que contrató a un panel independiente de científicos que generaron serias dudas. Hay varios cuestionamientos que ni TEPCO ni el organismo nuclear de la ONU han podido responder.
Por ejemplo, se han muestreado muy pocos de los tanques que contienen esta agua radiactiva, no se han tomado en cuenta cosas como el lodo que queda en el tanque, ni varias otras consideraciones en relación con la contaminación medioambiental.
Ya hay una contaminación alta de prácticamente todo el Océano Pacífico con la radiación que se ha generado por el desastre del 2011. La exposición crónica a la radiación genera una incidencia más alta de cáncer y otras enfermedades. Se puede medir que se ha afectado más que todo a la comunidad pesquera. Entonces es posible que esta radiación tenga efectos no solo en la salud humana por el consumo de productos marinos, sino también en los ecosistemas. Es una contaminación que no se está midiendo seriamente por un afán político y nuclearista. Recordemos que la OIEA es también una organización que promueve la energía nuclear, lo que le lleva a decir prácticamente que la disolución es la solución para la contaminación y no es así. Con ese pensamiento se convirtió al mar en un basurero.
La medida japonesa podría tener impacto en Latinoamérica y eso tampococ se ha tomado en cuenta. No se han respondido las dudas sobre cómo van a afectar estas radiaciones a otros lugares, cómo van a ser las corrientes que van a afectar a toda la zona del Pacífico. Se ha visto, por ejemplo, que la radiación de Fukushima ha llegado a las costas de California, entonces ahora pues esto podría perfectamente también a las costas del Pacífico de nuestra región y al resto del mar.
Una de las cosas que se dijo con Fukushima inicialmente fue que no hubo liberación atmosférica como sÍ hubo con Chernóbil. En el caso de Fukushima, la contaminación ha sido más hacia el Océano Pacífico y esa contaminación en realidad es bastante más amplia de lo que se teme. Y si estamos hablando, por ejemplo, islas como las islas Galápagos, que pertenecen a Ecuador, y de varias otras islas en el Pacífico, pues definitivamente sí nos afecta.