En mayo de 1982, mientras se desarrollaba al sur del continente la Guerra de las Islas Malvinas, una decisión del presidente Fernando Belaúnde Terry remarcaría los lazos históricos entre Perú y Argentina.
Al no prosperar las salidas diplomáticas que se buscaba al conflicto, el Gobierno peruano atendió el pedido de apoyo de la Junta Militar de ese país. La ayuda bélica se materializó con el envío de 10 aviones Mirage M5-P en una operación secreta.
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“Una nota publicada en El Comercio en el 2007 informó de este caso. Tras ello, empezaron a decirse muchas cosas, algunas inexactas”, comenta el Mayor General FAP en retiro Ramiro Lanao, responsable de guiar el Escuadrón Aéreo 612 en esta misión.
Cuatro décadas después del conflicto, Lanao, junto con el Teniente General en retiro FAP Pedro Seabra (entonces teniente), hablan, por primera vez con un medio de comunicación, de la acción que marcó sus vidas. “La información se mantuvo en secreto por años porque era lo que correspondía”, refieren.
La decisión política se trasladó al campo operativo el 6 de junio de 1982, fecha que confirman los entrevistados. Del Grupo Aéreo 6 de Chiclayo partieron diez Mirage con la orden de aterrizar en la base arequipeña La Joya. Al llegar, les informaron que la operación tendría más capítulos.
“La directiva de llevar los aviones a territorio argentino llegó ahí. La planificamos rápido. El tiempo era corto, pero estábamos preparados”, señala Lanao, quien tenía el cargo de Mayor y comandaba el escuadrón.
Con 26 años, Pedro Seabra era uno de los pilotos más jóvenes del grupo. Aunque ya contaba con fuertes experiencias como el conflicto del Falso Paquisha con Ecuador. “Podrían haber elegido a cualquiera. Todos estábamos aptos”, apunta. Conocía como pocos el Mirage. “Un cazabombardero capaz de duplicar la velocidad del sonido”, agrega.
Después de acondicionar las aeronaves con las insignias y escudos de la Fuerza Aérea Argentina, los pilotos emprendieron marcha rumbo a la base de Tandil (300 km al sur de Buenos Aires), tomando como ruta la frontera entre Chile y Bolivia. Los acompañó una nave madrina donde iban técnicos y mecánicos. La comitiva total la componían 34 personas.
Volarían sobre los 33 mil pies, bajo condiciones particulares, para evitar ser detectados por los radares vecinos. “Volamos en silencio, sin comunicaciones radiales. Nos guiamos simplemente con señales visuales. Había que evadir también los sistemas de radio direccionalidad. Estábamos tan compenetrados que no necesitábamos hablar”, recuerda Seabra.
Insisten en que “lo único que se hizo fue cumplir con el deber”. No titubean. Ni siquiera cuando nos detenemos en los riesgos que conllevó la operación. Una detección habría detonado un serio problema diplomático.
“En una guerra declarada entre dos países, la participación de un tercero sin la respectiva manifestación, terminaría involucrándolo a nivel diplomático. Pero eso no nos competía. Nosotros respetamos la decisión del Gobierno. El presidente confiaba en la Fuerza Aérea para realizar la operación”, dice Lanao.
Jujuy, provincia del norte argentino, no solo fue una parada obligada para recargar combustible. Sobre todo, fue el escenario del primer encuentro de la flota con sus pares argentinos. Ahí se produjeron postales que quedaron impregnadas en la memoria de los protagonistas. De ambos lados, hubo abrazos, llantos y sonrisas. La marcialidad militar y protocolos pasaron a segundo plano.
“Nos recibió el mayor Puga de la Fuerza Aérea Argentina. Estaba con los ojos rojos porque acababa de eyectarse de su avión en la zona de Malvinas. No lo conocíamos, pero cuando nos saludamos parecía un familiar querido. No puedo decir que nuestra recepción fue efusiva. Fue más que eso”, dice con emoción Lanao.
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10 pilotos que condujeron los aviones Mirage
1.- TTG. FAP Pedro Seabra Pinedo
2.- TTG. FAP Augusto Mengoni Vicente
3.- TTG. FAP César Gallo Lale
4.- TTG. FAP Gonzalo Tueros Mannareli
5.- TTG. FAP Milenko Vojvodic Vargas
6.- MAG. FAP Ramiro Lanao Márquez
7.- MAG. FAP Rubén Mimbela Velarde
8.- MAG. FAP Pedro Ávila y Tello
9.- COR. FAP Mario Núñez del Arco P.
10.-COR. FAP Marco Carranza Correa
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Desbordados por el clima de guerra, los militares argentinos, algunos con heridas visibles, se desvivieron en agradecimiento al gesto peruano. Después de compartir la cena, los aviadores pernoctaron en Jujuy para a la mañana siguiente partir a Tandil. Ahí, se reproducirían similares muestras de cariño.
A la entrega de aviones y material bélico, siguió la instrucción en el manejo de las naves, a cargo de pilotos y mecánicos. “Argentina usaba aviones Dagger, cuyo sistema logístico era adaptable a los nuestros. Eso facilitó las cosas”, menciona Seabra.
Al anochecer del 7 de junio, la nave madrina retornaba al Perú con los corazones agitados por la experiencia vivida. Lanao no confirma si hubo la opción de quedarse a combatir. “Cumplimos lo que se nos encomendó, pero estábamos capacitados para cualquier escenario. Hay detalles que se mantendrán en reserva”.
El primer reconocimiento
La comitiva se reintegró sus actividades cotidianas en silencio. Nunca hubo actos protocolares, ni volvieron a juntarse a hablar del tema. “Nuestra satisfacción quedó en el baúl de los recuerdos”, dice Seabra. No fue sino hasta el 8 de noviembre del 2019, cuando la Embajada Argentina en Perú organizó un acto de reconocimiento a los militares peruanos involucrados en esta operación.
“Por el carácter secreto de su momento, siempre hubo resquemores en la diplomacia argentina y peruana para hacer este homenaje. Incluso tuve algunos llamados para que no se realice. Pero era una deuda histórica que teníamos que saldar. Estar con los protagonistas de aquel hecho fue muy emotivo. Son la expresión viva de la solidaridad peruana”, menciona Jorge Moya, el embajador argentino de ese entonces.
Durante la ceremonia, celebrada en el Palacio Arequipa (sede histórica de la Embajada Argentina) se develó un busto del ex presidente Fernando Belaúnde. Pilotos, técnicos, y familiares de los participantes ya fallecidos, recibieron la medalla de honor de parte del Estado Argentino. Además de altos mandos militares y políticos peruanos, participaron del acto el Senador argentino Alfredo Luenzo, el Jefe del Estado Mayor Conjunto de las FFAA Argentinas Bari del Valle Sosa, entre otras autoridades.
Para Seabra, quien años después llegaría a Comandante General de la FAP, esta misión constituye un hito. “Por su naturaleza, fue un reto que todo aviador militar quisiera experimentar. Fue la punta de la flecha de nuestras carreras”, sostiene sin esconder la emoción. Sus nombres quedarán ligados inevitablemente a tal gesta.
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