El mexicano Ubaldo Clemente pensó que las autoridades de inmigración corregirían la injusticia que se cometió en su caso y le permitirían reunirse con su familia en California. Sin embargo, la pandemia del coronavirus (COVID-19) truncó su sueño y ahora lo único que espera es conseguir un permiso humanitario para ingresar a Estados Unidos y sepultar a su esposa.
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“Lo único que quiero es despedirla, decirle adiós. No es mucho lo que espero de las autoridades de inmigración después que me separaron de mi familia por un error de ellos”, dijo entre lágrimas Clemente en una llamada telefónica con Efe desde Tijuana, México.
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Gladys Clemente, esposa de Ubaldo, falleció el jueves pasado en su vivienda en Los Ángeles tras contagiarse del coronavirus.
“Hablé con ella por la noche del miércoles para ver cómo seguía del dolor de pecho que tenía. Le dije ‘Mi amor, ¿cómo sigue de esa gripe? Ella me contestó que se sentía cansada”, cuenta el mexicano sobre la última vez que pudo hablar con su esposa.
Los resultados de la prueba del coronavirus que se había hecho la inmigrante de origen salvadoreño aún no llegaban y la familia pensaba que era una gripe. En la mañana del jueves su hija la encontró sin vida en su cuarto.
“Si yo hubiera estado allá, tal vez las cosas hubieran sido diferentes”, reflexiona Clemente, como si tratara de cambiar el presente que vive.
Una separación para siempre
La pesadilla de este matrimonio comenzó en marzo de 2019, cuando la pareja viajó al consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez, México, para pedir la residencia permanente del mexicano. Tras casi dos décadas juntos y cuatro de matrimonio, Gladys había hecho una petición para regularizar el estatus migratorio de su esposo.
De acuerdo con la abogada de inmigración Jéssica Domínguez, representante de la pareja, Ubaldo cumplía con todos los requisitos para obtener la residencia a través de la petición de su cónyuge.
Sin embargo, el consulado rechazó la petición argumentando que una persona con el nombre de Ubaldo Clemente García había sido detenida en la frontera sur de EE.UU. tratando de ingresar al país utilizando documentos falsos y haciéndose pasar por ciudadano estadounidense.
“No es como que el nombre de Ubaldo Clemente García sea común; entonces las autoridades asumieron que esta persona que fue arrestada en 1999 era mi cliente”, explicó a Efe Domínguez. Aunque la abogada trató de explicar lo sucedido, el consulado hizo caso omiso y no dio marcha atrás a la prohibición de entrada a Estados Unidos de por vida impuesta a Ubaldo por, supuestamente, hacerse pasar por un ciudadano estadounidense.
La última opción que Domínguez encontró fue hacer que el mexicano se presentara ante las autoridades de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés) en la frontera para que le tomaran las huellas y cotejaran la información. De esta manera se pudo comprobar que “la persona que fue detenida es alguien más con ese nombre”, según el escrito de la CBP.
Con esta prueba en mano, el matrimonio y la abogada estaban esperando que el consulado reabriera el caso y otorgara la residencia a Ubaldo.
“Le dicen a uno que si anda bien por la vida le va a ir bien, pero eso no me pasó a mí. Yo no hice nada malo en mi vida, solo buscar un destino mejor, pero solo hubo una injusticia muy grande conmigo y con mi esposa”, señala el mexicano, tratando de controlar el llanto.
Un permiso humanitario urgente
Desde el fallecimiento de Gladys la semana pasada, la abogada Domínguez ha estado tocando las puertas de las autoridades de inmigración, e incluso buscando ayuda entre congresistas y la oficina de la vicepresidenta electa Kamala Harris para que aboguen por el mexicano y le permitan ingresar al país con un permiso humanitario
Aunque la pareja no tuvo hijos en común, Ubaldo considera como suyas las tres hijas de su esposa. Una de ellas se encuentra en el hospital lidiando también con el coronavirus.
Ante el silencio de las autoridades de inmigración, y sin respuesta de ningún legislador, Domínguez también está buscando ayuda en el consulado de México en Los Ángeles y el respaldo de la cónsul general Marcela Solorio.
Domínguez explica que con la muerte de Gladys la petición de residencia permanente concluye. Sin embargo, la abogada está apelando a la sensibilidad de las autoridades federales para que el mexicano pueda ingresar al país a despedir a su esposa, y ayudar a sus hijas en este proceso.
En los más de 20 años que Ubaldo vivió en Estados Unidos no tiene infracciones o un historial criminal. Por más de 17 años trabajó en el mismo restaurante de Los Ángeles para sostener a su familia.
“Sin Gladys no sé qué voy a hacer. Mi vida se acabó y me quitaron un año que pude estar con ella. Eso nadie lo repone”, dijo Ubaldo.
“Lo único que pido es que me dejen estar por última vez a su lado”, puntualizó.
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