Era el 18 de agosto de 1989. El entonces candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento, quien se encaminaba a ganar las elecciones en Colombia, se dirigía a la tarima para dar un discurso en Soacha cuando varios disparos terminaron con su vida. Un atentado que volvió a abrir las heridas de un país entonces copado por el narcotráfico, las guerrillas y el paramilitarismo.
Treinta años después, el fantasma de un nuevo magnicidio está otra vez presente en las elecciones presidenciales del próximo 29 de mayo, en un contexto de inseguridad que preocupa otra vez a los colombianos, que en el siglo XX vieron morir a cinco postulantes a la jefatura del Estado.
A inicios de mes, el candidato izquierdista Gustavo Petro denunció un supuesto plan para atentar contra su vida y desde entonces se le ha reforzado la seguridad, pese a que en un inicio el gobierno del derechista Iván Duque expresó que no había “ninguna información de los cuerpos de inteligencia que valide esa información”.
El reciente paro armado convocado por el Clan del Golfo, las amenazas de la guerrilla del ELN y el poder cada vez más creciente de las bandas criminales han sembrado alarma en una campaña que, de por sí, está altamente polarizada, una característica que sigue persiguiendo a los procesos políticos latinoamericanos.
Petro –exguerrillero del M19, exalcalde de Bogotá y actual senador– sigue primero en las encuestas y es muy probable que pase a segunda vuelta junto con el candidato de derecha, Federico Gutiérrez.
De ganar, se convertiría en el primer presidente de izquierda en Colombia en sus más de 200 años de vida republicana y significaría un cambio radical en un país cuya vida política se ha dividido entre conservadores y liberales, y que desde hace medio siglo su destino ha estado marcado por la guerra contra las organizaciones terroristas y el narcotráfico. Y sin olvidar la fuerza que aún tiene el uribismo en la política colombiana.
La campaña de Gutiérrez tampoco está tranquila, pues también ha denunciado intimidaciones a su candidato, sobre todo desde el ELN, las disidencias de las FARC y el Clan del Golfo, una de las bandas criminales más temidas de Colombia, formada por narcos y exparamilitares de ultraderecha y cuyo cabecilla, ‘Otoniel’, fue recientemente extraditado a EE.UU.
“Estas amenazas se toman en serio por el contexto histórico de Colombia, donde han matado a muchos candidatos y los han secuestrado, como le pasó a Ingrid Betancourt”, comenta a este Diario la politóloga colombiana Silvana Amaya, analista senior de riesgos globales de la consultora Control Risks.
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Polarización a la vista
El hecho de que las amenazas de muerte no sean tomadas a la ligera también muestra el tono de una campaña que, como ya dijimos, está muy polarizada.
“El país lleva polarizado varios años, y estas elecciones son una muestra de que los dos extremos son los que probablemente lleguen a segunda vuelta”, agrega Amaya. “Pero también tenemos que entender el contexto. Colombia nunca ha tenido un gobierno de izquierda; entonces, muchos grupos que están al margen de la ley y que quieren oponerse a la posible llegada de Petro al poder responden y vemos estas amenazas reales”.
Según la campaña de Petro, las amenazas vinieron desde la organización criminal La Cordillera, que opera en el eje cafetero, y está formado por exparamilitares de ultraderecha que se dedican al sicariato, la extorsión y el tráfico de drogas.
Francia Márquez, compañera de fórmula de Petro, también denunció en abril que había recibido tres amenazas de muerte. La abogada afrocolombiana es una reconocida activista medioambiental.
“Tristemente los distintos escenarios de polarización han conllevado a validar la eliminación de candidatos que no se quiere que logren elegirse”, señala la doctora Arlene Beth Tickner, profesora de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
“Estamos en un contexto de enorme polarización y de fragilidad de la institucionalidad del país”, agrega. Para Tickner, ni siquiera en las elecciones del 2018, cuando Petro también pasó a segunda vuelta pero perdió ante Iván Duque, hubo tanta polarización. “Aquella vez había el convencimiento, en el fondo, de que Petro no iba a ganar, pero esta vez todas las encuestas indican que sí tiene buena chance de llegar. Digamos que las estrategias de desinformación y deslegitimación se han acentuado”.
Pese a este contexto de inseguridad, Amaya señala que la campaña en realidad se ha centrado en tres temas que preocupan a los colombianos: la corrupción, la economía y los temas sociales.
Aún faltan dos semanas para las elecciones, y los candidatos aprietan el acelerador para convencer a los indecisos y asegurar el voto, mientras esperan que las balas no terminen con sus aspiraciones antes de tiempo.
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