El impacto emocional del "default" en Argentina
El impacto emocional del "default" en Argentina
Redacción EC

Estruendo de tambores, conductores protestando porque se quedaron atascados en plena Avenida Corrientes en trompetas, cánticos, jóvenes pidiendo a gritos paso con las pancartas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández al hombro.

Es el ruido de la enojada. O de la orgullosa. O de la inconforme. Según a quién pregunten.

Cientos de personas se han reunido en el centro de Buenos Aires para mostrar su apoyo a la presidenta en su litigio contra los fondos de inversión que no aceptaron los canjes de deuda, una batalla que acabó arrastrando al país a su segundo default en 13 años.

"Lo primero que tenemos que cuidar es nuestra soberanía, todo lo que hemos recuperado, ponernos firmes y no permitir atropellos que vienen de la escena internacional", me cuenta Arnaldo del Valle, uno de los asistentes al acto en contra de los que el gobierno llama en el estadio Luna Park.

Arnaldo sostiene un cartel hecho por él mismo a base de recortes de prensa. De un lado aparece el pueblo argentino liderado por Cristina Fernández; del otro, "los usureros, los de siempre", me explica: los "buitres", como se refieren popularmente al multimillonario de Wall Street Paul Singer y otros inversionistas litigantes.

"PATRIA O BUITRES"
Se habla de ellos en las tertulias televisivas, aparecen en las paredes de los edificios y sobrevuelan el imaginario colectivo argentino.

En mi camino a la oficina de la BBC en el microcentro porteño me cruzo cada día con varios grafitis donde se lee "Patria o Buitres", una variación del ya célebre "Patria o Muerte".

Es uno de los lemas elegidos por los simpatizantes del gobierno, que culpan al juez estadounidense Thomas Griesa de haber llevado al país a esta suspensión de pagos forzada.

En los contenedores de basura y en los muros de esta parte de la ciudad anidan los buitres en forma de pósters, con la cara del juez sobre el cuerpo emplumado: "Griesa quiere tu casa, tu trabajo y tu comida", rezan.

"No es sólo culpa del juez, es culpa del sistema capitalista, del que Griesa es sólo la cara visible", me cuenta Eugenia, una estudiante de la agrupación juvenil La Cámpora, que apoya a la presidenta.

"Son los capitales financieros globales contra cualquier país que crezca sin depender de ellos, en este caso fue Argentina pero podría ser cualquier otro".

WASHINGTON EN LA MIRA
No está claro cuál será el impacto económico que este default pueda tener en la economía local. Mientras el gobierno sostiene que "la vida sigue", la oposición y algunos analistas vaticinan un freno en la inversión, caída del consumo y desempleo.

Lo que ya parece haber traído el default es una renovada desconfianza de parte de la población argentina hacia Estados Unidos, a quien el ejecutivo culpa por no frenar la decisión del juez.

En los días previos al 30 de julio, la fecha límite para que Argentina llegara a un acuerdo con los holdouts, incluso aparecieron carteles donde se comparaba la lucha contra los fondos con las disputas entre el presidente Juan Domingo Perón y el embajador estadounidense-y después secretario de Estado de Harry Truman- Spruille Braden en los años 40.

"Siempre hubo un sentimiento en ciertos sectores de la población de sospecha y desconfianza hacia otras partes del mundo, especialmente grandes potencias como EE.UU.", me dice Daniel Marx, exsecretario de Finanzas de Argentina y consultor de la firma Quantum.

"Ultimamente se hizo más evidente, ya que el gobierno y otros actores políticos están hablando de grandes vínculos entre la rama ejecutiva de EE.UU. y el judicial, en cómo uno influye en otro, sobre cómo funciona el sistema", asegura.

Aunque expertos legales consultados por BBC Mundo ponen en duda que el gobierno de Barack Obama pueda en realidad influir en la decisión del juez estadounidense que se puso del lado de los fondos en la disputa por conseguir que Argentina pague sus deudas con ellos.

En cualquier caso, muchos en Argentina se cuestionan si este creciente sentimiento nacionalista podría elevar los índices de popularidad de la presidenta y de su ejecutivo, en horas bajas tras 10 años en el poder, a sólo un año de unas elecciones presidenciales donde el kirchnerismo no tiene candidato claro y con un vicepresidente procesado.

Sus críticos reprochan a Fernández de Kirchner estar utilizando políticamente la crisis del default sin reconocer culpa alguna por la situación a la que se llegó.

Mientras, algunos comentaristas, movimientos y líderes sociales afines al gobierno empiezan a coquetear con la posibilidad de una candidatura presidencial del ministro de Economía, Axel Kicillof, una figura detestada por los que no comulgan con el kirchnerismo, pero al que los simpatizantes K ven como el hombre que peleó hasta el último minuto contra los fondos internacionales.

RECUERDOS DE 2001
Mientras, en la Plaza de Mayo, nada ha cambiado desde la llegada del default hace dos semanas.

Los turistas se acercan a la Catedral donde daba misa el ahora papa Francisco y toman fotos de la Casa Rosada. Hay algunos manifestantes acampando, desde excombatientes de Malvinas/Falklands hasta simpatizantes de la causa palestina.

Aquí me encuentro con Pablo Kuguel, un diseñador web que, como muchos otros argentinos, perdió sus ahorros y los de su familia en la última gran crisis financiera, la del Corralito de 2001.

"Aquello se puso muy mal, hubo gente que murió a 15 metros de aquí, yo estaba trabajando en un banco a dos cuadras de acá y podíamos oír los gritos de la gente, a la policía… era un desastre", me cuenta. "Eso no va a volver a ocurrir".

"¿Y entonces, qué se te viene a la cabeza cuando vuelves a escuchar la palabra "default" después de todos estos años?", le pregunto.

"Es una reacción distinta, ahora siento que el gobierno tiene el control de lo que está ocurriendo y siento que la economía es más fuerte, que no se va a quebrar. Pero quizás nos afecte a largo plazo", sostiene.

DESEMPLEO
Garantizar la confianza entre los argentinos para mantener altos índices de consumo es una de las obsesiones del gobierno de Cristina Fernández, que promociona en sus discursos y en medios de comunicación sus programas de crédito para comprar casas o autos.

Pablo de hecho planea comprar un vehículo con los ahorros que pudo recuperar en los últimos 13 años.

Pero no todos son tan optimistas sobre su futuro.

Según una encuesta de la firma Poliarquía, el 61% de los encuestados cree que el desempleo empeoró en el último año. Y más de la mitad de la población dijo tener miedo a perder su trabajo.

A una hora en auto de Buenos Aires, en el municipio de Pacheco, unos 70 trabajadores llevan dos meses acampando frente a la fábrica de autopartes que les despidió al comienzo del inverno y con la que mantienen una disputa judicial.

Desde entonces los empleados de la industria estadounidense Lear han cortado rutas y provocado "piquetes" para pedir que se atiendan sus reivindicaciones.

Son las nueve de la noche y está helando en esta parte de la provincia de Buenos Aires. Debajo de las carpas de plástico se cubren del frío varias familias que hacen turnos para preparar la comida -esta noche se sirven empanadas de cebolla y carne- y organizar las protestas.

Una niña dibuja con su madre en una esquina bajo el acecho de un buitre de papel maché con billetes de dólar en su pico que los trabajadores se llevan a cada marcha.

"La gente tiene miedo de que les pase lo mismo que a nosotros, por eso estamos recibiendo tanto apoyo", dice Silvio "Marley" Fanti, uno de los delegados.

"Ya están despidiendo a gente por todo el país, y no sólo en la industria autopartista. No creo que el gobierno nos esté apoyando. Le diría a Capitanich (el jefe de gabinete presidencial) que venga acá y vea nuestro campamento. Se daría cuenta de que lo que estamos haciendo es defender el país", afirma.

"Marley" me cuenta que van a estar aquí el tiempo que sea necesario.

"Porque la gente está muy enojada y fuerte en sus convicciones. Nosotros venimos de décadas donde lamentablemente esa voluntad de lucha la venían quebrando los gobiernos neoliberales. Hoy las generaciones que están viniendo están peleando: no queremos volver al megacanje, a la deuda, al default…"

No está claro cuánto tiempo seguirán acampando los trabajadores de Lear a este costado de la autopista. No se sabe cómo sufrirá el país este default. Y se desconoce cuándo llegarán las consecuencias.

Pero si hay algo que los argentinos han aprendido después de tantas décadas de altibajos es a soportar el impacto económico y emocional de una crisis. A sobrevivir.

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