Como un conflicto dormido y sin resolver que a veces despierta de su letargo, el racismo en México volvió a ser centro de polémica y discusión en los últimos días.
La chispa que lo encendió fue el homicidio del afroestadounidense George Floyd bajo custodia de la policía de Minneapolis el pasado 25 de mayo.
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Los mexicanos usaron las redes para condenar lo ocurrido, pero muchos reprocharon que no hace falta precisamente mirar hacia el vecino del norte para ver muestras de racismo alrededor.
Y más teniendo en cuenta que en, el propio México, más de la mitad de la población reconoce que se le insulta por el color de su piel, según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.
“Siempre que hablabas de racismo, en México te decían: ‘No, aquí no hay negros, racismo hay en EE.UU.’. Es interesante ver cómo lo ocurrido con Floyd está evocando lo que aquí sucede”, dice César Carrillo Trueba, antropólogo autor del libro “El racismo en México: una visión sintética”.
“Acusar al país del norte como racista es parte de nuestro DNA nacionalista que viene desde que perdimos la mitad del territorio mexicano. Es como decir: 'Sí, lo perdimos, pero mira que racistas son ellos”, coincide Emiko Saldívar Tanaka, cofundadora del Colectivo para Eliminar el Racismo en México (COPERA).
#MéxicoRacista
Una de las conversaciones más acaloradas en redes sobre este tema fue la iniciada por el actor mexicano Tenoch Huerta, quien preguntó en Twitter cuándo dejaría de ser tabú hablar del racismo en su país.
Pero fue la respuesta del también actor Mauricio Martínez quien desató la polémica al negar que el racismo de México y EE.UU. fueran comparables y hacer un símil entre Benito Juárez y Barack Obama.
Cientos de tuiteros reprocharon a Martínez que su visión estuviera condicionada precisamente por su color blanco de piel.
Durante los días siguientes, el hashtag #MéxicoRacista fue uno de los más utilizados por quienes quisieron evidenciar que el problema existe también en su país.
Muchos usuarios incluso compartieron algunas de las situaciones en las que fueron discriminados por su color de piel.
Y aunque expertos afirman que el debate sobre el racismo se abrió en México en los últimos años, aún tiende a ser una cuestión que queda invisibilizada por la resistencia de parte de la población a aceptarlo.
“La gente te dice que no, que no es racista. Por otro lado, alguien que acepta que es objeto de racismo, está aceptando que tiene cara de indio. Y eso tampoco lo quiere. Así que hay racismo por los dos lados”, resume tajante Carrillo Trueba.
“Por eso es un problema que no se resuelve, porque no se habla de él”, le dice a BBC Mundo
“Blanqueamiento y mejoramiento”
El experto apunta al deseo extendido de “querer ser más claro, más europeo, más bonito según esa idea de belleza estética implícita” en una sociedad, paradójicamente, eminentemente mestiza como la mexicana.
“Es una cosa que ha generado un racismo muy tremendo donde tiene un valor tener la piel clara, tener cierta ascendencia y donde la población negra ha sido directamente eliminada” de la representación del país.
Ese “racismo de asimilación” es un proceso de “blanqueamiento y mejoramiento” que está claramente marcado, como en toda América Latina, por la posición de poder y privilegios de portugueses y españoles durante la colonia, recuerda Mónica Moreno Figueroa, también cofundadora de COPERA.
Aunque en el caso de México, su independencia en el siglo XIX no hizo otra cosa que intensificar la importancia de las razas “más aptas y superiores”.
“Desde entonces se le da mucho más valor al color de piel que durante la propia colonia, en la que era más importante la pureza de sangre, una idea muy del Siglo de Oro. Pero, tras la independencia, se quiso mostrar aún más una ascendencia familiar europea”, subraya Carrillo Trueba.
¿Pero hay algo que diferencie al racismo mexicano del que existe actualmente en el resto de América Latina?
Según Carrillo Trueba, “aquí tiene que ver con esa dificultad para aceptarse como es uno, de negar y verse de otra manera. Ese es un rasgo muy propio del racismo mexicano”.
Como ejemplo, cita la tendencia de la gente a identificarse siempre con un color de piel más claro del que realmente tiene, como cuando en las encuestas nacionales sobre discriminación se pide a las personas que escojan la suya entre once tipos de tonalidades, desde una de color chocolate a otra rosácea.
No parece extrañar si se tiene en cuenta que, siglos después de su independencia, la relación directa entre color de piel y bienestar en México continúa siendo un hecho.
Todas las encuestas apuntan a que conforme más clara es la tonalidad de las personas, mayor es la escolaridad, riqueza, ingresos y oportunidades laborales.
“Esto también impide la solidaridad (dentro del grupo étnico), porque obviamente trataré de alejarme lo más posible de ese núcleo por el que me discriminan, y no voy a reconocerme como tal”, añade Saldivar Tanaka, profesora de Antropología de la Universidad de California en Santa Bárbara.
De microrracismos a macrorracismos
Los expertos consultados alertan, al igual que muchos mexicanos estos días en redes sociales, de lo normalizado e interiorizado que se encuentra el racismo en la sociedad mexicana en todos los ámbitos y hasta en expresiones cotidianas.
Frases como “vas a mejorar la raza” (que se puede escuchar cuando hay un casamiento con alguien de piel más clara) o la pregunta de “¿y cómo salió?” sobre un recién nacido dan cuenta de ello.
“Es como si estuvieran esperando a ver si sale el gen de Hernán Cortés con el bebé. A ver si toca la suerte de que tu hijo está ‘güerito’ (de piel blanca) porque entienden que eso es mejorar”, le dice Moreno Figueroa a BBC Mundo.
Pese a lo generalizado de estas frases, la también profesora de sociología en la Universidad de Cambridge en Reino Unido alerta de peligro de estos “microrracismos” cotidianos en términos de discriminación.
“Parece que es más manejable porque tiene la tendencia de… ‘ah, pero te lo digo en buena onda’”, dice.
Moreno Figueroa también recuerda la discriminación habitual a la hora de publicarse ofertas de trabajo pidiendo “buena presencia” en los que, bajo ese eufemismo, se refieren a “entre más blanco y facciones más finas como esa idea de lo bueno, de lo elegante… mejor”.
Otra crítica que se repitió estos días en redes fue la escasísima representación que la población mestiza tiene en publicidad y medios de comunicación, totalmente copados por mexicanos de piel blanca.
“Tenemos una minoría que impone clichés, estereotipos y valores sobre una mayoría, que la asume debido a una condición económica y social que no le permite acceder a una serie de cosas. Y lo interioriza”, confirma Carrillo Trueba.
Y recalca que “eso es lo terrible, que el racismo se interioriza y entonces se vuelve una carga que trae la gente (mestiza) que representan la mayoría del país”.
Al margen de actos de racismo en el día a día, los expertos también identifican otros “macrorracismos” presentes en México.
Según Saldivar, el proyecto de tren maya del presidente Andrés Manuel López Obrador es “el ejemplo más visible” actualmente en México.
“Es un proyecto de desarrollo a la vieja usanza y con consecuencias ambientales terribles. Vamos en esa línea de lo que se supone que es mejor para la vida y para el país, y para ello forzamos a las comunidades indígenas a que pongan su territorio”, dice.
“Y ese proyecto de ‘mejorarnos’ lo anteponemos a que sean estos pueblos quienes paguen la cuenta, con su tierra, sus recursos y su cultura. Ellos pagarán el error y ahí es donde vemos el privilegio” sobre ellos.
En ese mayor valor jerárquico que la sociedad le da a quien tiene cierto color de piel también incide Moreno Figueroa, quien descarta que una mayor educación sea la única clave para solucionar el racismo imperante en México.
“Puede ayudar y contribuir, pero ya no es la idea que teníamos antes de que el racismo era una cuestión de ignorancia. La gente sabe e igual lo hace", afirma.
“El racismo es, simplemente, una cuestión de privilegios. Es una cuestión de quién tiene la ventaja cuando hay este tipo de distribución de opciones, de recursos y de oportunidades”, concluye.
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