Mientras me prepara vía Zoom un elaborado cóctel a base de ron, Anther confiesa que en el pasado robó, extorsionó y mató cuando era miembro de una peligrosa banda delictiva en Venezuela.
“Era un adolescente inmaduro. Quería vestirme bien, tener dinero y una moto, aparentar y llamar la atención”, recuerda hoy con arrepentimiento.
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Anther Herrera, que ahora tiene 29 años, nació y creció en El Consejo, estado Aragua, a unos 60 km al suroeste de la capital, Caracas, y tuvo una infancia “alegre”, en el seno de una familia humilde y unida.
Pero pronto comenzaron los disgustos. Cuando tenía 12 años mataron a uno de sus primos que pertenecía a una banda.
Poco después, él mismo cayó en la delincuencia, como la mayoría de sus amigos.
“Tenía 15 años y ya cometía fechorías en una banda. Justo en esa época, uno de mis amigos, que era como un hermano, murió a manos de las autoridades. Fue algo que me marcó y me dolió mucho”, le dice a BBC Mundo.
“En el barrio éramos unos 20 adolescentes. El mayor de nosotros tenía apenas 17 años y comenzamos a robar, extorsionar y secuestrar a personas”.
Venezuela, que atraviesa una crisis económica y social sin precedentes, es actualmente uno de los países más violentos del mundo.
Si bien el gobierno de Nicolás Maduro dejó de publicar datos hace varios años, el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) -una ONG que monitorea el fenómeno de la violencia-, registró 11.891 homicidios en el país en 2020.
Esa cifra le da a Venezuela una tasa de 45 muertes por cada 100 mil habitantes, una de las más altas de América Latina y del mundo.
La banda 11, de la que Anther comenzó a formar parte a los 15 años, operaba principalmente en la Autopista Regional del Centro, la vía más transitada del país, que conecta a Caracas con Maracay y Valencia, dos importantes ciudades venezolanas.
Anther dice que se acuerda de la primera vez que robó “como si hubiera sido ayer”.
El día a día de un delincuente
“Lo sentí como algo normal en ese momento. Estaba asustado y nervioso, como cualquier ser humano. Después de robar un carro, una moto, se te quitan los nervios”, explica.
Anther dice que la vida de un delincuente gira en torno a unas pocas prioridades: tener dinero, vestirse bien, salir de fiesta: “Uno también quiere tener las mejores chicas y quieres básicamente aparentar algo que no eres”, agrega.
Con el pasar de los años, los miembros de la banda 11 fueron muriendo poco a poco.
“Ya los habían eliminado a casi a todos, pero yo seguía trabajando solo. Si me tocaba robar un carro o una moto, lo hacía”.
Luego pasó a formar parte de otra banda, en lo que él mismo describe como un “círculo vicioso”.
“Matar esa culebra”
“Sí, por supuesto, debo reconocer que maté”, responde cuando se lo pregunto.
“Lo reconozco y me arrepiento. Hoy lucho por un futuro mejor y para que otros adolescentes o jóvenes no caigan en el camino en el que yo caí”, agrega tras un breve silencio.
“Normalmente eran bandas enemigas. Había problemas y tú sabías que tenías que ‘matar esa culebra’ (resolver ese problema) porque si no eras tú el que iba a morir”.
Anther recuerda que en ese entonces él y sus compañeros creían que todo lo que hacían era “correcto”.
“Robaba porque creía que era la manera más fácil de obtener dinero. Creía que era feliz”, prosigue.
“Luego me di cuenta de que estaba equivocado”.
El programa que cambió su vida
Tras más de una década en el mundo de la delincuencia, a Anther le llegó una oportunidad para darle un drástico cambio a su vida.
De la mano de un proyecto de reintegración social bastante inusual -y que muchos juzgarían como necesario en uno de los países más violentos del mundo-, Anther dejó de delinquir.
Lanzado en 2003, el programa bautizado como Alcatraz ha logrado cambiar la vida de cientos de expandilleros en Venezuela.
El impulsor del proyecto es Ron Santa Teresa, un fabricante de ron venezolano que se ha convertido en una empresa modelo y que vende sus productos en todo el mundo, lo cual es un gran logro en un país donde muy pocas inversiones florecen.
“Te mentiría si te diría que es fácil porque todos los días tenemos que lidiar con obstáculos y variables que no podemos controlar, como los retrasos en la cadena de suministros”, dice Bernardo López, director de negocios de la Fundación Santa Teresa.
“Pero lo hemos logrado con resiliencia y creyendo en la gente. A pesar de todas las crisis que hemos tenido, aquí siempre hemos apostado por los venezolanos”, prosigue.
El robo que le dio origen al programa social
El programa nació luego de que una pandilla local ingresara a las instalaciones de Ron Santa Teresa para robar el armamento de los guardias de seguridad de la empresa, con el fin de enfrentarse a una banda enemiga.
“Engañaron a un agente, lo golpearon y le quitaron el armamento”, le cuenta a BBC Mundo Gabriel Álvarez, gerente del proyecto Alcatraz.
Inmediatamente, los empleados notificaron de lo sucedido al presidente y accionario de la empresa, Alberto Vollmer, quien decidió encarar la situación y ordenó buscar a los jóvenes que habían perpetrado el ataque.
“No podíamos convertirnos en una hacienda vulnerable y dar la impresión de que todos podían robarnos”, explica Álvarez.
La policía había atrapado a uno de los atacantes y estaba “a punto para ejecutarlo”, añade.
Vollmer se enteró de lo que estaba sucediendo y le pidió a las autoridades que trajeran al pandillero a la hacienda, y allí le dio dos opciones para pagar su delito: regresar con la policía o trabajar con Ron Santa Teresa durante dos meses sin nada a cambio.
El delincuente, apodado “Cara de León”, aceptó la segunda propuesta. Luego los dos jóvenes que lo habían acompañado en el asalto se involucraron en el proceso y le pidieron a la empresa que les diera trabajo a otro par de pandilleros.
“La mañana de un lunes vamos a la entrada de la hacienda y están los 22 miembros de la banda esperando en la puerta y pidiendo formar parte de un proyecto que en aquel momento no existía, pero que creamos después”, recuerda Álvarez.
Los miembros de la pandilla en rehabilitación querían reinsertarse a la sociedad, pero tenían miedo de salir a la calle y que su antigua banda enemiga los asesinara.
Así que decidieron reclutarlos a ellos también. El resto de las bandas criminales más pequeñas se unieron más tarde.
La metodología de reinserción a la sociedad
El programa Alcatraz incluye una metodología de reinserción que gira en torno a cuatro pilares: la educación en valores, secciones psicológicas, el rugby como deporte y la justicia restaurativa (tratar de reparar algún daño hecho anteriormente).
La iniciativa de la familia Vollmer, que ha sido por generaciones una de las más ricas de Venezuela, ha hecho que los índices de delincuencia disminuyan localmente.
En los primeros 10 años del programa, el índice de homicidios de El Consejo pasó de más de 100 homicidios por cada 100 mil habitantes a 12 en 2013.
Más de 250 jóvenes han pasado por el proyecto y cerca del 70% de ellos no regresaron a la delincuencia, según cifras de la empresa.
El proyecto Alcatraz quiere que su metodología “pacifica” se convierta en una política pública en Venezuela y el mundo.
Falta de alternativas
Anther admite que sus inicios en el programa no fueron fáciles.
“Uno siente que no puede salirse de la delincuencia, porque de repente los demás pueden pensar que eres desleal o estás en contra de ellos”, señala.
Además, asegura que frecuentemente pensaba en “cambiar”, pero no tenía “ni oportunidades ni alternativas”.
Hasta que en julio de 2018 el proyecto Alcatraz contactó por teléfono al líder de la banda 11 y les habló del programa.
Hubo un proceso de negociación de dos años hasta que voluntariamente los 15 pandilleros aceptaron adherirse. Todos lograron abandonar el mundo de la delincuencia.
El rugby como método
Para Ron Santa Teresa, las negociaciones con la banda 11 pusieron a prueba cuánto estaban dispuestos a perdonar, pues la pandilla había asesinado a un exmiembro del programa Alcatraz.
“Ese perdón llevó un tiempo asimilarlo. Y, luego, ganarnos la confianza de la banda no fue fácil”, recuerda Álvarez.
Anther, y sus compañeros comenzaron el programa el 5 de octubre de 2020.
Estuvieron aislados durante tres meses trabajando con psicólogos y aprendiendo oficios, así como los valores del rugby y a cumplir responsabilidades.
“Yo ni sabía que era el rugby”, se ríe Anther.
“Pero le agarré mucho amor. No se trata simplemente de un juego de contacto, de agredir al equipo contrario, sino que sirve como un método para reforzar valores como el respeto, la humildad, la hermandad y aprender a disculparse”, añade.
“En el programa también nos exigían ser puntuales, y nos sancionaban si llegábamos tarde a una clase”.
Hoy, Anther es embajador de la marca de ron 1796, y con su historia busca inspirar y mostrar la importancia del cambio y las segundas oportunidades.
“Tuve un cambio radical y hoy tengo un estilo de vida diferente. Me siento muy orgulloso”, señala.
Dueños de una distribuidora
Tras recibir clases de oratoria, Anther aún se encuentra en la tercera fase del proyecto, que culmina en febrero.
“Ahora estamos inmersos en un proyecto de emprendimiento con una distribuidora de la cual somos dueños”, se felicita el joven.
La Distribuidora Unión 11 distribuye productos de consumo masivo en tres regiones de Venezuela. Gabriel Álvarez y los 15 “alcatraces” exmiembros de la banda 11 son socios de esta empresa.
Su sede es justamente una casa que anteriormente fue utilizada por la banda para planear y cometer crímenes.
Aparte de ese empleo, Anther asegura tener otro “trabajo de vida”: ayudar a que otras personas no caigan en la delincuencia.
“Siempre lo voy a hacer. Siempre estoy hablando con mis sobrinos y otros jóvenes. Sé que esa parte de la adolescencia es difícil y siempre les doy mi mensaje sobre hacer las cosas correctas”, asegura.
“Les hablo de la importancia de dar segundas oportunidades, enfatizo en valores como el respeto, la transparencia, la responsabilidad, la humildad y la disciplina”.
Hoy dice sentirse “tranquilo y en paz”, sabiendo que su familia lo espera en casa sin preocupaciones, y que ahora siempre hace lo correcto para darle un futuro mejor a sus tres hijos.
Con un traje azul y una gran sonrisa, Anther me termina de preparar su coctel “Cojonudo”, cuya receta aprendió como parte de su formación en mixología.
“Enfrías la cristalería, le agregas dos onzas de ron, dos onzas de agua gasificada y por último decoras con una cocha de naranja”, me dice tras compartir que si volviera a nacer haría muchas cosas de manera distinta con los conocimientos que tiene ahora.
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