(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
César Villanueva

Somos un país que puede estar mil veces mejor. Los peruanos nos damos cuenta de que el problema no es económico y que la crisis es política. La gran corrupción, la desconfianza ciudadana y el clima de tensión actual requieren respuestas urgentes y el procesamiento ordenado y respetuoso de todas las propuestas.

Con la Constitución en la mano, el presidente Vizcarra señaló el camino: cambios profundos y necesarios en la institucionalidad política y jurídica del país. Nuestra filosofía como gobierno es: reconocernos todos como socios en el desarrollo, incorporando a más gente en el contrato social. Se trata de salir de la crisis política porque de la forma en que se están llevando las cosas, perdemos todos.

Largo tiempo hemos vivido una renuncia a la política que nos ha hecho perder el horizonte como país. Escribo estás líneas para romper esa inercia. Como presidente del Consejo de Ministros, habiendo servido al país en diversos cargos públicos, quiero decirles que es el momento de los debates para el cambio, de la confluencia de las grandes ideas que señalen el derrotero de nuestro tiempo, y pasar a la acción sin perder un solo minuto más.

Nuestra premura no tiene que ver con oportunismos ni cronogramas, sino con el sentir de la gente. En mi último viaje quedé profundamente impactado. A pesar de las difíciles circunstancias en que viven quienes más necesitan, la gente no ha perdido la ilusión, la ilusión en el cambio. Cada día que se dilata una reforma hace que niños como Gabriel José, del Jardín 052 - Dios es amor, en Tumbes, no tengan adecuado acceso y calidad en su educación. Cambiar esto no trata solo de la reconstrucción que estamos haciendo, sino que requiere una institucionalidad nueva, más allá de los intereses partidarios. Por eso debemos actuar con sentido de urgencia y sin excusas.

Ese es el espíritu de esta reforma política y judicial: ponernos de acuerdo en transformaciones postergadas por la mezquindad política. No queremos que nuevas generaciones de peruanas y peruanos sigan perdiendo la ilusión del cambio. Podemos concretar retos que somos capaces de alcanzar, ¡ya lo hemos demostrado! Llegar a un Mundial de Fútbol, convertir los antiguos cultivos cocaleros de Tocache en el suelo donde crece el mejor cacao del mundo, terminar posgrados en las mejores universidades extranjeras, emprender negocios sin temor al fracaso. Aquí no caben los corruptos, los indecentes y todos aquellos que negocian con los derechos de la gente. Se requiere cambio.

Las reformas propuestas por el presidente Vizcarra son claras y sencillas, e inician un proceso transformador mirando al bicentenario. Tienen el elevado objetivo de mejorar la democracia y acercarla a las demandas sociales. La bicameralidad busca una representación descentralizada con participación equitativa de mujeres y hombres. La reforma de financiamiento partidario quiere enfrentar la corrupción en todas sus formas. La no reelección de congresistas, renovar permanentemente la confianza de los electores. Y, en el caso del Consejo Nacional de la Magistratura, se trata de brindar seguridad jurídica para dar confianza a ciudadanos e inversionistas.

Quienes hoy gobernamos tenemos orgullo de nuestro origen provinciano, el que nos permite comprender que estos cambios estructurales no deben ni pueden hacerse como siempre se ha hecho, de arriba hacia abajo y sin la gente. Los gobernantes tenemos la oportunidad de construir, con la voz ciudadana expresada a través del referéndum, una renovada institucionalidad política. Esta inédita participación popular le dará legitimidad y sostenibilidad al cambio institucional que proponemos y que ya no puede ser demorado.

Este manifiesto político señala el norte de los años por venir bajo la administración Vizcarra: un gobierno sencillo, claro y con la gente, que enfrenta la corrupción, que trabaja por el crecimiento económico y el desarrollo social, y que tiene una mirada descentralizadora. Desde esos fundamentos, anhelamos que la ciudadanía confíe y que sueñe un país moderno; que empresarios y emprendedores sepan que las oportunidades de crecimiento son reales y están protegidas; que madres y mujeres encuentren en este gobierno uno comprometido con la igualdad; que trabajadores, agricultores y comerciantes disfruten de una sociedad que los dignifique y los reconozca.

Como vocero del gobierno, tengan la seguridad de que buscamos la unidad y no la polarización. En Moquegua y San Martín, y en todas las provincias del Perú, hemos siempre trabajado por la paz y el desarrollo. Sumar y no dividir. No confundamos la legitimidad que el pueblo hoy nos brinda con un populismo irresponsable. Toda nuestra acción se enmarcará siempre en la Constitución y la ley, pero será firme y decidida.

Finalmente, sabemos que a pesar del desprestigio de la política y gracias a nuestra gente, nuestro país crece. Los invito a imaginar ese mismo país con un sistema político renovado.

Como dije al inicio: podemos ser un país mil veces mejor. La reforma es una tarea de todos. No es un asunto solo de políticos y expertos. Invito a los profesionales y empresarios, a los intelectuales y artistas, a los jóvenes y estudiantes a ser parte de este nuevo pacto social y de una nueva institucionalidad política. Reformar para crecer y poner en marcha los cambios estructurales para el bicentenario. Podemos ser un país que brinde más esperanzas que problemas. Cambiemos todo lo que deba ser cambiado, con el sentido que el momento histórico nos reclama. El momento es ahora, hagámoslo juntos.