"Lo peor de todo es que esta silenciosa gripe asesina, cuyo poder de contagio radica en la tardanza de sus síntomas y manifestaciones, encuentra su mayor medio de propagación allí donde las políticas de salud y saneamiento".
"Lo peor de todo es que esta silenciosa gripe asesina, cuyo poder de contagio radica en la tardanza de sus síntomas y manifestaciones, encuentra su mayor medio de propagación allí donde las políticas de salud y saneamiento".
/ JUAN PONCE VALENZUELA
Juan Paredes Castro

El coronavirus no es solo una nueva amenaza de muerte para la humanidad, sino, por su expansión y derivaciones, un factor de desestabilización social, política, laboral, económica, comercial y financiera mundial, de insospechadas consecuencias.

Gobiernos y Estados buscan defenderse patas arriba del , pero igualmente de la larga cola de prejuicios y bloqueos que trae consigo. Es la peste de este tiempo, arrasándolo todo.

Mientras algunos países asiáticos como China, Japón, Corea del Sur y otros europeos como Italia despliegan con cierto éxito sus mejores recursos internos para prevenir y controlar el coronavirus, en no pocas zonas indefensas del mundo, como América Latina, los gobiernos y Estados se encuentran más en estado de shock que en disposición real de enfrentar los casos alarmantes a la vista.

Lo peor de todo es que esta silenciosa gripe asesina, cuyo poder de contagio radica en la tardanza de sus síntomas y manifestaciones, encuentra su mayor medio de propagación allí donde las políticas de salud y saneamiento, además de otras, son un desastre, como, por ejemplo, en el Perú.

La suciedad de calles, azoteas, parques y jardines, la acumulación de basura por semanas enteras, la mugre en los pasamanos públicos, el enorme déficit de tratamiento de recursos sólidos y los desechos hospitalarios que terminan en entierros clandestinos son algunos de los monumentos espantosos a la irresponsable desatención del Estado, que sin duda se pudre en presupuestos no ejecutados en todos y cada uno de esos rubros.

Sobran ministerios como Vivienda, Inclusión Social, Trabajo y Promoción del Empleo (que no garantiza ni lo uno ni lo otro), Interior (siempre confundido con la Policía Nacional), Agricultura (salvada apenas por algunas investigaciones), y falta el rescate de otros como Salud (que debiera ser declarado en emergencia y reingeniería), Educación (que solo vive para el enfoque de género), Ambiente (que debiera tener en sus manos el manejo del agua), Transportes (mal llamado así, cuando debiera ser de vías, puertos y aeropuertos).

De la noche a la mañana, el sale tarde a recomendar que no hay arma más poderosa en la lucha contra el coronavirus que el lavado de manos con agua y jabón, cuando todos sabemos que hace tiempo hay otro lavado de manos que hace más grave la situación: que el presidente y ministros, autoridades regionales y municipales siguen siendo indiferentes y reactivos a la incompetencia de los servicios de saneamiento y salud del Estado en todo el país.

¿Qué cartilla gubernamental de hábitos de higiene puede servir en escuelas, colegios, hospitales y terminales de buses, trenes y aviones, donde sencillamente no hay agua ni desagüe o donde –si los hay– es peor que si no los hubiera, por la turbidez y el mal olor que los envuelve? Felizmente se han suspendido las clases en colegios públicos y privados hasta fin de mes.

No hay mal que por bien no venga, en cierta forma. Con todo el pánico que puede despertar el coronavirus, el hecho de que haya sacado de su letargo a gobiernos somnolientos e incompetentes y los haya puesto en alerta ya lo convierte metafóricamente en un furtivo y eficiente opositor político.

Por un instante el COVID-19 seguramente le recordará al presidente que no solo es jefe de Gobierno, sino, además, jefe del Estado.

Si su adversario político, el fujimorismo, no lo hizo mover de su asiento, vemos que el COVID-19 ha hecho que Vizcarra por lo menos salte sobre sí mismo para evitar que no haya muertes ni contagios masivos en el Perú y no veamos afectadas nuestras exportaciones, nuestra economía, nuestra fuerza laboral y nuestras finanzas.

Dejemos por un momento que el opositor furtivo COVID-19 haga lo que tenga que hacer para cambiarle la manera de pensar, ser y actuar a tantos gobernantes incompetentes ante los males sociales.