Mientras en la década de 1970 y adelante, el país sufría por dictaduras, gobiernos deficientes y ataques terroristas, millones de pequeños y medianos empresarios ignoraban a los políticos y trabajaban para convertirse en la gran fuerza económica que son hoy. Una investigación reciente de Arellano Marketing muestra que la misma actitud de separar política y economía prevalece en la mayoría de la población y todos deberíamos seguir su ejemplo.
Cuando en este estudio preguntamos a los peruanos de a pie cómo sienten que están hoy, siete de cada diez dicen que se encuentran igual o mejor que el año pasado. Afirman que gastan más, que sus ingresos no han variado y que tienen más opciones para escoger. Y la gran mayoría piensa que no hay crisis y que estará aún mejor el próximo año.
¿Cómo explicar ese optimismo cuando los medios, los grandes analistas y las conversaciones de empresarios medianos y grandes repiten con insistencia las palabras ‘crisis económica’?
La primera es que la mayoría de la población sabe que sus ingresos no han disminuido, aunque una parte siente que crece más lento que antes. Esta entiende entonces el verdadero concepto de desaceleración, que es seguir creciendo pero más despacio. No lo siente como detenerse o retroceder, que es como lo perciben muchos empresarios y analistas.
La segunda es que interpretan las variaciones de la economía en un contexto económico mucho más largo, tal como los economistas serios recomiendan. ¿Estoy vendiendo hoy un poco menos en mi negocio? Quizá sí, responde una parte en el estudio, pero lo ve como un accidente dentro del crecimiento que ha vivido durante tanto tiempo. ¿Por qué unos meses cambiarían una tendencia de 30 años?, señala.
La tercera es que mayoritariamente creen que la principal causa de la turbulencia económica actual es la mala actuación de los políticos. Solo en segundo lugar, bastante detrás, hablan del ambiente internacional o del precio de los metales. Y por ello es que en vez de esperar a que el gobierno elimine trabas, invierta en infraestructura y neutralice las protestas sociales, ellos simplemente lo ignoran y continúan trabajando. ¿No hemos crecido pese a que los gobiernos no nos ayudaron, y hasta intentaron desaparecernos?, dicen. ¿Por qué entonces esperar hoy a que actúen para nosotros hacerlo?
Evidentemente no son necios para ignorar que una buena actuación del gobierno sería muy positiva. Pero tampoco son ingenuos para esperar cambios milagrosos en aquellos congresistas, ministros o alcaldes cuyos intereses no están alineados con los de la población. Y por ello, mientras muchos grandes se paralizan, ellos son suficientemente prácticos para dedicarse a actuar sobre lo que sí está a su alcance, como conocer y enfrentar la competencia creciente, cuidar a un cliente optimista y más informado, y convencer al ciudadano de las ventajas de sus propuestas.
Sitúan así a la política solo como un dato más en el ambiente donde deben seguir haciendo crecer sus familias y sus empresas. No es lo ideal, pero mientras no cambien los partidos, el Ejecutivo y el Congreso, hoy enfrascados en una inútil, nociva y creciente confrontación, sin duda el poner economía y política en cuerdas separadas es una actitud bastante sana. Deberíamos todos imitarlos.