Lo que hoy vive Petro-Perú es consecuencia de una sucesión de hechos (varios de ellos delictivos), pero, sobre todo, de errores cometidos por las administraciones de la empresa en los últimos tres años.
Una compañía que afrontaba un nivel de debilidad financiera y operativa –como la que atravesaba la empresa estatal– ameritaba una intervención de urgencia hace buen rato, con el fin, justamente, de sacarla del marasmo en el que se encontraba.
Ello hubiera supuesto, en primer lugar, partir del convencimiento de que solo apartando la injerencia política de las decisiones claves de negocio es posible vislumbrar un presente diferente al actual.
Pero se hizo lo contrario –lo de casi siempre– y el gobierno corrupto de Pedro Castillo tuvo en Petro-Perú uno de sus objetivos para el robo y la trafa.
Pese a la terrible experiencia del paso del hoy procesado Hugo Chávez en su gerencia general, y cuando todo hacía prever que el nuevo gobierno daría un cambio de timón hacia una gestión técnica, la señora Dina Boluarte (por alguna extraña razón que nadie entiende) ha mantenido en el cargo al ministro de Energía y Minas, Óscar Vera, empleado con licencia de Petro-Perú, como principal artífice de las decisiones recientes más lamentables y cuestionables para la empresa, acompañado en el baile por la señora Isabel Tafur de Perú-Petro.
Y, bueno, si faltaba algo para asegurar la ruina era eso: seguir tomando decisiones políticas sobre prioridades técnicas.
El pedido de un nuevo rescate financiero al Ejecutivo sin que como contraparte se haya despedido a Vera del Minem y, a renglón seguido y como mínimo, se haya conformado un directorio de personas no solo con solvencia técnica, sino también independientes del poder de turno (en especial de la influencia de los propios sectores que dentro de la empresa se oponen a una reestructuración en serio), es una burla total.
En lo inmediato, eso es lo que se requiere. En el mediano y largo plazo, la presencia de capital privado en la empresa, la existencia de políticas de buen gobierno corporativo y su cotización en bolsa deberían ser el norte.
Me consta, personalmente, que hay funcionarios y trabajadores de Petro-Perú que serían los primeros en apoyar una reforma de la compañía que tenga como objetivo principal convertirla en una organización moderna, rentable, eficiente y que sea una palanca para el desarrollo sostenible del país. Pero, o son los menos (situación que hay que revertir), o están bloqueados por la influencia política (que hay que desterrar).