¿Por qué Lima no tiene ese gran centro de convenciones que hace tanta falta? ¿Y por qué demora tanto el tren costeño del que tanto se habla? Quizá por las mismas razones que llevan a las autoridades a hacer solo obras menores, como la remodelación de la Plaza de Armas o del Palacio Municipal, que pueden ser iniciadas y terminadas en el plazo de su mandato. ¿Iniciar la construcción de la carretera para unirse con la capital de la provincia? ¡Ni hablar!, dice la autoridad. ¿Para que en la placa de inauguración, la que queda para la posteridad, grabe su nombre quien me quite el puesto en la siguiente elección?
Creemos, sin querer queriendo diría el Chavo del 8, que eso se puede solucionar poniendo en cada obra placas conmemorativas más grandes. Placas donde se coloque el nombre de la autoridad que inició los estudios para el proyecto, de la que consiguió el financiamiento, de quien puso la primera piedra, de la que impulsó su construcción, además de la que inauguró la obra. Todas consignadas con la misma claridad y detalle de lo que aportó.
¿Y cómo hacer para que las obras no solo sean bien construidas, sino que además duren mucho tiempo en buen estado? Hablamos, por ejemplo, de esas carreteras que, pudiendo ser hechas con cemento, material muy resistente y duradero, se construyen en asfalto, que tiene menos bondades pero que es más rápido y barato de ejecutar. ¡Total, cuando se malogre esa carretera le echaré la culpa del mal mantenimiento a mi sucesor!, dirá la autoridad, sabiendo que su nombre quedó ya, imperecedero, en la placa correspondiente.
Para esos casos, proponemos hacer las placas con el mismo material que se hizo la construcción. Pondríamos placas de ladrillo simple y mezcla ligera, para los colegios hechos en ese material, que se resquebrajarán con la obra, si no estuvo bien hecha. También placas de asfalto simple y delgado para las rutas que, pocos meses después de inauguradas, parecieran nunca haber existido. Y placas de cemento sólido en aquellas que fueron hechas pensando en el largo plazo. Y de la misma manera, se dejaría espacio en esas placas para que cada cierto tiempo se inscriba allí el nombre de las autoridades que realizaron el adecuado mantenimiento de la obra, y, por supuesto, también de aquellas que le hicieron mejoras.
Serán placas muy largas y tal vez hasta tediosas de leer, pero ese pequeño defecto se compensará claramente con mejores obras, que no solo se harán realidad sino que durarán mucho tiempo. Y con ello todos quedaremos felices. Los ciudadanos, porque tenemos lo que necesitamos, y todas las autoridades que contribuyeron a ello, que tendrán su huella marcada para siempre en el recuerdo ciudadano.
Por cierto, no se trataría de algo opcional, sino de una obligación reglamentada legalmente, de que quien ponga una placa reconozca allí a todos los que permitieron que esa obra exista. Y, como el huevo frito encima del tacu tacu, con obligación de que en la ceremonia de inauguración se mencione claramente el nombre y el aporte de cada antecesor que colaboró.
Y si hacen una placa para conmemorar a quien dio la idea de hacer placas más grandes, no se olviden de este columnista.