“Si no se consiguen los votos, referéndum pues”. No me lo dice un congresista de izquierda nostálgico de Pedro Castillo, sino Lourdes Flores, lideresa histórica del socialcristianismo y la derecha peruana. Le comenté que la izquierda estaba condicionando su voto para la segunda votación del adelanto de elecciones a que la derecha acepte una consulta a favor de la asamblea constituyente. Me replicó: “Es un escenario difícil por la polarización y violencia existentes, podría darse la posibilidad de una consulta popular y que la ciudadanía diga su palabra”. Lourdes piensa que la derecha no debe conceder de ningún modo una posición favorable a la asamblea constituyente (AC) para conseguir 87 votos.
José Tello, el ministro de Justicia, con quien pude conversar luego de su visita al Congreso, acompañando al premier Alberto Otárola y a sus colegas de Defensa e Interior; me dice: “Somos respetuosos de las decisiones del Congreso, nuestra presencia en esa reunión, solo tuvo el sentido de decir que queremos que la decisión sea pronta”. De esa forma me confirmó que el adelanto de elecciones fue un motivo central de la visita. Eso sí, no hubo entrega de un proyecto con nueva fecha, como se rumoreó. El único proyecto del Ejecutivo al respecto fue el entregado en diciembre que pedía cambio de mando en julio del 2024, cuando había un menor nivel de tensión. Ahora tienen otra actitud: “No planteamos fechas y fórmulas, sino el interés de que esto se haga rápido” me repite Tello y me explica que los miembros de la mesa con los que conversaron, José Williams y sus primeros vicepresidentes Martha Moyano y Alejandro Muñante, hablaron de escenarios pero no estaban en condiciones de plantear un cronograma ni los ministros de reclamárselo.
“Estamos convencidos del adelanto de elecciones”, me subraya el ministro, afirmando la prioridad que a esto le da el gobierno como salida a la crisis. Sobre la eventualidad de un referéndum, me dijo lo siguiente: “Respetaremos las decisiones del Congreso y si hay algo que dependa de nosotros, actuaremos con rapidez”. O sea, si se realiza una segunda votación con menos de 87 votos en febrero o si no obtuviera 87 la próxima reconsideración (tras la derrota de aquella planteada por Fuerza Popular, se espera otra nueva), de todos modos vamos a consulta popular. El Ejecutivo es quien, de acuerdo a ley, la convoca en un plazo no menor de 60 ni mayor de 90 días. Se sobreentiende, por la respuesta de Tello, que el gobierno buscaría hacerlo en un domingo cercano a los 60 días. Pero no nos adelantemos.
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Venga la consulta
En los últimos tiempos, los referendos, para la derecha, son el zapato en la puerta para dejar entrar al elefante de la AC a la sala. Son maniobras de democracia plebiscitaria que disimulan propósitos nada democráticos, como el autoritarismo y el continuismo de Nicolás Maduro en Venezuela y de Evo Morales en Bolivia (perdió el poder en una dura crisis política, pero su partido MAS ha vuelto al gobierno, guardando cierta distancia con su líder histórico). Al revés, Ecuador pasó por un proceso similar con referendos y AC, y ha visto alternar gobiernos de polos opuestos. Hoy está en el polo diestro. En cualquier caso, la derecha parlamentaria recela estas consultas. Por ejemplo, el 15 de julio del 2022, el año pasado, cuando el pleno aprobó el retorno a la bicameralidad con 71 votos, quedaba expedito el camino para un referéndum. Sin embargo, la entonces presidenta de la Comisión de Constitución, la fujimorista Patricia Juárez, quien sustentó el proyecto, estuvo de acuerdo con plantear una reconsideración de la votación y allí quedó.
¿Para qué sirve la reconsideración? José Naupari, experto electoral quien además asesora al JNE, me explica el truco y drama de las reconsideraciones de votación, a los que luego se agregan textos sustitutorios. En los mejores casos, sirven para hacer ajustes y llegar a consensos. Se vuelve a votar y, ¡bingo!. Así pasó con la primera votación del adelanto de elecciones al 2024. En el primer intento (con un texto en el que se realizaban las elecciones en el 2023), no se llegó a los 87 votos. Se pidió reconsideración, se cambió el calendario para abril del 2024, y el 20 de diciembre se aprobó con 93 votos.
Hernando ‘Nano’ Guerra García pidió otra reconsideración porque su bancada ha querido buscar un nuevo consenso que sintonice con el reclamo popular. Si no llegan a los 87 votos, irían a referéndum más rápido que si los consiguen y esperan la segunda votación. Se impone esta reflexión retrospectiva: costó demasiado a FP y a APP (juntos en la decisión de ir por el 2023) conceder el cambio al 2024 para conseguir los votos de Avanza País (Renovación Popular se mantuvo esquiva) y superar los 87. Con menos de 87, igual estaban condenados a ir a una consulta popular y no hubieran desafiado tanto la presión popular. (Nota normativa: No valen reconsideraciones de reconsideraciones, y esa es la razón por la que algunas bancadas plantearon que la pretensión de FP es improcedente. Pero el razonamiento de FP es que el 20 de diciembre se votó un texto sustitutorio y esta sería su primera reconsideración).
Un aparte sobre la decisión fujimorista. Conversé con un dirigente partidario que me pidió mantener su nombre en reserva. Me dio tres razones del cambio. En primer lugar, me dijo que en diciembre aceptaron cambiar del 2023 al 2024 por que les pidieron tiempo para reformas. “Pero constatamos que la izquierda iba a bloquear todas y nos estaban llevando al ridículo. Hemos anticipado lo que iba a pasar el último día de la legislatura”. También me dijo que querían acabar con la narrativa de que si no se logra 87 votos todo se archiva. “No, pues, se va al referéndum”, me dice. Añadió que “FP es un partido con identidad y con organización, hemos aprendido a ceder y renunciar pensando en la historia”. Guerra García estuvo en la reunión del CEN en la que se tomó la decisión y se plegó a ella. Aunque, el fujimorista no me le dijo, sentí que con su explicación desmarcaba de grupos sin disciplina partidaria como Avanza País y Renovación Popular.
Recapitulando reconsideraciones: Lo que Juárez y Fuerza Popular razonaron en julio pasado fue detener un proceso de referéndum. Estaba claro que la izquierda no quería concederle sus votos y el tema de la bicameralidad era absolutamente impopular como para llevarlo a consulta nacional. Y temían despertar al fantasma gordo de la AC. Había que abortar. Ahora no temen un referéndum. Si antes se usaba las reconsideraciones de votos para evitar que iniciativas de reforma fracasen estrepitosamente tras costosas votaciones; hoy sí, por mil razones y más de 50 muertos, se esgrimen para buscar un nuevo consenso y una nueva correlación.
Sí o no
¿Está usted de acuerdo con que se convoquen a las elecciones generales en tal fecha? Responda sí o no. Los detalles se llenan luego. Así sería el referéndum. Pero hay otros detalles que ya están normados y es bueno conocerlos. Primero, una precisión respecto a una interpretación debatible: En primera votación sí, pero en segunda votación no sería necesario llegar a la mayoría simple de 66 votos para ir a referéndum. Cualquier resultado inferior a 87, lo faculta. ¿No me creen? No hay unanimidad entre constitucionalistas sobre lo que voy a decir pero me inclinó por esta interpretación del Art. 206 de la Constitución. Este dice: “Toda reforma constitucional debe ser aprobada por el Congreso con mayoría absoluta del número legal de sus miembros, y ratificada mediante referéndum (…)”.
Hasta ahí, queda claro que el espíritu de dicho artículo es pro referéndum. Luego viene la excepción: “(…) Puede omitirse el referéndum cuando el acuerdo del Congreso se obtiene en dos legislaturas ordinarias sucesivas con una votación favorable, en cada caso, superior a los dos tercios del número legal de congresistas”. Hay quienes sostienen que una vez activada la opción de la segunda votación, sí debiera valer la mayoría simple. En cualquier caso, son altas las probabilidades de que vayamos a una consulta popular que podría ayudar a encauzar el conflicto.
Los requisitos electorales mínimos son que la mitad más uno vote a favor y que un mínimo del 30% vaya efectivamente a votar. El adelanto de elecciones es un reclamo tan extendido que, aunque no sea con la imposible inmediatez que exigen algunos, se prevé que triunfaría ampliamente el ‘sí’. Por un lado, dos meses a partir de la fecha en que se convoque a un referéndum (si se llega a acuerdo la próxima semana con 66, sería en abril; si se llega con 87, se espera segunda votación optativa en febrero mismo y eso atrasaría un par de semanas saber si se hace o no consulta popular) , deja tiempo a la convocatoria rápida. A estas alturas no sabemos como resistirá el gobierno y si el ‘adelanto’ no se encauzará por otras vías.
Coda electoral: Lo que el giro de Fuerza Popular pone en evidencia –y esta es una interpretación tentativa conversada con fuentes que aún no tienen todas las piezas del rompecabezas en la mente- es que ya aparecen fricciones ante las próximas elecciones adelantadas. No está mal ver señales de vida política para después de la crisis. FP habría evaluado que ha hecho concesiones prescindibles y muy impopulares a Avanza País, como el cambio de fecha al 2024. De respuesta, recibe señales de que Avanza está en un juego de búsqueda de alianzas en torno a una posible candidatura de Carlos Añaños u otro, marcando distancias con FP. César Acuña y APP estaría cerca de FP en esta actitud de reivindicar la fuerza de los partidos organizados, con bases a nivel nacional; frente a la ilusión electoral limeña. La derecha crepita y se polariza de cara a las próximas elecciones. En eso le llevan delantera a la izquierda, que en medio de la protesta, está un paso atrás en el esbozo de candidaturas.