El candidato Urresti, por Enrique Pasquel
El candidato Urresti, por Enrique Pasquel
Redacción EC

Finalmente y muy a su estilo, bronqueándose públicamente con García y Keiko Fujimori, se despidió del Ministerio del Interior. Pero en lo que toca a la política nos ha dejado meridianamente claro que no es más que un hasta luego, es solo un breve adiós. Después de todo, cuando el día de su relevo se le preguntó si tenía aspiraciones presidenciales respondió con un “no sé, no creo [...] sí pues, me han hecho dudar”, un eufemismo que en la jerga política sirve para decir: “Me muero de ganas y estoy en búsqueda de partido”. Y, para que no queden dudas, al día siguiente, sin que nadie se lo preguntase, precisó que su experiencia como ministro lo “lleva a una reflexión profunda, veremos después de pensar mucho y consultar con mi familia, veremos de qué manera en el futuro podré seguir contribuyendo con mi país [...] Para hacer cosas tendría que entrar a la política”.

El ex ministro tiene buenas razones prácticas para candidatear. Por un lado, sería una forma de protegerse de los enemigos que se ha granjeado en estos meses y que le cobrarán la factura si llegan a ser gobierno. Por otro lado, sería una manera de lograr cierta protección frente a un eventual resultado desfavorable en el Caso Bustíos, en el cual se lo acusa de haber participado en el asesinato de un periodista.

Lo cierto es que, si aspira a ser candidato, Urresti se retira cuando todavía tiene capital político que podría ser usado en una futura campaña. Según la encuesta que El Comercio publicó el domingo, en el último mes su aprobación aumentó de 41% a 44%, siendo de nuevo el ministro con mayor aprobación en el Gabinete (aunque no se sabe cómo su popularidad puede haber sido afectada por la tragedia de Pichanaki). Las dos principales razones de su aprobación, además, son unas con las que nuestro electorado simpatiza mucho: está combatiendo personalmente la delincuencia en el campo y tiene mano dura. Asimismo, no olvidemos que en la última encuesta sobre intención de voto presidencial publicada en diciembre del 2014, Urresti obtenía un nada despreciable 7% (sin haber hecho campaña), solo por debajo de Fujimori, PPK y García. ¿Será que el nacionalismo sacrificó a un ministro para salvar a un potencial candidato?

En todo caso, la posibilidad de que Urresti sea parte del menú electoral del 2016 no es precisamente alentadora para la política peruana. Primero, porque como ministro ha demostrado que su estilo es el del insulto y la pelea con la oposición, atributo que puede ganar cámaras y votos pero que no lleva muy lejos a ningún gobierno, como la misma gestión de Humala lo ha comprobado. Segundo, porque tiene una profunda antipatía hacia la prensa, lo que es una mala noticia para quienes creemos que el periodismo libre y crítico es una garantía para la democracia. Tercero, porque para superar electoralmente en una primera vuelta a Fujimori, García o PPK tendría que apelar a ese importante sector de la ciudadanía que tiende a votar por el candidato antisistema, lo que significaría un Urresti radical y aún más desatado. Si es que eso es posible, claro está.