Saturado de la vida en pandemia en la ciudad, Lucho Horna (Lima, 1980) se mudó a Punta Hermosa por tiempo indefinido. Sentía que, junto a su esposa y tres hijos, necesitaba respirar otro aire. “Como política familiar estamos haciendo cuarentena todo el tiempo. El único que sale, por trabajo, soy yo”, comenta el extenista desde su casa de playa, donde acondicionó un espacio con una bicicleta indoor para mantenerse bien físicamente, sobre todo en los días de estricto aislamiento. La embestida que sufrió de un taxi hace un año, mientras manejaba bicicleta en La Molina, le obligó a replantearse su modo de entrenar. Desde entonces, no ha tenido una raqueta entre sus manos, pues tuvo que operarse de una fractura en la muñeca. El accidente lo marcó profundamente. “Sentí que toda mi vida pasó por un segundo en mi cabeza. De verdad lo sentí. Fue un choque emocional muy duro”.
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